domingo, 28 de febrero de 2016

El viejo librero, video Ciudad de México


Librería de viejo, Queretaro, México

Librería de viejo

Las lecturas del búho

Por: Rubén Cantor Pérez
Twitter: @RuCantor
Aquel que haya estado en el DF y no conozca Donceles no merece ser llamado lector. No hay paraíso tal en el Centro Histórico capitalino como esa mítica calle llena de librerías de viejo o de libros usados. Lo inencontrable será hallado y lo desconocido presentado ante nosotros.
Imagínese encontrar un libro cuya búsqueda ha durado años, pues ahí estará y a un precio bajísimo. Eso es Donceles.
El único pero es su exceso de polvo, sin embargo, un día de polvareda no mata a nadie. Todo este prólogo no sirve más que para hablar de nuestras librerías de viejo en Querétaro, porque no sólo en el Distrito gozan de esos beneficios.
Antes de continuar, me permito mandar mis condolencias a todos los bibliófilos. El Fondo de Cultura Económica deja un hueco en una de las arterias principales de nuestra ciudad, ojalá de ese árbol talado de raíz broten semillas que ayuden a hacer más respirable la cotidianidad.
Vuelvo a lo que iba. Justo la semana pasada se llevó a cabo el Tianguis de Libros UAQ, un esfuerzo encomiable donde se dio espacio a la exposición de libros usados. Lo bueno es que no tenemos que esperar un año para llegar a esas páginas gastadas. A continuación van algunas opciones.
El Alquimista: En Morelos casi esquina con Juárez está una librería que ocupa tres locales y va de libros nuevos a libros viejos. Pueden encontrar títulos desde 10 pesos y si tienen paciencia y saben escarbar encontrarán algunas joyas, por ejemplo El proceso de Kafka en 5 pesos. Eso sí, no esperen las ediciones más sofisticadas. Se obtiene lo que se paga.
El Tragaluz: En Guerrero #10, entre Madero y Pino Suárez está una librería que tiene un amplio acervo de literatura latinoamericana, sin descuidar otras nacionalidades. Los costos suben un poco más pero tienen más de dónde escoger en cuanto a calidad se refiere. Ahí he encontrado libros que ya no se editan y autores difíciles de hallar en establecimientos como Gandhi o El Sótano.
“Del viejito” (desconozco el nombre pero la atiende un señor ya mayor): Queda en Universidad esquina con Guerrero. El material que se encuentra es en su mayoría de humanidades, hay cosas tanto de cine como de literatura o arte. No hay mucho orden, pero vale la pena dedicar tiempo a escombrar las montañas de libros. El precio parece depender del temperamento del dueño, porque siempre que se le pregunta lo medita y después de evaluarte (a mí, por ejemplo, me tildó de “estudiante”) suelta el costo de acuerdo a ese estudio socioeconómico instantáneo y a ojo de buen cubero.
Por último, menciono dos más que me vienen a la mente. Una está en Corregidora casi Universidad, del lado derecho de la calle. Usualmente te aseguran que te consiguen el libro que quieres, pero al menos en mi caso eso nunca ha sido garantía. De cualquier modo, dense una vuelta, justo a la entrada hay libros a menos de 50 pesos. La otra se llama El Diván (Ezequiel Montes, entre Madero y av. del 57). Aquí hay títulos interesantes de literatura, historia y ciencias políticas.
A final de cuentas, cada una tiene lo suyo. Una librería de viejo para cada lector. Lo que sí es que son una posibilidad para aquellos que no podemos costearnos luego los libros nuevos o que queremos echarnos un clavado a lo desconocido.
Meth Z
Un queretano fue elegido por Guadalupe Nettel, Juan Villoro y Cristina Rivera Garza para representar a México en la Feria del Libro de Londres en este año. Esa razón creo que basta para acercarnos a Gerardo Arana (1987-2012).
Si al leerlo esperan una trama tradicional con inicio-desarrollo-desenlace mejor ni le intenten. El libro está compuesto por una variedad de pequeños capítulos que van conformando una especie de novela-virus que desconcierta al lector.
A tres años de la muerte del autor, Meth Z ha evolucionado y seguirá mutando en el futuro hasta convertirse en una novela icónica en la literatura queretana y nacional. Es de esos textos que a la primera aturden y que conforme se retoman se les adquiere gusto.
Es un libro que habla de una droga para escribir novelas. Una historia esquizofrénica que no aspira a nada más que a ser una buena novela.
Cuesta sólo 60 pesos, así que no hay pretexto. No creo que lo encuentren en librerías de viejo, pero el precio es demasiado accesible.
http://www.tribunadequeretaro.com/index.php/cult/4843-libreria-de-viejo

¿Se extinguen las librerías de viejo?

Desde hace un tiempo tengo esta sensación: lenta, casi imperceptiblemente, las librerías de viejo se extinguen. Ahora hay menos que antes. No es un dato basado en encuestas, ni en estadísticas, ni en nada más que mis propias sensaciones. Me pasa bastante últimamente: voy a un lugar donde mi memoria me indica que había una librería de usados, no la encuentro, busco y rebusco y por fin me resigno a que esa librería ya no está más. Buscar y rebuscar, justamente, eso que a los lectores tanto nos gusta en los estantes de esos negocios.
En realidad, que la librería no esté más no siempre quiere decir que no exista más. Muchas siguen vigentes en internet. Sospecho que el comercio electrónico es, al mismo tiempo, la causa y la solución del problema de las librerías de viejo. He comprado bastantes libros por internet. En ciertos casos, en lugar de recibirlos en mi casa, decidí ir a buscarlos yo. He retirado libros de casas particulares, de kioscos de revistas, papelerías, edificios de oficinas, tiendas de mascotas y… ah, sí, a veces también de librerías.
La venta por internet, hay que decirlo, ofrece muchas ventajas:
  • Costos mucho más bajos para los vendedores, ya que se evitan los gastos que implica un local abierto al público.
  • Se puede acceder virtualmente a enormes catálogos desde cualquier lugar del mundo.
  • Se puede buscar y comprar en cualquier momento del día, todos los días del año.
  • En la mayoría de los casos, se puede optar por recibir el producto en el domicilio.
¿Cómo hace entonces un librero de viejo, si su negocio no va bien, para resistirse a la tentación de bajar la persiana para siempre y dedicarse en exclusiva a la ventaonline? ¿Cómo reprocharle esa decisión? Me hago esas preguntas con una tristeza similar a la que siento al ver que en el 84 de Charing Cross Road, en Londres, en el lugar donde estaba la librería Marks & Co., que aprendimos a querer a través dellibro de Helene Hanff, ahora hay un local de McDonald’s. (Aquí arriba, fotos de la fachada clásica de Marks & Co., en los años cuarenta, y la actual, tomada de Google Street View. El único rastro de que la histórica librería estuvo allí es una placa en la pared, oculta en la foto por el tronco del árbol.)
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La tristeza es natural, porque visitar una librería de viejo tiene una magia incomparable. Deambular por sus pasillos como un explorador que recorre un territorio desconocido sin saber qué se puede encontrar. La emoción de pasar por las portadas o los lomos, uno por uno, a menudo palpándolos con las yemas de los dedos, que quedan sucias de un polvo un poco incómodo pero agradable. Y, cada tanto, el hallazgo del tesoro inconseguible en las librerías “normales”: ediciones antiguas, autores de rastro difícil, títulos agotados o descatalogados…
Lo dicho: el comercio por internet tiene muchas ventajas. Si uno quiere un libro en concreto, lo busca en AbeBooks, eBay o Mercado Libre y se evita una peregrinación por quién sabe cuántas librerías. Pero el más puro encanto de las librerías de viejo es otro: el placer de dar con un libro que uno no buscaba. Parafraseando a Cortázar, andamos sin buscarnos y sin saber que andamos para encontrarnos.
¿Cuántas veces no te ha ocurrido que el deseo sea posterior al hallazgo: ves un libro cuya existencia desconocías y sabés de inmediato que lo anhelabas, que el destino de ese ejemplar es abandonar la librería y acompañarte para siempre, hasta que la muerte los separe? Y te vas pensando que el dinero —el puñado de billetes que el librero te ha exigido a cambio— sí hace la felicidad.
Y algo más: para querer un libro y poder buscarlo en AbeBooks, eBay o Mercado Libre, primero hay que conocerlo. Y uno no siempre lo conoce por escuchar las recomendaciones de los amigos o leer los suplementos culturales: en muchos casos es por haberlos visto en una librería. Con frecuencia, en librerías de viejo. Si estas se extinguieran, perderíamos, también, una fuente de conocimiento.
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No es un problema exclusivo de las librerías de viejo, claro está. Hace poco estuve en Colonia del Sacramento, Uruguay, una coqueta y muy bonita ciudad de 25 mil habitantes. En todo el centro no encontré una sola librería. Recorrí después algunos barrios de la periferia: no vi ninguna y dudo de que exista alguna por allí. Les pregunté a algunos vecinos, porque me parecía raro, no podía ser que no hubiera ninguna.
—Antes había una acá en la otra cuadra, pero cerró —me dijo alguien.
—Fijate en la avenida Artigas, pero creo que no —me dijo otro.
—Mirá que yo soy nacido y criado acá, ¿eh?, pero no sé de ninguna —me dijo alguien más. Y agregó—: Es bueno saber que todavía hay gente que lee.
Ni siquiera en las tiendas de la terminal de ómnibus o del puerto —adonde arriban y desde donde parten varios barcos por día que unen esa ciudad con Buenos Aires— venden libros, ni siquiera los best-sellers de bolsillo típicos de viaje, que se suelen ofrecer junto con las revistas de crucigramas y las golosinas.
La única librería que sí supieron indicarme fue la ubicada dentro del Colonia Shopping, un centro comercial no tan alejado del centro pero que, dadas las dimensiones de la ciudad, se puede decir que está casi en las afueras. No fui.
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Por suerte, todavía muchas librerías de viejo gozan de buena salud. Se puede acudir a sitios clásicos como la calle Donceles en México, la Cuesta de Moyano en Madrid, los buquinistas junto al Sena en París, el Parque Rivadavia en Buenos Aires y tantos otros rincones que los lectores conocemos y con los que dibujamos mentalmente, en cada ciudad, nuestras cartografías particulares. Son esos rincones los que a veces nos deparan la triste noticia de ya no ser lo que han sido. En todo caso, ojalá la mía sea solo una falsa impresión y que las librerías de viejo no sean un género en vías de extinguirse. Y que sigan viviendo en su hábitat natural, sin necesidad de criarlas en cautivero para preservar la especie.

http://www.letraslibres.com/blogs/marcapaginas/se-extinguen-las-librerias-de-viejo

domingo, 21 de febrero de 2016

Donceles: donde mueren los libros



Librería Regia. Fotografías: JAVIER BRANDOLI
EL mundo, España

Donde mueren o donde resucitan. En esta calle del centro del DF están las mayores librerías de viejo del mundo y, entre ellas, una legendaria dinastía de mercaderes: los López Casillas.
Hace casi 90 años, cuando el adolescente Nicolás, el tío Nicolás, comenzó a comprar libros usados de Tepito, uno de los barrios más marginales de Ciudad de México, y su madre le preguntó una mañana qué pensaba hacer con tanto papel acumulado entre las estrechas paredes de su casa, no se imaginaba que, casi 100 años después, su familia acumularía millones de obras de segunda mano encementerios vivos donde los manuscritos esperan durante décadas, derramados por el suelo o acumulados en enormes estanterías, que alguien les dé vida. La Calle Donceles, en pleno centro histórico, huele a polvo y papel. A final y principio. A milagro de tinta donde encontrar libros garabateados por García Márquez o crónicas del Siglo XVI.
Los López Casillas son una estirpe (una novela real y por escribir, encerrada entre sus millones de libros en venta), una parte esencial de esa maravilla mexicana bautizada con un bocado de literatura: Librerías de lo Viejo. Las hay en la capital, Guadalajara y Aguascalientes. Inmensos almacenes, guaridas o fondos de olvido donde el mundo se hace letra. Nada que sea o haya sido puede no estar en este universo de madera tratada. Hay estanterías tan grandes y repletas de libros que pareciera que en el mundo no hubiera espacio para más palabras. La suya, como bautizó Juan, uno de los 11 hermanos libreros de los López Casillas, comienza a ser la narración de un fin: La Última y Nos Vamos, La Muerte de los Libros, se llama su quinta y última librería abierta hace pocos años. Otros de sus protagonistas son más optimistas.
¿Cuándo muere un libro? "Cuando esta en una estantería y nadie los consulta. Pasa también con las librerías privadas que se usan para decoración. Aquí no son libros muertos, son libros a la espera de ser releídos. Cada vez que un libro se vuelve a leer, recupera su vida y no sólo eso, sino que una mancha de café, una nota o una fotografía que haya dentro invitan a una reflexión sobre el propietario anterior", explica Francisco López Casillas, otro de los hermanos libreros. Antes, sentado con una silla entre los estantes de uno de sus "almacenes" nos explica cómo comenzó todo, porque como toda buena historia, las librerías de lo viejo tienen su inicio, nudo y desenlace:
"Tras comenzar vendiendo en mercadillos, el tío Nicolás abrió dos librerías, La Estrella y el Hotel, en la calle Miguel Hidalgo. Una la atendía su hermana soltera Berta y su madre (mi madre y mi abuela). Mi mamá se va inmiscuyendo pero se casa y como mujer de su época no era permisible que trabajara en una tienda sin cuidar su casa. Por cosas fortuitas, mi tío Nicolás debe irse del DF y mi tío Miguel se hace cargo de sus librerías y, en 1947, invita a mi papá a que trabajé con él en las librerías de la familia", explica Francisco.

Saga y embrollo

Algunos problemas hacen que su padre dejé de trabajar con su familia política y monte sus propios negocios. Poco a poco va aprendiendo de este universo de papel viejo y, mientras su mujer se queda en casa con sus hijos, él va convirtiéndose en un experto comprador y vendedor de libros. "Mi padre nos llevaba todos los domingos a todos los hermanos varones (son 11 en total, contando niñas y niños) a montar el puesto de venta del mercado de la Lagunilla. Ahí aprendimos este oficio"
Entonces, la familia, ya convertida en una larga estirpe dividida en troncos comunicantes, desembarca en la calle Donceles, en pleno centro histórico de la capital mexicana. "En el año 68, mi tío Miguel, que cuidaba las librerías de mi tío Nicolás, le dice a mi mamá que quiere poner una librería en Donceles. Se une a otro hermano y ponen una de las primeras librerías. Curiosamente, mi tío Nicolás le dice a su hermano que le da el dinero para poner el local pero le pide que le dé a Berta, mi madre, la mitad del dinero para montar su propia librería también. Luego, a la semana de hacerse cargo, mi papá saca a mi mamá del negocio y le dice que debe estar atendiendo a sus hijos. Mi mamá se pasó toda la vida queriendo ser librera, era una ferviente lectora. Cuando mi papá puso su primera librería, él debía salir a ver a clientes y la librería la atendía su madre (mi abuela). Entonces cuando mi abuela paterna necesitaba algo se iba corriendo seis calles a preguntarle a mi mamá: 'Oye Berta, ¿qué hacemos con esta venta?' Y entonces mi mamá le decía: 'Doña Josefina, no deje al cliente esperando, si el cliente le dice ofrézcale'. Mi mamá le daba muchos consejos a mi abuela para que pudiera funcionar la librería".
De los 11 hijos (dos han ya fallecido) decía el patriarca que "ninguno quería ser librero". También su madre se esforzaba porque los chicos "estudiáramos y nos dedicáramos a otra cosa". Pero todos acaban metidos en el negocio de los libros usados. Comienzan a abrir librerías, en algunos casos asociándose entre ellos en diversos barrios y van acercándose a su objetivo: la calle Donceles. El devastador terremoto de 1985 derriba un almacén de su padre, Ubaldo, que decide regalar la inmensa colección allí guardada a su hijos para que monten sus negocios. "Entonces comprábamos todo y ya no teníamos espacio donde guardar los ejemplares. Cuando alquilamos por fin en Donceles decidimos bautizar el primer negocio en honor a mi papá como 'Ubaldo López e Hijos: el mercader de libros'. Mi padre decía que un mercader, a diferencia de un vendedor de libros, sabe lo que vende y conoce los libros que tiene a su disposición. Él no necesitaba sacar un libro de la estantería para saber el autor o edición de un ejemplar, tenía una memoria prodigiosa".
En los siguientes años los López Casillas abren ocho negocios de venta de libros usados en Donceles. "Teníamos una competencia con las casas de fotografía en la calle. Nos peleábamos por los locales. Eso hizo que subieran las rentas. Los predios sabían de antemano que los López Casillas o las casas fotográficas iban a por ellos".
El tiempo, sin embargo, fue derribando algunas alianzas familiares, eliminando a los socios y dejando solos a los hermanos. "Lo prioritario es el amor por el libro impreso. Somos hermanos, nos queremos mucho, pero somos muy respetuosos con nuestros negocios. Somos independientes. tenemos una competencia implícita, no explícita", explica Francisco. "No competimos porque no hay clientes ni por los que competir", dice después su hermano Juan con una sonrisa.
La familia, que ha movido una incalculable cantidad de libros por sus casi 100 años de amor al libro usado, fue diversificando el negocio: "Mi papa decía que los libros buenos era de Derecho e Historia de México. Mi hermano Ubaldo (el mayor) comenzó a buscar otro tipo de libros y mi hermano Juan implementó el detalle de que debíamos de aprender de toda clase de libros", recuerda Francisco.
La librería Regia, en Donceles, que se anuncia como la mayor de México es propiedad de Juan, que calcula que su oferta es de "más de 1.000.000 de ejemplares". Francisco dice que, una vez, un empleado suyo quiso calcular más o menos los libros de una de sus librerías de Donceles. "Calculamos 450.000 en exhibición y más de 1.800 cajas repletas de libros que tengo en una casa de la Colonia del Valle".
Entre ellos hay anécdotas como la de una serie de libros que Francisco compró con las iniciales GGM y que a falta de algunas averiguaciones parece que corresponden a la biblioteca privada de García Márquez. "Encontré todo un lote de libros usados, muy subrayados y marcados con las siglas GGM y una fecha. Entonces me puse a indagar y decidí comprar el conjunto de 80 o 90 libros. Tras varios años, antes de que falleciera García Márquez, me puse a revisar su grafía. Curiosamente hace unos meses encontré a alguien que conocía la biblioteca personal de García Márquez y que, al revisarlos, me dijo que era de la biblioteca de él. En alguno hace críticas con anotaciones a la obra de Octavio Paz".
¿Qué cuesta ahora si es su firma? "Sigo investigando tras 10 años. Esta persona me dijo que me va a conseguir una cita con Álvaro Mutis y poder revisar la biblioteca que él se quedó de García Márquez. Una primera edición de Cien años de soledad puede estar en 30.000 pesos (1.600 euros) . Si está dedicada, puede valer 70.000 y 80.000 pesos (3.500 o 4.000 euros).
Encontrar esas joyas es parte del negocio. "Mi papá compraba grandes obras y las vendía al día siguiente. Yo tengo algunas allí que ya tienen 20 años en el estante", dice Juan, que nos enseña obras olvidadas en su librería del siglo XVI y XVII. "El libro más caro que vendí en mi vida, La Conquista de la provincia del Itzae, de 1705, me lo robaron. Por una confusión de un vendedor mío se lo llevó un cliente como un tomo doble. Conseguí localizarlo por el banco y aunque le pedí que me lo restituyera, él me dijo que se lo había regalado a su padre y ya no podía devolvérmelo. Estaba rodeado de cuatro abogados y al final convino en pagarme el precio real que tenía. No voy a decirle cuánto era, pero sí le diré que,tras años de investigar, su valía fue multiplicado por 100 el valor inicial que le pusimos. Me da mucha pena, el gran orgullo de un librero es saber vender un libro", recuerda Francisco.
El precio de un libro, saber ponerlo, es una de las cualidades que debe tener un librero o mercader de libros para el patriarca Ubaldo: "Se investiga con los catálogos y se estudia la obra", señala Juan. "Requiere mucho trabajo, mucho conocimiento. Si algo tenemos los López Casillas es que somos muy trabajadores", apunta Francisco.
La muestra está en ese hermoso rastro de Donceles. Allí se acumulan los viejos almacenes de libros amenazados de desidia. ¿En 30 años existirán las librerías de lo viejo? "Yo apuesto a que sí. Mi hermano Mercurio sostiene que, en 10 años, no habrá librerías y en 15 años, no se imprimirán libros. Los niveles de venta están bajando mucho. Del año pasado a éste nosotros hemos bajado un 30 o 40%", responde Francisco. "El daño nos los está haciendo nuestro vecino gigante, Estados Unidos, y la llegada de los ebook y la comercialización sólo de lo rentable", incide.
"Ahora hay que rebajar el precio para vender. Antes a las librerías venían intelectuales y gente con dinero. Yo voy a cerrar una de mis librerías en un año y en cinco pienso quedarme sólo con una", dice Juan que, en la segunda planta de su librería Regia, señala una montaña de libros que irán a la basura: "Me sale más caro llevarlos a vender como papel que tirarlos a la basura", afirma. Una decisión que no evita que cada mes compre entre 5.000 y 10.000 libros. Su hermano Francisco también confirma esa fiebre compradora: "Los López Casillas no paramos de comprar libros pese a tener muchos en bodega, muchos empleados y pagar mucho en renta de los locales. Seguimos apostándole al libro usado impreso".
"El negocio de los libros usados no morirá, solo cambia su forma. Al contrario será mayor pues la falta de libros impresos lo volverá objeto de culto. Lo veremos en los próximos años", dice César Diz, dueño de una librería de lo viejoen Aguascalientes. "El mayor enemigo de los libros es la falta de una educación científica, critica y metodológica". concluye.
Cae la tarde en Donceles y las puertas de muchos de esas inmensas librerías echan el cierre. Desde fuera, desde la calle, parece imposible imaginar dónde llegó aquella idea del Tío Nicolás de comprar libros y revenderlos en las calles. El mensaje de Juan, al comienzo de la calle, es claro: "La última y nos vamos. La muerte de los libros".
Referencia:http://www.elmundo.es/cultura/2016/02/10/56ba45c8e2704e0d198b4641.html

La Feria del Libro Antiguo, un espacio para coleccionistas

La Feria del Libro Antiguo, un espacio para coleccionistas

sáb, 20 feb 2016 22:50

Ciudad de México. En la calle de Tacuba, en el número 15, la Coalición de Libreros realiza su XXVIII Feria del Libro de Ocasión. El histórico recinto enclavado entre las calles de Bolívar y Filomeno Mata sirve nuevamente de sede a esta muestra bibliográfica y cultural inaugurada apenas el pasado miércoles 17 de los corrientes.
César Sánchez Obregón, representante de la Coalición, se muestra optimista al afirmar: “Sabemos que el país está padeciendo recortes, desempleo, inseguridad; sin embargo, para nosotros es un logro mantenernos y que exista esta Feria. Esto es alentador. En esta ocasión no tenemos expectativas de crecimiento, pero, mantenernos vigentes mientras esperamos tiempos mejores, es una ganancia”.
Lo mismo, piensan los expositores, parte medular de la realización de este muestrario bibliográfico, quienes ya instalados en los amplios salones de este señorial inmueble, esperan pacientes la llegada de visitantes/compradores. Sánchez Obregón, agrega: “Dependemos de la participación de los expositores para realizar la Feria; contamos con 70 stands con los que solventamos los gastos de funcionamiento de la Feria.”
Para después convenir “Somos la feria más representativa de libro antiguo, del libro de viejo; moderadamente, nos hemos llamado del Libro de Ocasión, porque tomamos como una responsabilidad abrir para el público una oferta seria de libro antiguo; sin ser pretensiosos, logramos, más o menos, cubrir esta expectativa. Tenemos, por ejemplo, la industria editorial paralela a nosotros en la FIL de Minería y nosotros, simple y sencillamente ofertamos buen material para coleccionistas: hay primeras ediciones, libro raro y antiguo. Esta es la fuerza y distintivo que tiene nuestra Feria, por lo mismo, logramos distinguirnos de las ferias del libro de viejo. Esta es la feria del libro antiguo.
Con la llegada de La feria del Libro de Ocasión a este inmueble de Tacuba 15 construido en 1870 se abrieron nuevas posibilidades. “Creemos que es un logro, a raíz que salimos del Museo Nacional de Arte (Munal), que pudiéramos tener la posibilidad de contar con un auditorio y poder convocar a una serie de investigadores, cronistas, periodistas; invitar a gente del ámbito literario para que nos pudieran apoyar, y así, el público que nos visita pudiera encontrar una oferta cultural digna; porque aquí no se trata de nomás cubrir el rublo de ‘hagamos una actividad cultural’ y programar cualquier cosa.
Nos hemos esmerado en conseguir el respaldo al convocar a instituciones como a La Asociación de Cronistas, a Clío, a Canal 11 con sus documentales y a diferentes instancias culturales. Lo relevante, es la calidad de los participantes” entre las actividades culturales destaca una mesa redonda organizada por la Anpec para recordar a Lalo Tex el próximo lunes 22 a las 19:00 horas con la participación de Chucho Tex y Rod Levario, Brenda Cortés y Jorge Almazán.
Durante el transcurso de la Feria -termina el domingo 28 de febrero- repartirá entre los visitantes un folleto con tres interesantes textos y todos los días se realizarán conferencias y funciones de cine; como actividad sobresaliente, el día 24 se ofrecerá una visita guiada por las instalaciones del Palacio de Mármol, también conocido como el Casino Metropolitano. Entrada libre a todas las actividades y venta de libros. Horario de 10:00 a 20:00 horas.
Referencia:
http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2016/02/20/en-la-feria-del-libro-antiguo-material-para-coleccionistas-2887.html