miércoles, 26 de diciembre de 2012

Amor heredado por la literatura (Librería Manuel Porrúa)


Un acto organizado por la Feria Internacional del Libro fue extraordinario.
El homenaje al bibliófilo que, por primera vez, es entregado a una mujer y a una mujer joven comprometida con México a través del rescate de la memoria bibliográfica, el fomento a la cultura a través d la lectura, los museos y las bibliotecas ambulantes.
María Isabel Grañén Porrúa hereda por tradición el amor a los libros debido a que su abuelo, don Manuel Porrúa, dueño de la la librería y de la editorial en 5 de Mayo de la ciudad de México -en el Centro Histórico- la llevaba con frecuencia para fomentarle el amor a la cultura a través de los textos.
Labor
Don Manuel estaría orgulloso del resultado de esta acción : María Isabel -doctora en historia- a los 44años ha fomentado la creación de diversas asociaciones civiles entre ellas Adabi de México, cuyo objetivo es la preservación de la memoria histórica del país, apoyando a las instituciones públicas y privadas en el área cultural.
La homenajeada es ejemplo de entrega y pasión por un ideal.
Casada, con dos hijos, vive en la ciudad de Oaxaca donde ha promovido junto con su cónyuge, originario de ese estado, innumerables obras como podría ser el Museo de la Filatelia, el ex convento de San Pablo, que es la sede del centro cultural que ella preside; y la biblioteca infantil.
Además ha rescatado diversas bibliotecas y puesto a disposición del público la Burgoa de la que es directora, la biblioteca Henestrosa, que se encuentra en una casona restaurada para ello; y la infantil, a donde acuden chicos que no tienen la oportunidad de adquirir libros para leer.
Y el museo textil de Oaxaca para revalorar el trabajo de la mujer oaxaqueña y ha realizado temas de investigación hacia los grabados coloniales del siglo XVI y XIX.
Antes de su discurso vimos un vídeo, cuyo fondo tenía a la maravillosa biblioteca Burgoa, donde ella explicaba de manera sencilla su trayectoria cultural.
Estilo oaxaqueño
La mujer -que es delgada, alegre, y siempre vestida a la usanza oaxaqueña es admirada y querida en la tierra que ella ha adoptado como suya- vestía para su homenaje un terno blanco, alhajas diseñadas por su amigo y mentor, el artista Toledo, y tenía el cabello recogido y coronado por una trenza al modo de Frida Kahlo
Desde la primera fila, junto con el hijo mayor, el marido -su apoyo- la miraba con admiración y cariño.
La madre de Isabel me comentó que la tradición seguía… Le lee cuentos todos los días a sus nietos y les fomenta el amor a la cultura a través de los libros.
http://yucatan.com.mx/imagen/amor-heredado-por-la-literatura

Historia de la Librería Porrúa




La historia de Porrúa ha corrido de manera paralela con la historia de México. La formación de una de las empresas mexicanas con mayor historia y tradición, no ha sido fácil; sin embargo, el tiempo y la dedicación han hecho que esta editorial y librería continúen en desarrollo.

En la segunda mitad del siglo XIX, provenientes de Pie de la Sierra, del Consejo de Llanes, Asturias, en España, llegan tres hermanos: José, en 1886; Indalecio en 1888 y, finalmente, Francisco en 1890.
Cada uno de ellos se dedicó por su cuenta al comercio, abriendo sus propios negocios. Indalecio instaló un bazar en la calle de San Pedro y San Pablo (ahora segunda calle Del Carmen) lugar en el que en el año 1900, y bajo el anuncio de "Compramos Bibliotecas", invita a sus hermanos a trabajar con él para dedicarse a la compra-venta de libros de ocasión.

Lograron reunir varias bibliotecas importantes, no sólo por su calidad sino también por los personajes a quienes pertenecieron: la de Lancaster Jones, de Riva Palacio, del Padre García, la de Alemán, la de Abadiano, la de Maximiliano Baz, entre otras.
Con el fin de buscar nuevos clientes en México y el extranjero, se publica en el año de 1904, el primer Boletín Bibliográfico, llamado "La Bibliografía", al que le siguió en 1908, un Catálogo de 154 páginas, con títulos clasificados por materias en el que se comenzaron a anunciar algunas impresiones antiguas mexicanas.

Catálogos y Boletines, como "La Bibliografía", que aparecieron más tarde, fijaron por mucho tiempo el precio de los libros antiguos mexicanos señalados por su valor histórico y/o tipográfico, constituyendo una guía útil a los coleccionistas e investigadores dentro y fuera de nuestro país, de igual forma sirvieron para establecer diversas relaciones con instituciones culturales extranjeras y grandes libreros de Europa.
En 1910 inicia la labor editorial de Librería Porrúa, antecedente de nuestra Editorial, con la publicación de una Guía de la Ciudad de México de don José Romero, impresa en España, pero con el pie de imprenta de Librería Porrúa Hermanos.
Cuatro años más tarde, en 1914, se editaría el primer libro hecho en México: Las cien mejores poesías líricas mexicanas, bajo el sello de nuestra casa, preparado por Antonio Castro Leal, Alberto Vázquez del Mercado y Manuel Toussaint.

En 1915 aparecería por primera vez —y como hasta ahora la conocemos— la cabeza del Caballero Águila, dibujada magistralmente por don Saturnino Herrán, símbolo de la casa Editorial Porrúa.
Aquellos fueron los primeros años de un largo andar que hoy sigue patente.
En 1940, año en que se constituye formalmente la Editorial, el abogado don Virgilio Domínguez realizaría el prólogo para lo que sería el primer libro de la actual Biblioteca Jurídica Porrúa: Introducción al estudio del derecho, del doctor don Eduardo García Máynez. En esa misma fecha, nace la Colección de Escritores Mexicanos, bajo la dirección de don Joaquín Ramírez Cabañas, la cual ha reunido obras maestras de la literatura mexicana, desde la época colonial hasta nuestros días. Una década más tarde, aparecería la Biblioteca Porrúa de Arte, la cual trata de agrupar lo mejor del arte y la arquitectura de México y del mundo.

En 1959, bajo el nombre de "Sepan Cuántos…" , bautizada así por el ilustre Alfonso Reyes, aparecería la célebre colección dedicada a las obras clásicas de todos los tiempos, bajo el precepto: "la cultura al alcance de todos".
Escritores, historiadores, sociólogos e investigadores han contribuido a formar ésta, que es una de las colecciones de mayor renombre y trascendencia. "Sepan Cuántos…" ha permitido el acceso a los grandes clásicos de la literatura universal y a una serie de ensayos, epístolas, documentos históricos, antologías, poemarios, etc.

Los prólogos de muchos de los volúmenes de esta colección han sido realizados por escritores de la talla de Sergio Pitol, Juan José Arreola, Salvador Novo, Miguel León Portilla, Carlos Monsiváis, entre otros. Dentro de sus colaboradores, Porrúa se ha honrado con la presencia de personajes como: Montes de Oca, Teixidor, María Garibay, etc.
Más tarde, vendrían en 1964, El Diccionario de Historia, Biografía y Geografía de México, bajo la dirección del Padre Ángel María Garibay K., y en 1992, con la aparición de Las Aventuras de Don Quijote, una nueva serie llamada Biblioteca Juvenil Porrúa, que busca ser un primer contacto entre los adolescentes y los clásicos de la literatura.

https://www.porrua.mx/conocenos.php

Edición y librerías: abordar juntos la crisis


Edición y librerías: abordar juntos la crisis

Las librerías están muy tocadas. Y la edición también. Los últimos meses han visto el cierre de un número considerable de estos puntos de venta, y los comentarios que se escuchan de los comerciales ahondan en la idea de más cierres a corto plazo. La edición tiene que entender que una producción a la escala como la que se está haciendo es imposible de sostener por las librerías. Me da que pensar si no habría que poner cupos a la producción para estar en las librerías. El espacio de librerías es finito y la producción tiende a infinito. Por tanto, el modelo es insostenible. Y hay algunos temas en los que considero que la edición puede echar una mano a la librería.
Por un lado, y para facilitar la venta a bibliotecas públicas, ofrecer los libros en depósito y se facturan cuando las bibliotecas pagan. Y por otro, el compartir la escala de descuentos. Digo esto porque hace unos días dos libreros de dos ciudades diferentes me comentaron el mismo problema. Ambos tenían pedidos de bibliotecas a 14 ejemplares de cada de unos 80 títulos y me decían:
—No sé pero creo que no los voy a servir, los tengo que pagar al distribuidor a 60 días y cobraré a 10 o 12 meses. No tengo capacidad financiera para aguantar 5 o 6 pedidos como estos.
Yo le señalé:
—Habla con tu distribuidor y que te haga un depósito de esos títulos. Si lo hablas previamente con cada editor te lo facilitarán. Los libros en los almacenes del editor no ganan cuerpo como el vino. Y otra cosa. Podemos compartir la escala del descuento a realizar a la biblioteca: 5% el librero, 5% el distribuidor y 5% el editor. Así ganamos todos y no se pierde ninguna venta.
El problema que se plantea de fondo no es ni más ni menos que la limitada capacidad financiera de aguante de las librerías independientes, y la carencia de un pacto abierto entre los distintos eslabones de la cadena del libro en circunstancias tan delicadas como las que atravesamos. Se imponen a mi juicio varias cuestiones a cerrar de manera inmediata:
  • Pacto Nacional por el libro.
  • Plan Nacional de Defensa de la Librería.
  • Congreso Nacional del Libro.
  • Grupo de trabajo sobe la reinvención de la librería.
  • Plan anticrisis para incentivar el consumo de libros en librerías.
  • Formación de un sello de calidad para librerías.
  • IVA cero en el libro (digital o papel, y si no es posible por imposición de Bruselas, el superreducido tanto en papel como digital).
  • Deriva de todas las compras institucionales hacia las librerías de planta a calle.
  • Retirada de los carritos de compra de las webs editoriales.
  • Apoyo financiero y medidas de desgravación, fondos ICO de créditos blandos, apoyo por desgravación a la política de alquileres en los barrios para librerías.
  • Código de buenas prácticas del sector.
  • Apoyar la agrupación de las librerías en cadenas.
  • Formación de redes y comunidades: lectores-librerías-edición independiente.
  • Puesta en marcha de un canal de televisión sobre el libro en Internet Constitución de un centro nacional de formación en torno al libro de carácter intergremial.
  • Puesta en marcha a partir de DILVE de una plataforma de ebooks de libreros y editores independientes, tanto con descargas como en la nube para la venta a bibliotecas públicas y académicas.
  • Campaña de explicación de la propiedad intelectual y de por qué hay que comprar en librerías con presencia de libreros y editores en colegios e institutos, mediante charlas periódicas.
Para finalizar, reitero que la defensa de las librerías no pasa tanto por discursos ampulosos como por el desarrollo de arquitecturas organizativas y estructurales del sector y sus mercados mucho más complejas. Y en este reto la edición independiente debe comprometerse.
Hace unas semanas leí que el Gobierno Británico había encargado un estudio (Informe Mary Portas) sobre el futuro de las calles comerciales, y entre las recomendaciones del informe aparecían la conveniencia de abrir librerías en esas calles reduciendo las rentas y alquileres a ese tipo de comercio equilibrando así la competencia de los minoristas de Internet, facilitando el parking gratuito y una tasa única impositiva. Pero el hecho importante a destacar es que la librería aparece como un tipo de establecimiento de marcado carácter estructurador del propio barrio. A ver si por estas latitudes vamos haciendo algo semejante. Es por ello que el objetivo de reinventar la librería, siendo intrínsecamente difícil, nos pone ante el reto de hacerlo extremadamente fácil. En una ocasión le escuche a Valeriano Bozal decir que a las librerías le pasa como a los bares, cuantos más hay más venden. Recupero la frase de Lola Larrumbe (Librería Alberti): hacer libros es un arte pero venderlos es un milagro.
http://www.expansion.com/2008/04/21/empresas/1114492.html

Esforzarse por inventar lo viejo (o cómo salvar las librerías)


Esforzarse por inventar lo viejo (o cómo salvar las librerías)

24 FEBRERO, 2012
Manuel Gil publicó hace unos días en su blog Antinomias Libro un artículo muy interesante en el que ofrecía varias posibles estrategias para salvar las librerías independientes. Y mientras leía su artículo, no podía evitar acordarme de mis inicios en el mundo editorial como distribuidor.
Librería Pérgamo de Madrid. Imagen tomada dehttp://madridtipografico.blogspot.com.
Durante el tiempo en que trabajé para la distribuidora exclusiva de una editorial que no viene al caso mencionar, tuve que visitar (y no exagero) alrededor de dos terceras partes de las casi 500 librerías de la Comunidad de Madrid. Esto lo digo también para dejar claro que mis opiniones sobre las librerías se basan en una muestra que considero bastante representativa.
Mi impresión de las librerías que visité (y reitero que estoy hablando de más de 300 establecimientos distintos) fue, por lo general, muy negativo. Y no hablo desde la perspectiva del distribuidor que ha de colocar un producto y regatear unos descuentos, ya que tuve la suerte de no ver mi sueldo condicionado a ventas, algo muy raro en el mundo del comercial de la distribución. Claro que mi situación era excepcional, como excepcionales eran las adversas condiciones en que tenía que hacer mi trabajo a diario.
Si mi impresión fue negativa en general, lo fue porque en la mayoría de los casos los libreros con los que traté vendían libros como podían vender chucherías, bragas o disfraces.De hecho, algunos de ellos solo tenían licencia de librería para poder vender libros de texto al comienzo del curso escolar y unos cuantos best seller el resto del año, como complemento a los ingresos de negocios tan diferentes como mercerías o frutos secos.
A la mayoría de esos negocios, aun cuando carecieran de valor alguno para la cultura o el fomento de la lectura, les reconozco no obstante una importancia como parte de sus barrios, en el sentido que defendió Jane Jacobs en su Death and life of great American cities, y que está en la base misma del Informe Portas sobre las calles comerciales que Manuel Gil cita en su artículo.
Lo que no equivale a afirmar que tuvieran algún valor cultural. Porque si algo tengo claro desde que trabajé en distribución, es que la mayoría de las librerías independientes carecen por completo de valor cultural.
Si una afirmación así escandaliza a alguien, es porque no estamos atribuyendo el mismo significado a la expresión “librería independiente”. Yo me atrevo a hacer una declaración tan tajante solo porque estoy considerando librería independiente a todo local que vende libros y no forma parte de una cadena de librerías.
No viene muy a cuento para este artículo, pero me gusta Forges.
Por supuesto, esto incluye las papelerías que venden las lecturas que se prescriben en los centros escolares próximos y libros de texto. Reconozco a estos negocios un valor para la vida de sus barrios, pero no para la cultura.
Las librerías a las que sí reconozco un valor como difusores de la cultura, como uno de los mayores centros de fomento de la lecturajunto con las bibliotecas, están viviendo tiempos difíciles. En eso, coincido con Manuel Gil.
En lo que no coincido es en las recetas que propone. Tal vez porque la heterogeneidad de las librerías es tal, que haría inviable su aplicación en la mayoría de los casos. Y porque, además, requieren un gran apoyo económico por parte de la Administración pública, ya sea por la eliminación del IVA para libros o la reducción en otros impuestos; o por la financiación del ICO, que no olvidemos es la agencia financiera del Estado.
Una de las principales objeciones al artículo de Manuel Gil es que se basa en varios axiomas:
  • Las librerías son buenas para los barrios donde se encuentran y sirven para estructurarlos, en contraposición a, digamos, otro negocio cualquiera que no venda libros.
  • La desaparición de las librerías sería una tragedia.
  • Sabemos de qué hablamos cuando hablamos de librerías independientes.
  • Las librerías que llama independientes, sin precisar en qué consiste esa independencia, tienen todas valor cultural.
Me refiero a estos presupuestos del artículo de Manuel Gil como axiomas porque eso es precisamente lo que son: proposiciones que toma por tan evidentes, que no requieren demostración.
Pero sí necesitan una demostración, porque no solo no me parecen evidentes sino muy dudosas.
Vayamos axioma por axioma.
El axioma de la librería como cohesionador social
¿Qué hace que una librería cohesione más un barrio que, por ejemplo, una panadería o una ferretería a la que acuden los vecinos?
La cohesión de los barrios depende de muchos factores, entre ellos la capacidad que tienen para mantener sus calles activas a lo largo del día, por medio de espacios públicos compartidos y de negocios de todo tipo, pero sobre todo aquellos que sirven de punto de encuentro.
En este sentido, podría decirse que una panadería o un bar son mayores cohesionadores sociales, pues atraen a todo tipo de gente, mientras que las librerías atraen a vecinos que comparten un interés muy específico, y eso solo en el mejor de los casos.
El axioma de la tragedia de la desaparición de las librerías independientes
La situación actual está ayudando a que aparezcan muchas editoriales independientes de escasa entidad aún, pero que están encontrando en Internet un modo de ganar un público. Esto es esencial, y cuestiona el axioma de la tragedia de la desaparición de las librerías, entendidas como locales de venta de libros a pie de calle, independientes o no.
Porque las librerías independientes hasta ahora no han podido conceder a muchas editoriales pequeñas la masa crítica de compradores necesaria para su supervivencia.
En esencia, la pregunta (muy común en estos últimos años) es si el papel de las librerías como mediadoras entre oferta editorial y compradores de libros será necesaria en el futuro, o si esa intermediación le está siendo “usurpada” por otros agentes que harán que las librerías sigan desapareciendo de las calles.
¿Por qué tenemos que influir con ayudas en el mercado para mantener a las librerías en su viejo papel, cuando hay otros mecanismos que pueden ser más eficaces para difundir la oferta editorial y hacerla llegar a lugares donde la librería no podía llegar?
El axioma de la independencia de la librería independiente
Sin ahondar más en este axioma, creo que basta con hacerse las siguientes preguntas:
  • ¿Es librería independiente la que mantiene un espacio para libros de editoriales independientes?
  • ¿Es librería independiente solo la que no forma parte de una gran cadena de librerías?
  • ¿Es independiente la librería que vende solo lo que considera valioso culturalmente, sin importarle si hace suficiente caja para pagar el alquiler del local?
  • ¿Deja de ser independiente una librería cuando empieza a necesitar vender papelería, best sellers o juguetes?
El axioma del valor cultural de las librerías independientes
Este axioma quedaría desmontado por las mismas preguntas acerca de qué hace que una librería sea independiente.
Estoy seguro de que casi todos los que nos consideramos letraheridos podríamos ponernos de acuerdo acerca de qué librerías tienen valor cultural y cuáles no. Sin embargo, en el artículo de Manuel Gil esta cuestión es imprescindible para definir aquellas de sus propuestas que requieren ayudas económicas públicas.
Porque, ¿estamos dispuestos a conceder ayudas a todo local con licencia de librería? ¿O queremos restringirlas para evitar que se beneficiara de ellas un establecimiento que solo tuviera licencia de librería para vender libros de texto y centrarse el resto del año en otros productos?
El viejo modelo intervencionista
La respuesta a la pregunta sobre si restringir o no las ayudas se puede intuir en la propuesta de Manuel Gil de la creación de un sello de calidad para las librerías. La idea de esta marca de calidad me gusta, como me gusta la idea de que los libreros tomen conciencia colectiva de las dificultades de su trabajo y busquen soluciones. Pero esto último ya lo hacen, reuniéndose en los congresos de libreros.
Voy a tomar el sello de calidad como ejemplo paradigmático de los problemas que crea, más que resuelve, Manuel Gil con su lista de propuestas. Supongo que un sello así lo otorgaría alguna entidad gremial como CEGAL. Y supongo que, si se pretende ser selectivo con respecto a la clase de librerías que se podrían beneficiar de las ayudas propuestas (para evitar que las ayudas lleguen a la mercería librería que adquiere la licencia solo para vender libros de texto), haría falta una entidad que mediara entre la Administración que las concede y los negocios que las solicitan.
Librería Rafael Alberti de Madrid
En resumidas cuentas, se aboga por un mercado que mantendríamos de manera artificial con ayudas públicas, concedidas recurriendo a alguna entidad gremial que haría de intermediario y, por decirlo de una manera clara, repartiría el dinero recibido de la Administración. Y todo para, como decía arriba al hablar del axioma de la tragedia de la desaparición de las librerías, proteger a toda costa un statu quo que sufre el asedio de los cambios en el mercado editorial.
Tengo la suerte de que en mi barrio hay una librería independiente de calidad: Rumor. A mí tampoco me gustaría que desaparecieran librerías como Rumor, como la Rafael Alberti de Madrid, como JarchaLaie (que está adaptándose mejor que otras librerías) u otras más modestas, como Arriero de Torrejón de Ardoz.
Pero tampoco querría que sobrevivieran a base de ayudas públicas, como si fueran reliquias que hubieran de recordarnos un tiempo en el que, para comprar un libro, había que ir a una librería y, si no tenías la suerte de que estuviera en sus estanterías en ese momento, pedirlo y esperar a que el distribuidor lo sirviera. Porque yo no estoy dispuesto a renunciar a ojear un catálogo inabarcable de libros en alguna librería online y comprarlo sabiendo que lo recibiré en un par de días en casa. Y no creo que las librerías se salven con códigos de buenas conductas, la retirada de los carros de compra de las páginas web de editoriales o el desvío de las compras institucionales a las librerías a pie de calle.
Si las librerías han de salvarse, y así lo deseo, será encontrando su lugar en la situación actual, no sobornando la realidad con ayudas públicas ni haciéndonos ilusiones sobre las bondades de las redes sociales o páginas web como Todos tus libros que le dicen a alguien dónde está el libro que busca. Como si un comprador de libros que sabe buscar en esa página no fuera capaz de encontrar el libro que busca.
La mayoría de nosotros dependemos  cada día menos de las librerías. No solo para la compra, sino también para lo que, en las conclusiones del último Congreso Nacional de Libreros, se llamaba “el papel prescriptor del librero”. Los lectores de hoy saben dónde encontrar los libros. 

http://agoraonunca.wordpress.com/2012/02/24/salvar-librerias-recetas/

Internet salva a los libreros de viejo


Internet salva a los libreros de viejo

Internet es la cruz y la oportunidad de salvación de los libreros de viejo. Quienes se dedican a la comercialización de libros antiguos (del siglo XVIII para atrás), de viejo (con más de 25 años) y de saldo han encontrado su modo de supervivencia en la Red. Cada vez son menos las personas que se acercan a los establecimientos en los que se arrumban obras impresas en un caos solo aparente. En cambio, el asentamiento de portales como Iberlibro y Uniliber, que acumulan en su catálogo cientos de millones de volúmenes, ha permitido que muchas librerías salgan adelante en tiempos difíciles. Los investigadores y coleccionistas ya no tienen necesidad de ir a la caza del libro raro peregrinando por estas tiendas con sabor de almoneda. De hecho, en muchas librerías el 80% de las ventas se ejecutan por Internet. Hoy, que se celebra el Día del Libro, el gremio se queja de que su público mengua y envejece. Mientras se avecina el imperio de la tinta electrónica, nadie se imagina un recambio generacional de los clientes asiduos a estos negocios vetustos.
Con todo, la decantación por el comercio 'online' conlleva una penitencia. «Se ha duplicado el trabajo. Ahora es necesario actualizar el repertorio y las fichas, contestar a correos electrónicos e informar a los clientes del estado de conservación de un volumen», asegura el presidente del Gremio Madrileño de Libreros de Viejo, Fernando Contreras. Pese a que la Red ha librado de la quema un oficio que Contreras considera se halla en «vías de extinción», Internet es un territorio «descontrolado» y poblado de intrusos. «Hay gente que se dedica a la venta de libros de segunda mano sin pagar IRPF, IVA ni autónomos», apunta el presidente de la organización. Por añadidura, para funcionar con garantías de éxito es preciso disponer de al menos 20.000 volúmenes, lo que exige el alquiler de un almacén.
Lo nuevo se alía con lo viejo. En un sector tan tradicional como los libreros de lance una multinacional nacida al calor del comercio electrónico como Amazon ha irrumpido con fuerza en el sector. El gigante estadounidense adquirió en diciembre de 2008 la compañía canadiense AbeBooks, que a su vez es propietaria de IberLibro, la web española de compraventa de libros de segunda mano. En Abebooks están disponibles más de 140 millones de libros antiguos, nuevos, agotados y de ocasión. En Uniliber, además de volúmenes de segunda mano, se pueden adquirir objetos antiguos de coleccionismo.
A diferencia de lo que ocurre en la industria editorial, el público que acude a las librerías de viejo escapa con más facilidad de las modas. Aunque es un tiempo de vacas flacas, ahora el gusto dominante se inclina por los libros de cocina, de caza y el libro local anterior a la Guerra Civil. También gozan de buena acogida los que versan sobre oficios artísticos y los de viajes, mientras que los de caza y los taurinos tuvieron su época de esplendor hace unos años.
Entre las joyas que vende Contreras figura un manuscrito original de Emilio Arrieta, un músico navarro que fue maestro de Isabel II. La pieza en cuestión es la partitura de una canción caligrafiada con tinta dorada que se vende por 7.500 euros. No obstante, se puede ser un bibliómano por precios asequibles. «Cualquiera puede comprar una edición de Calderón, Quevedo o Lope de Vega del siglo XVIII por 300 euros», dice Contreras. «Y las primeras ediciones de Galdós, Juan Valera o Alarcón están tiradas de precio».
Los libros del siglo XIX, hechos con papel de mala calidad y componentes químicos que los hacen perecederos, están bastante depreciados. No ocurre lo mismo con los del XVIII. El Siglo de las Luces constituye la edad de oro de la imprenta. Los libros de la Ilustración son los más codiciados por los coleccionistas. No en vano, fue en esa época cuando mejor se editaba, con márgenes amplios y excelentes materias primas. Si además se hallan bien encuadernados, con estampaciones y encuadernaciones cuidadas y atractivas, los precios pueden ser exorbitantes. Una obra que apetece poseer a cualquier bibliófilo es la primera edición de 'El Quijote' publicada por la Real Academia en 1780. Entonces se convocó un concurso para ilustrar la novela, al que se presentó Goya con dos estampas que al final fueron desechadas. Esta obra que los coleccionistas ambicionan ronda los 15.000 euros.
Frente a estos precios desmesurados, los libreros de lance ofertan ejemplares por unos pocos euros, y a veces ni siquiera eso. En la era de Google y Wikipedia son muchos los que quieren deshacerse de sus viejas enciclopedias y colecciones. «No las queremos ni regaladas. La enciclopedia Espasa, que es inmejorable, no se vende ni poniendo a 50 céntimos el tomo», arguye Contreras.

http://www.hoy.es/v/20120423/sociedad/internet-salva-libreros-viejo-20120423.html

El fúnebre cierre de librerías en Madrid


El fúnebre cierre de librerías en Madrid

2 DE DICIEMBRE DE 2012

Julián Sauquillo

Cartel conmemorativo del Día de las Librerías 2012, que se celebró el pasado vienes, 30 de noviembre. / diadelaslibrerias.es
Hace cerca de veinte años, en París, unos jóvenes mexicanos de clase media y alta, mexicanos bien situados en los centros universitarios de aquel país hermano, celebraban a España como el “paraíso del papel”.  Tanto elogio era más que apreciable al venir de los nietos de aquel mestizaje ilustrado de republicanos españoles y mejicanos, solidarios con la desgracia española, que fundó Fondo de Cultura Económica. Una editorial de referencia en todo el mundo de habla española sobre cuyo sello editorial mi amigoHéctor Subirats, exdirector del Fondo, se ocupó de desmentir esa anécdota frecuente que atribuye a una gran errata que se llamará así en vez de Fondo de Cultura Ecuménica. Aquel comentario tan elogioso de nuestra empresa editorial coincidió con el derrumbe económico de la editorial Bruguera y la salida de su catálogo como libros de lance a un precio de saldo. Pero, entonces, la fortaleza de editoriales como Alianza Editorial, Edicions 62, Alfaguara, Tecnos, Anagrama, Seix Barral, Visor o Hiperión  formaban una constelación de papel bibliográfico admirable. Ya desde el comienzo de la transición, mi generación –la que ha superado tranquilamente los cincuenta– comenzaba a formarse la biblioteca privada, a pie de obra, como el mayor orgullo personal. Habíamos experimentado que pasear con Confieso que he vivido (1974), de Pablo Neruda abría mundos de ensueño y, a veces, placeres físicos con las amigas. Aquel libro era un paralelepípedo mágico donde se narraba cómo el poeta rescató a algunos republicanos a la deriva con un barco. Mucho tiempo después, escuché de Jorge Edwards, en una cena privada, que los jóvenes poetas chilenos se referían a este afrodisiaco intelectual de mi generación como Confieso que he bebido, algo desmitificadoramente.
Las grandes editoriales eran impulsadas por brillantes editores, antes que nada formidables lectores, como Carlos BarralPere GimferrerJavier PraderaMario MuchnikManuel GarridoPepe Esteban… y sus ediciones brillaban en librerías de leyenda: Antonio Machado, Visor, Rafael Alberti, El Tragaluz, Méndez, Hiperión, La Librería de Mujeres, El Buscón, Fondo de Cultura Económica, Fuentetaja, Rumor, La Regenta,… Todavía en los años setenta, entrar a las librerías inquietaba a un sector de la población que no se había familiarizado con estos espacios tranquilos. Los asociaba a la gran cultura reservada para otros. El Círculo de Lectores llamaba a las puertas de los domicilios para ofrecer una compra mediante encargo de la revista del mes y hacía una difusión popular del libro admirable. El pasado miércoles 21 de noviembre, el Círculo de Lectores-Galaxia Gutemberg homenajeaba a Javier Pradera, uno de los grandes escritores, en su etapa de comunista crítico, que abrió la revisión del marxismo aún antes que Fernando Claudín y Jorge Semprún, con su abandono del partido. Quedó clara la dimensión intelectual de un hombre que aunó personas de muy diferentes ideologías y donó múltiples ideas en vez de atender, por encima de todo, a su obra como tantas fabriles hormigas académicas.
Ahora coincide el cierre de múltiples librerías –Hiperión, El Bandido Doblemente Armado, El Tragaluz, Rumor, La Regenta…–, algunas con más de treinta años de existencia, y un frenesí editorial de publicaciones, patrocinado también por pequeñas editoriales jóvenes –errata naturae, Nórdica, Capitán Swing, El Acantilado,…– mezclado con la fundación de pequeñas librerías: La Fugitiva, Tipos Infames, El Traidor, La Marabunta, La Buena Vida-Café del Libro,… con un pronóstico reservado. Se trata de toda una huida hacia delante. A pesar de constituir ambientes apropiados a la lectura, la reflexión y la tertulia, las nuevas librerías no reúnen el dinamismo comercial que sería esperable de lugares tan deliciosos. Las pequeñas librerías han acusado el bajonazo económico en las compras públicas por la red de bibliotecas de la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid. Hasta el 2010, se daban las compras necesarias para que subsistieran, pero llevan dos años de sequía absoluta de compras públicas. Ni la clase media (menguante) ni el profesorado (precario) compran suficientemente. Se ha retraído enormemente la venta en las librerías universitarias y han comenzado los ERE en este servicio imprescindible.
De las ventas de libros de segunda mano y antiguos mejor no hablamos. Las dos ferias del libro viejo y de ocasión que se celebran anualmente en Madrid son un profundo fracaso de ventas. Las librerías de libro antiguo y de ocasión se sostienen gracias a algún buscador con servicio de correos para facilitar el libro encontrado, dentro o fuera de la provincia del lector que afronta los gastos de envío –fundamentalmente, Iberlibro. Los libreros antiguos están haciendo un esfuerzo de permanencia horaria inmenso para captar clientela suficiente. Es una labor de ensanchamiento horario de empresas familiares que ya se observaba en la ciudad librera por antonomasia: Buenos Aires. No es que a algún porteño le sea necesario el libro de Lacanprologado por Oscar Masota para conciliar el sueño en plena madrugada, es que se pillan más despistados y caprichosos compradores si no se cierra ni por la noche. La necesidad hace virtud librera en las espléndidas tiendas de segunda mano de las calle Corrientes y Santa Fe de la capital argentina. Aquí, con una clase media menos amiga del libro que la argentina, va a tener que suceder un milagro para que no sean los grandes almacenes o las grandes extensiones de libros –La Central, FNAC y la Casa del Libro- las proveedoras del libro en régimen de oligopolio. ¿O tendremos que volver a la edición del libro por suscripción, a casi cien años de la publicación del Ulyses (1922) de Joyce por Shakespeare & Company en París?
http://www.cuartopoder.es/soldeinvierno/el-funebre-cierre-de-librerias-en-madrid/2849