martes, 12 de mayo de 2009

Alfredo Bojórquez, Joven librero de viejo

Alfredo Bojórquez, joven librero de viejo
Entrevista con el creador de la campaña: "No leer libros recomendados"
Eugenia Montalván Colón (Fotos: Agustín Chong Amaya)
http://unasletras.com/v2/../data/609.da.jpg
Mérida, 22 de abril de 2008. Agustín Chong Amaya, un fotógrafo de armas tomar, previno a unasletras desde la semana pasada: el sábado (día 19) habrá una feria del libro usado en Santa Lucía, ¡tenemos que estar! Agustín es buen comprador y, por supuesto, gran lector, últimamente entregado a Octavio Paz, en cuya memoria tomó unas fotos espectaculares de los árboles del parque ese mismo sábado, fecha del X aniversario luctuoso del poeta.

A Agustín lo protegen los dioses. Esa tarde consiguió un ejemplar USADO de Árbol adentro (Seix Barral, 1987). Pagó por él, módicos 20 pesitos.

La Feria del Libro Usado se hizo de cara a la Calle 55. Ahí, sobre unas mesas con manteles largos, los expositores pusieron a la venta toda clase de títulos; desde biografías de Tongolele (yo la compré, a $100) hasta un cerro de TV novelas que, por cierto, no venían al caso en este foro.

En plan amigable, como todo buen librero, encontré en una de las mesas a Alfredo Bojórquez, “El joven librero de viejo”, como se hace llamar.

Admito que le regateé 5 pesos por un libro de la SEP, y como me hizo el descuento, lo compré. Se trata de un libro de historia de China y Japón, ejemplar de páginas avejentadas en perfecto estado; adquisición que hice influenciada por Chong (en honor a sus antepasados) y convencida de ilustrarme para un futuro viaje a aquellas tierras.

Con Alfredo estaban sus amigos, tan optimistas como él en el despegue de este negocio que, junto con su versión en vivo y a todo color, se maneja por Internet a través de un blog: www.eljovenlibrerodeviejo.blogspot.com




—Leemos en tu blog que "Volver accesible la literatura" es uno de tus propósitos, ¿qué has logrado con esta iniciativa hasta ahora?

—Acercar un poco las letras a la gente que no está dispuesta a pagarle a las grandes editoriales o no tiene mucho dinero. Soy muy flexible; estoy dispuesto a muchas cosas, por ejemplo, intercambio, o tal vez hasta préstamo. El fin es leer, para eso abrí este negocio, no quiero que yo ni nadie deje de leer cosas de calidad a precios honestos.

¿Cómo te fue en Santa Lucía? ¿A cuánto llegaron las ventas del día?

—No muy bien, vendí $350. Hace unas semanas en la Feria del Libro Usado del Parque de las Américas me fue mucho mejor.

¿Qué te llamó la atención de la gente que se acercó a tu mesa?

—Precisamente eso es lo más interesante del negocio, la gente; así como está el comprador más común, que se lleva Superación Personal, Esoterismo o Gabriel García Márquez, están los que te enseñan de libros, o a los que les haces el día al darles el libro que tanto querían conseguir. En la sensación de brindar un servicio tan satisfactorio es donde encuentro la magia de dedicarme a esto.

¿Qué te resulta interesante de la competencia?

—Los diferentes criterios de valoración que se le dan a las mismas obras.

¿Cuál fue tu primer compra de libros para el negocio?

—Lo primero que vendí fueron mis libros. Es el primer puente que se cruza para dejar de ser lector y convertirse en librero de viejo.

¿Cómo se ha ido modificando tu catálogo de existencias desde que empezaste a la fecha?

—Tengo buenos títulos en ciertas épocas. Todo gira muy rápido.

¿Quién determina el precio de los libros que compras, tú o el vendedor?

—Yo ofrezco y el vendedor le sube o, desde el principio, te dicen una cantidad y casi siempre se regatea.

¿Has visitado bibliotecas personales a la venta?

—Completas no, no es usual. Casi siempre es gente que necesita dinero, espacio en su casa o que tiene libros que le dejó alguien y nunca leyó.

¿Cuentas con un espacio donde se puedan ver los libros o piensas manejarlo todo por Internet?

—Por lo pronto tenemos servicio a domicilio gratuito para compras arriba de $100 en www.eljovenlibrerodeviejo.blogspot.com También pueden visitar mi casa, y yo acudo, cada vez que se dan, a Ferias de Libro Usado. La tirada es establecerme formalmente, pero esto tomará el tiempo que sea necesario. Ahora que voy arrancando no es fácil por que uno apuesta por tales libros creyendo que se venden, y no es siempre así. El problema es que quien vende lo quiere hacer caro y quien compra, barato. El comprador de artículos usados la mayoría de las veces quiere pagar menos.

¿Qué futuro le ves al negocio de la venta de libros usados en Mérida?

—Como a todas las cosas de medio uso, le veo poco futuro. Sé que con este negocio me estoy arriesgando a trabajar mucho y ganar poco, así es el reciclaje, pocos lo valoran. Incluso en la calle Donceles del Distrito Federal, donde hay librerías de viejo con libros de hasta $75,000 pesos, se gana lo justo. La filosofía de respetar el medio ambiente y tu trabajo (dinero) a través de comprar cosas de calidad de medio uso, está siendo aplastada por un mercado consumista despilfarrador que crece día a día. Pero debe de haber futuro, no existen libreros de viejo formales en la ciudad. Solo existen ropavejeros y comerciantes de objetos usados que también venden libros, pero no saben de literatura, entonces venden caro lo barato y barato lo caro.

Como promotor de la lectura, ¿qué dirías acerca del 23 de abril, Día Mundial del Libro?

—Es un día más, como todos, perfecto para hundir las narices en un gran libro. Como promotor cultural defiendo mi campaña personal: No lean libros recomendados. No hay mejor manera de acercarse a la literatura que por los propios medios. Una vez dentro, la cosa cambia…
Referencia : http://eljovenlibrerodeviejo.blogspot.com/

Lo que el librero nunca le contará

Aunque es costumbre de la Casa no aceptar consejos y tampoco darlos, por esta vez vamos a hacer una excepción. Lo cierto es que es extraño que todavía no se haya publicado un manual de cortesanía o de etiqueta y decoro social, para que usted aprenda, exactamente, cómo debe tratar a su librero. Intentaremos, en la medida de lo posible, llenar este inexplicable vacío.José Luis Boado (librería Maestro Gozalbo, Valencia) entrevistado por la televisión

Primera norma: debe tratarlo con la generosidad de un príncipe napolitano. Efectivamente, estas librerías que usted conoce (sabe de lo que estoy hablando –pequeños escaparates que exhiben libros sorprendentemente convencionales, escritorios de madera y estanterías en roble claro; alfombras y moquetas y, en ocasiones, parqués; atmósferas más privadas que acogedoras; y clientes que afirman, en un tono de voz demasiado alto, su intransigencia respecto a un centímetro menos de margen-) estas librerías, y siento desengañarle si alguna vez fue tan ingenuo como para creer otra cosa, no son entrada, si no barrera, frontera y tierra de nadie diseñada, precisamente, para impedir que usted encuentre lo que busca. Atravesar este campo minado de libros, digamos, “normales” no va a resultarle demasiado fácil.

Segunda norma: al librero, generalmente, no le interesa el dinero y, por lo tanto, le molesta, e incluso le repugna, hablar de precio. Regatear, entonces, podría ser un error fatal. A no ser que usted sea masoquista y, verdaderamente, le guste que le traten mal, le recomiendo encarecidamente que no lo haga. Un comentario desafortunado en este sentido le invalidará inmediatamente como posible cliente. El resultado es que nunca encontrará lo que busca y el librero se complacerá en hacerle pagar caros los deshechos que había pensado regalar a la biblioteca de un hospicio. Tampoco será extraño que, tras escribir cuidadosamente su nombre, si dirección y el libro que busca, tire el papel a la basura antes que usted haya salido de la librería. Recuerde a Ramón Gómez de la Serna “Intentar ahorrar a toda costa es una de las cosas que más envejece”.

Tercera norma: el librero no tiene, a diferencia de un vendedor de aspiradoras, clientes. Tiene amigos y enemigos. Le conviene ser amigo suyo. No le pregunte nunca como va el negocio (ni esto es negocio, ni puede ir nunca bien), por su familia (el gremio tiene una altísima tasa de divorcios), ni de donde ha sacado los libros (eso se cuenta sólo a la Guardia Civil y cuando no queda otro remedio), ni por qué se dedicó a esto (es algo que el librero se cuestiona todos los días de su vida), ni ninguna otra pregunta idiota. Si usted quiere ganar su amistad le recomiendo regarle una Montblanc de gama media, unas chuletas de cordero lechal o una simple llamada telefónica el día de su santo. Tener un amigo librero es una magnífica inversión, usted no se puede imaginar a la gente que conoce, ni todo lo que puede conseguir con una carta.

Cuarta norma: el librero, aunque sea por capilaridad, sabe bastante más que usted. No le explique que ese libro ya lo leyó usted en el año 62. Sea humilde y recuerde esa noble inscripción de la Alhambra de Granada “Si me dices que no sabes, te enseñaré hasta que sepas. Si me dices que sabes, te preguntaré hasta que no sepas”.

Quinta y penúltima norma: en la medida de lo posible no nos toque las pelotas. Hacemos, para conseguirle un libro, cosas que no se podrían comentar en un colegio. Respete nuestro trabajo. Somos algo más que una máquina donde usted echa el dinero y salen los libros. Tenemos nuestro corazoncito como todo el mundo.

Corolario: la paciencia del librero, como la provincia de Cuenca, tiene límites.

http://www.bibliofilia.com/Html/curso/loqueellibrero.htm