lunes, 1 de agosto de 2016

Max Ramos, Librería Jorge cuesta , San Librorio

En diciembre de 1999, tres amigos: Juan Antonio Ascencio, Gustavo Rodríguez Quintal y yo, Max, fundamos la librería El Hallazgo. 
Libros de otras manos, papel encuadernado con noticias de esas mentes, los autores, y que pueden volverse a mostrar, es decir: la escritura con sus ruedas invisibles.
Luego me quedé en un camino solitario de librero. Juan, se me extravió en el silencio. Gustavo, va y viene; tantas veces se ha ido que siempre está presente.
Desde esos primeros días, empezaron, como delirio las noches; los sueños fueron más certeza, pues recurrentemente aparecía la figura de un hombre emergiendo desde un gran libro.
Otras noches fueron conformando la presencia de ese ser, con su manto de signos, su estructura ósea conformada por pilas de libros. Su cabello eran los tipos móviles de Gutenberg. Ese inmenso libro donde también se sumergía, tenía una parte de sus hojas mutiladas, como el conocimiento extraviado por los humanos.
Entonces, le dijimos a la escultora, una de las hermanas Luna, que realizara el bronce de San Liborio, protector de la lectura, hermano de la tinta.
El 29 de junio le empezamos sus procesiones, que entre el caos de protestas, marchas y desfiles, se iba amalgamando a la ciudad de nuestros tantísimos olores, de nuestra bacanal del ruido.
Ahora, cuando llega una remesa de uno de nuestros viejos clientes, emerge de entre un tomo, la estampa de nuestro santo.


Referencia : Librería Jorge Cuesta Facebook
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