martes, 2 de junio de 2009

Bibliófilos: ¿de qué depende el valor de un libro?

Cada vez que vamos al sótano, nos preguntamos cuanto valdrán esos libros que están allí desde los tiempos de nuestros padres y abuelos. Si desea saber que es lo que más influye en los libros, lea lo que afirman los expertos...

La oferta y la demanda es un elemento que influye ampliamente. Si bien no asegura la calidad de contenido, como cualquier objeto de mercado, el libro se determina por estos parámetros.

Existen tantas respuestas como personas, o incluso más. Pero se pueden ver algunas tendencias: Existe gente que busca en el libro una identificación con sí misma, sus ideas, o la sociedad en la que vive. Puede que estos libros le retrotraigan a su niñez, su juventud, sus familias o sus ciudades. Otros buscarán libros que tengan relación con su trabajo, o con los hobbies que practican, mientras que algunos preferirán aquellos que los lleven a lugares que visitaron, o en los que jamás estuvieron pero a los que les gustaría llegar. Un genero que últimamente ha concitado mucha atención, es el de las biografías, en el que se busca conocer la historia de aquellas personas a las cuales los lectores admiran o admiraron. En definitiva, los libros son como un cristal del espíritu humano: “dime que estas leyendo y te diré quien eres”, sería el ajuste de la clásica frase que podríamos hacer. Y formar una pequeña biblioteca personal, es una tarea muy intima y creativa.

Pensando en los fríos términos de “mercado” u “oferta y demanda”, comienzan a entrar en juego las características particulares de cada libro. Muchas editoriales, suelen sacar dos tipos de ediciones del mismo libro: la original y la de bolsillo. Las primeras suelen ser más grandes, poseen hojas mas gruesas, letras más amplias, y tapas mejor diseñadas, mientras que las segundas, son todo lo contrario, pero mucho más económicas. Luego, influye mucho la edición: las primeras tiradas suelen ser las mas caras, ya que son más difíciles de conseguir. Otras veces, influye el hecho de que el libro haya sido poseído por alguna persona muy importante (por ej. Galileo, García Lorca, Borges). Y sin dudas una de las cosas que más valor les dará, es el hecho de que estén firmadas por su autor.

Para otro experto, son otros los factores que inciden en el valor de los libros. En primer lugar, señala la historia del libro, “en la que se incluyen su buen ranking de ventas, su precio, y la opinión de los libreros sobre la seriedad de su contenido”. En segundo lugar, ubica la experiencia propia, y la intuición para reconocer un libro con mucho valor “muchas veces esos libros están escondidos, a un bajo precio, y son muy pocos los que reparan en su alto valor”.

Existe un gran número de factores. El biógrafo John Carter dijo alguna vez “Luego del interés por la belleza o importancia del libro, lo cual siempre fue un parámetro importante, las dos consideraciones más substanciales son probablemente la rareza de la edición y el estado de la copia”.

Para otros, por último, lo más importante en el valor del libro es la oferta y la demanda. “Hay muchos factores que inciden en estas variable, pero todo quedará resumido a una cuestión: el precio de tapa”. Entre los factores que afectan a esta cuestión, se encuentran “los años que tiene, las ediciones limitadas, el estado, y la firma del autor, pero nada de ello es garantía de su valor: Solo se determina por cuantos hay en el mercado y cuantos personas desearían comprarlo”.

Si el libro es viejo… ¿automáticamente tiene más valor?

Esto es totalmente erróneo. Salvo que el libro haya sido impreso antes del 1500, la antigüedad del libro no influye por sí sola en su valor. Recuerden que muchas familias suelen guardar los libros por generaciones, y tirarlos se considera un pecado, por lo que no es muy difícil encontrar libros antiguos. Además, el libro fue inventado para durar por muchos años, por lo que la mayoría de los libros pueden durar mucho tiempo, y de hecho los libros viejos (impresos luego de la invención de la maquina de papel en 1930) duran incluso mucho mas que los actuales.

Es por está razón que algunos libros de mas de quinientos años se pagan 100 dólares o menos, ya que su contenido no les interesa a nadie. Los que contienen sermones o discursos clericales son un ejemplo común de esto.

Y de la misma forma, existen libros que tienen solo cinco o diez años de antigüedad, y cuestan mas de mil dólares. ¿Por qué? Muy simple, porque fueron editados en ediciones muy reducidas, o resultaron ser mucho más populares de lo que cualquiera hubiera imaginado, o ambos casos juntos. Imagínense cuanto puede costar un ejemplar del libro “The Christmas Box” (la caja de navidad) del que solo se imprimieron veinte lujosos ejemplares, que fueron repartidos entre los amigos y parientes del escritor.

Mirando atrás, el libro parece ser uno de los objetos de arte de mayor importancia en la época medieval y renacentista, que ha sobrevivido hasta nuestros días. Un manuscrito puede llegar a valer el precio de un auto nuevo, y la próxima vez que se venda la Biblia de Gutemberg (1454-55), esta podrá costar el precio de un par de Jet de ultima generación. Los libros en general son baratos. Existen billones y billones de ellos. Y muchos de ellos se editan en solo una edición, por el hecho de sus autores no fueron en su momento lo suficiente populares, o no se contó con el dinero suficiente para reimprimirlo, pero su contenido es muy valioso.

Hay muchos libreros que guardan libros del siglo 15 debajo de sus escritorios. Todos los días, reciben gente que vienen ofrecerle este tipo de libros muy viejos a un precio elevado. Entonces, ellos responden: ¿Ve esos libros?¡Se los vendo todos por unos cinco dólares!

Pero de los millones de libros que existen en el mundo, solo una muy pequeña proporción –no mas del uno por ciento- son totalmente indeseados. ¿Por qué? Por que siempre habrá alguien, en algún lugar, que querrá Ese libro.

Para muchos expertos, la antigüedad es uno de los aspectos menos importantes en el valor de un libro. Por cierto, un libro impreso antes de 1500 tiene mucho valor, sea cual fuere. Pero muchos libros impresos en el siglo 17 o 18 son muy difíciles de vender. (Salvo que hablemos de precios inferiores a los 20 dólares). El valor de un libro reside fundamentalmente en los ojos del potencial comprador. Un librero dijo una vez que cuando algún otro librero lo llama por un libro muy raro, le cuesta dar el precio, pues no puede precisar si el comprador también es “raro”.

Caso contrario, una simple copia de un libro recientemente editado puede tener mucho valor, especialmente si perteneció a una prominente asociación, si fue firmado, tiene anotaciones en sus márgenes de un importante autor, o si está asociado con alguien de suma importancia. Si, por ejemplo, Albert Einstein hubiera estado leyendo una simple novela de detectives poco antes de morir, (y esto estuviera fehacientemente documentado), esa copia tendría un valor importantísimo.

¿Cuál es la diferencia entre un libro raro, escaso, antiguo, y usado?

El término “raro” suele ser utilizado de forma muy ligera en la actualidad, por lo que ha perdido el significado apropiado y se ha convertido en una especie de sinónimo de “costoso”, o de “viejo”. Y, aún más, hay personas que pagan cifras relativamente elevadas por ejemplar ‘raro’ solo por que era de los años veinte, y a pesar de que cualquier persona podía comprar otras diez copias de ese libro esa misma tarde.

El término “escaso” no se utiliza tanto como raro, y quizá por ello conserva su significado apropiado: Cuando un librero dice que un libro es ‘escaso’, está diciendo que no hay muchas copias disponibles.

En cambio, la palabra ‘antiguo’ nunca es utilizada por los libreros. Si usted ve un negocio en el cual le ofrecen ‘Libros antiguos’, puede estar seguro de que en esa librería no saben nada de libros.

Pero no deja de resaltar la importancia de separar este término de la palabra “anticuario”. Esta palabra, que se refiere a las casas de venta de objetos viejos, tiene una larga historia, y muy interesante. Se vienen a la mente los libros que pertenecieron a dos o más generaciones anteriores, cuyos contenidos difieren mucho de los actuales, en referencia a las historias, las artes, la ciencia, etc. Es un termino agradable, con un cierto glamour.

Cuando se habla de ‘usados’, se suele hablar de libros de ‘segunda mano’. Esto no es valorativo, sino que es un término neutral, que en el mejor de los casos se utiliza para denominar a un libro que está muy cuidado, aunque se nota que ha sido leído; y en el peor, para hacer referencia a un libro que solo se compraría si no existiesen mas copias del original.

Si un libro es realmente escaso, no permanecerá a la venta durante mucho tiempo. Incluso muchas guías de precios de internet dan valores falsos, y por seguir esos precios muchos libreros se pierden de realizar buenos negocios. Por ello mismo, muchos recomiendan tener mucho cuidado con el e-commerce.

No existe, entonces, un “diccionario de librería” que defina estas palabras, sino que solo la experiencia del librero puede hablar de ello. Pero en base a eso, hay quienes armaron este “diccionario”:

Raro: pocos ejemplares del libro pero muchos compradores. Suele tratarse de un libro de buena calidad, y de una primera edición rara, o de una edición clásica, con mucho valor histórico.

Escaso: No significa que posea muchos compradores potenciales. Puede tratarse de un trabajo de poca importancia de un autor famoso, un tratado histórico interesante, o algo asociado a una persona o acontecimiento famoso.

Antiguo: Esto vendría a ser “viejo”. Este término no se suele utilizar mucho en las librerías, ya que remiten a esas pilas de libros que estorban y nadie quiere. Algunos de estos libros parecen a primera vista muy interesantes, pero no lo son cuando se los examina de cerca, y se ve bien cuales son sus materiales.

Usado: Esto se puede dividir en libros que actualmente se imprimen, y libros que están fuera de impresión y por ende no se pueden conseguir. En este último caso, solo se puede obtener un ejemplar en una librería de usados, y es justamente por eso que poseen un precio alto. Si por el contrario, aún se pueden comprar, suelen valer la mitad del precio de tapa de los nuevos.

Cuánto incide el estado de un libro

La incidencia del estado de un libro suele ser inversamente proporcional a su “rareza”. Si un libro es muy difícil de conseguir, los compradores no suelen fijarse mucho en su estado. Sin embargo, si pudiesen conseguir diez iguales esta misma tarde, serán muy puntillosos para elegir el que mejor se conserve.

Algunos libros tienen valor solo por su estado: muchos decoradores, compran libros solo por su estado, a entre diez y veinte dólares el volumen. También están los que se interesan por la historia de la edición, y suelen por lo tanto fijarse mas en el estado del libro que en su contenido.

Si un libro está en buenas condiciones, (es decir sin rayas en el lomo, raspones en la cubierta, marcas adentro, etc.) puede valer el doble de lo que vale uno en estado normal. Existen algunas personas muy detallistas, que buscan hasta con un ‘tercer ojo’ cualquier defecto que pueda portar un libro. Esta gente finge ser coleccionista, pero en realidad no lo son: un coleccionista sabría que un buen libro que pueda completar su colección, puede servirle mucho, por lo menos hasta que pueda hallar una copia mejor. Por ello, existen también coleccionistas que por fijarse SOLO en el estado, desechan libros que tienen un valor único, aun cuando no estén en perfecta conservación.
fuente: http://www.enplenitud.com/nota.asp?articuloID=2514

El Rancio olor del aleph

Frida Pulido /
Sergio Vicencio

Fragmento

La azarosa búsqueda de libros de viejo es la azarosa
búsqueda de libros de viejo es la azarosa búsqueda de
libros de viejo es la azarosa búsqueda de libros de viejo es
la azarosa búsqueda de libros de viejo es la azarosa...

Pilas de libros amarillos e incompletos que han perdido sus hojas como un hombre viejo pierde el
cabello; tristes botaderos de a 10 pesos la pieza repletos de nada, estantes desordenados, libros vaqueros descontinuados y pornografía impresa con imágenes de gente que ahora debe de tener nietos, todo apilado junto a discos de acetato de Rocío Durcal y Topo Gigio. Lugares de donde rara vez uno puede exhumar un buen libro con olor a moho y la etiqueta de precio original aún pegada en su lomo. Es el juego de azar de comprar en una librería de segunda mano en Guadalajara.
Encontrar el libro buscado en una de estas tiendas requiere de muchos factores poco probables.
Uno tiene que ser en parte arqueólogo, en parte lingüista y comerciante, además de afortunado, para dar con el ejemplar perfecto en las condiciones correctas al precio adecuado. La mayor parte de las veces el comprador poco avezado se lleva una fea sorpresa cuando descubre que la edición que acaba de adquirir no es la misma que le han exigido en la escuela o en el despacho, y ésta va a parar directamente a la basura, lugar de donde, probablemente, acababa de salir. La realidad es que la gente que compra libros en esta ciudad rara vez lo hace por gusto y no por pedido, y aquellos que sí lo hacen por lo general no son sibaritas de la literatura. Prefieren las comodidades del libro nuevo y de la gran librería: plástico contra la humedad y papel amarfilado, búsqueda computarizada por ISBN, lista de títulos escolares preseleccionados, secciones de autores recomendados y demás. Pero además existen otros dos grandes motivos para que las librerías
de usados de Guadalajara agonicen: falta de interés por parte de sus dueños y poca publicidad. Las grandes librerías muestran a sus compradores un brillante camino amarillo directo a la tierra de Oz a través del cual se les llena la cabeza con ideas pop sobre la literatura. La mercadotecnia ha vuelto el hecho de leer best sellers una cuestión de moda. Son, pues, los mercadólogos, no los autores ni los lectores, los que deciden qué está in leer. Las librerías de usados, por otra parte, no cuentan con grandes campañas publicitarias ni con pilas enteras de copias del autor más vendido del momento, y por si esto fuera poco, para el lector promedio, la actitud de algunos vendedores de libros usados tampoco ayuda.Javier Valadez, dueño de la librería “El desván de Don Quijote”, ubicada en Lopez Cotilla 813, nos confesó que lleva 20 años dedicándose a la venta de libros usados, “por amor al libro”, y que su tienda ha estado abierta a su cargo por 14. Añade que en su negocio no hay épocas buenas o malas, que no teme a la competencia de librerías nuevas y que por lo general las ventas son parejas todo el año, “excepto cuando la gente quiere libros de texto escolares, porque aquí no tenemos muchos de esos”. Nos dice también que la gente busca más que nada libros técnicos especializados que ya no se consiguen en otras partes, y que eso, más que la literatura, es el pilar de su negocio. Todo suena muy bien hasta que decidimos ponerlo a prueba pidiéndole un par de libros técnicos cuyos títulos no sólo no reconoció, sino que además decidió no buscar a razón de contestar una llamada telefónica en su auricular de Bluetooth.
Situación semejante se nos presenta en la “Librería Cervantes”, situada en la Avenida Juárez a menos de dos cuadras de Federalismo. Su dueño, Alberto Cervantes, nos relata una situación similar con respecto al mercado de los libros usados. Nos dice que se dedica al negocio por gusto y que considera que la competencia de librerías nuevas no es su peor enemigo, sino la falta de lectores cultos. Nuevamente el problema viene con la consulta, pues cuando
preguntamos por la existencia de algunas ediciones raras que podrían interesar a un par de lectores entendidos, nos contesta que él no maneja nada parecido a excepción de una edición de poemas firmada por Elías Nandino que no tiene a la venta, sino enmarcada entre cristales detrás del mostrador para que nadie la toque. Pero a pesar de los problemas que algunas librerías de usados tienen en Guadalajara no todo está perdido. Negocios como la “Librería Romo”, que encontramos también en López Cotilla 667, o la librería “Ítaca”, situada en Marsella a media cuadra de la calle antes mencionada, salvan a las demás de su especie. Sus dueños, verdaderos amantes de los libros, no sólo conocen su negocio a la perfección, sino que aprecian lo que las buenas ediciones de antaño pueden aportar al mundo de los libros. La “Librería Romo”, así como
“Ítaca”, conjugan la venta de libros nuevos con la de usados y ostentan algunas ediciones raras o descontinuadas dignas de adquirirse. Sus dueños, además de cordiales, tienen bien organizados sus libros, acomodados por temáticas y en buen estado, al grado de que al estar entre sus estantes no pudimos evitar adquirir algunos títulos por demás útiles, como una edición en pasta blanda de la novela Mona Lisa acelerada, de William Gibson (hace años descontinuada
en México por Minotauro),cuyo precio en lista triplica lo que pagamos por ella.
feunte: http://www.gaceta.udg.mx/Hemeroteca/paginas/542/G452_O2%206.pdf