jueves, 14 de mayo de 2009

Las librerías como centros de promoción de la lectura


Por PABLO DANIEL ARCILA GUTIÉRREZ
(
pablo_arcila@hotmail.com )

El motivo de que incluso los países desarrollados insistan en la conveniencia del fomento de la lectura, que naciones como España, Francia, Alemania y otras de Europa hayan hecho de esa conveniencia una preocupación prioritaria de sus administraciones públicas, es que la capacitación profesional y la educación son la auténtica riqueza de las naciones y la palanca del desarrollo económico, cultural y social. La lectura, en efecto, es el eje alrededor del cual gira la enseñanza. Por decirlo de alguna manera, es la llave del conocimiento, por ser la actividad natural de la investigación.

A pesar de que parezca obvio decir que a los libreros nos compete la tarea de llevar a cabo permanentemente actividades de promoción de la lectura , en nuestro quehacer cotidiano se hace evidente que los tiempos que vivimos nos llaman a organizar esta actividad de una manera más integral y metódica. Actividad derivada del sentido común aplicado al oficio y fundamentada ahora en la psicopedagogía y en las teorías modernas del aprendizaje. La promoción de lectura es inherente al oficio de librero. Concebir un librero que no sea, en esencia, promotor de lectura sería un contrasentido, aunque lo cierto es que solemos confundir los fines con los medios o viceversa. Tratar de deslindar, en lo posible, las actividades normales de una librería tendientes a su óptimo funcionamiento, sus estrategias de promoción y mercadeo, para pasar a enfocar el tema de la promoción de la lectura , en abstracto, es el primer paso necesario para una reflexión acerca de cómo puede contribuir el librero a incentivar la lectura , campo donde todo está por hacer, siempre.

a) Considerada como centro de asesoramiento al lector, como motor de la promoción de la lectura y como espacio que compila y recoge la producción editorial e intelectual de una sociedad, la librería tiene como principal función propiciar por todos los medios a su alcance que esta producción, materializada en los libros, logre su objetivo de llegar a los posibles lectores, educando, divirtiendo –y mejor si las dos cosas se dan a la vez– y también, por supuesto, manteniéndose alejada del mero estado de supervivencia, en un mercado que se torna cada día más complejo y competitivo.

b) El librero debe ayudar y apoyar la consolidación de los hábitos lectores dentro del espectro social que está a su alrededor y propender por el aumento del número de personas interesadas por la lectura como actividad vital. Debe planear y realizar actividades dirigidas a captar la curiosidad y el interés de los lectores habituales, de los no lectores y de los lectores potenciales que se han visto privados de los beneficios que podrían obtener de la lectura –por la falta de educación o por los obstáculos generados por la amplia difusión de los buenos libros– y así acceder a ella por contagio, ser inesperadamente los beneficiarios de un mundo sorprendente, maravilloso, hasta entonces ignorado, que ampliará y enriquecerá su conciencia y su imaginación, y que estará siempre al alcance de sus posibilidades.

Las tareas de una librería para promover la lectura son variadas: puede realizar realizar actividades como lecturas de un autor, talleres de escritura, concursos literarios, encuentros con escritores, hora del cuento, para que los padres lleven a sus hijos, y muchas otras, siempre animadas por la imaginación y el buen tino del librero. En fin, cada librería puede analizar su entorno urbano y aprovechar las oportunidades que le brinde su cercanía con centros educativos, bibliotecas, museos u otras instituciones que puedan cooperar con este propósito, dado que ella, junto con la escuela y la biblioteca, son de este modo el “nicho ecológico” de actividades formativas y recreativas que giran alrededor de la promoción de la lectura.

Las librerías pueden contar con un espacio para la lectura en el que cualquier persona, sin importar su edad, se sienta tentada a dedicarse a leer u ojear a sus anchas todo lo que le atrae; deben tender a convertirse en centro natural de encuentro y confluencia de estudiantes e investigadores, de lectores y escritores, y colocar, siempre a la mano de sus visitantes, catálogos y revistas especializadas en el mundo de los libros. Mejor aun si cuenta con recursos técnicos que faciliten el acceso a la consulta de información bibliográfica actualizada –vía internet o en CD-ROM– de catálogos especializados, a las bases de datos de las bibliotecas, librerías virtuales, editoriales con sitio en la red, etcétera.

Las librerías están en capacidad de invitar a los expertos universitarios de variadas disciplinas a presentar las novedades bibliográficas, a escribir reseñas, a ofrecer entrevistas. De esta forma, ellas apoyarán la labor de promoción de la lectura que todo investigador realiza de manera natural, como parte sustancial de su trabajo cotidiano en el salón de clases y en los centros docentes. Las librerías pueden sondear a los lectores, docentes e investigadores sobre el tema, o solicitar a cada uno la redacción de un relato donde cuenten la experiencia personal que les llevó al proceso individual de la lectura.

El librero ha de representar un papel importante como promotor de lectura (y como promotor de los promotores), pues su oficio articula el último eslabón en la cadena escritor-editor-lector, y contribuye a la creación de una sociedad en la que la lectura sea tan natural como deseable. Todo librero desempeña un papel de mediación entre el autor y el lector. Ya se trate de textos especializados, de libros prácticos, de interés general, etcétera, a menudo se olvida que el librero es también un promotor de la lectura. Todo esto es otra forma de decir que él se halla en un punto de enlace entre el editor y el lector, aunque los profesionales de la industria editorial y las instituciones públicas y educativas, en nuestro medio, parecen olvidar la labor estratégica que cumple, dejándolo aislado y sin apoyo en el complejo proceso de la promoción y formación de lectores.

Es decir, y hay que insistir en ello, los libreros, los editores, los maestros, los bibliotecarios, los investigadores, el periodista y el escritor son lectores profesionales cuya labor natural es la promoción de la lectura desde los ámbitos específicos de su quehacer laboral.

En conclusión, para recoger y articular esta labor de manera productiva, cada país ha de apoyar el trabajo de promoción que desarrollan estos actores. El reconocimiento de la función esencial que cumple el librero como promotor de la lectura no debe ser soslayado al diseñar tales políticas.
Referencia: http://www.cerlalc.org/nuevo_boletin/08/RedLibreros10/Dossier1.htm

2 comentarios:

Pablo Arcila dijo...

Un honor encontrar este artículo mío publicado en este Blog.
Les invito a colaborar con nosotros en el blog de la Asoiciación Colombiana de Libreros Independientes, ACLI.
http://www.librerosindependientes.blogspot.com/
Atento a sus noticias, reciban un cálido saludo desde Colombia.
Pablo Arcila

Pablo Arcila dijo...

Va el enlace a un bello y memorable texto sobre las librerías "de viejo" que publicamos hace poco en el blog de ACLI.
http://librerosindependientes.blogspot.com/2009/10/textos-recordados-elogio-de-las.html