martes, 2 de junio de 2009

El Rancio olor del aleph

Frida Pulido /
Sergio Vicencio

Fragmento

La azarosa búsqueda de libros de viejo es la azarosa
búsqueda de libros de viejo es la azarosa búsqueda de
libros de viejo es la azarosa búsqueda de libros de viejo es
la azarosa búsqueda de libros de viejo es la azarosa...

Pilas de libros amarillos e incompletos que han perdido sus hojas como un hombre viejo pierde el
cabello; tristes botaderos de a 10 pesos la pieza repletos de nada, estantes desordenados, libros vaqueros descontinuados y pornografía impresa con imágenes de gente que ahora debe de tener nietos, todo apilado junto a discos de acetato de Rocío Durcal y Topo Gigio. Lugares de donde rara vez uno puede exhumar un buen libro con olor a moho y la etiqueta de precio original aún pegada en su lomo. Es el juego de azar de comprar en una librería de segunda mano en Guadalajara.
Encontrar el libro buscado en una de estas tiendas requiere de muchos factores poco probables.
Uno tiene que ser en parte arqueólogo, en parte lingüista y comerciante, además de afortunado, para dar con el ejemplar perfecto en las condiciones correctas al precio adecuado. La mayor parte de las veces el comprador poco avezado se lleva una fea sorpresa cuando descubre que la edición que acaba de adquirir no es la misma que le han exigido en la escuela o en el despacho, y ésta va a parar directamente a la basura, lugar de donde, probablemente, acababa de salir. La realidad es que la gente que compra libros en esta ciudad rara vez lo hace por gusto y no por pedido, y aquellos que sí lo hacen por lo general no son sibaritas de la literatura. Prefieren las comodidades del libro nuevo y de la gran librería: plástico contra la humedad y papel amarfilado, búsqueda computarizada por ISBN, lista de títulos escolares preseleccionados, secciones de autores recomendados y demás. Pero además existen otros dos grandes motivos para que las librerías
de usados de Guadalajara agonicen: falta de interés por parte de sus dueños y poca publicidad. Las grandes librerías muestran a sus compradores un brillante camino amarillo directo a la tierra de Oz a través del cual se les llena la cabeza con ideas pop sobre la literatura. La mercadotecnia ha vuelto el hecho de leer best sellers una cuestión de moda. Son, pues, los mercadólogos, no los autores ni los lectores, los que deciden qué está in leer. Las librerías de usados, por otra parte, no cuentan con grandes campañas publicitarias ni con pilas enteras de copias del autor más vendido del momento, y por si esto fuera poco, para el lector promedio, la actitud de algunos vendedores de libros usados tampoco ayuda.Javier Valadez, dueño de la librería “El desván de Don Quijote”, ubicada en Lopez Cotilla 813, nos confesó que lleva 20 años dedicándose a la venta de libros usados, “por amor al libro”, y que su tienda ha estado abierta a su cargo por 14. Añade que en su negocio no hay épocas buenas o malas, que no teme a la competencia de librerías nuevas y que por lo general las ventas son parejas todo el año, “excepto cuando la gente quiere libros de texto escolares, porque aquí no tenemos muchos de esos”. Nos dice también que la gente busca más que nada libros técnicos especializados que ya no se consiguen en otras partes, y que eso, más que la literatura, es el pilar de su negocio. Todo suena muy bien hasta que decidimos ponerlo a prueba pidiéndole un par de libros técnicos cuyos títulos no sólo no reconoció, sino que además decidió no buscar a razón de contestar una llamada telefónica en su auricular de Bluetooth.
Situación semejante se nos presenta en la “Librería Cervantes”, situada en la Avenida Juárez a menos de dos cuadras de Federalismo. Su dueño, Alberto Cervantes, nos relata una situación similar con respecto al mercado de los libros usados. Nos dice que se dedica al negocio por gusto y que considera que la competencia de librerías nuevas no es su peor enemigo, sino la falta de lectores cultos. Nuevamente el problema viene con la consulta, pues cuando
preguntamos por la existencia de algunas ediciones raras que podrían interesar a un par de lectores entendidos, nos contesta que él no maneja nada parecido a excepción de una edición de poemas firmada por Elías Nandino que no tiene a la venta, sino enmarcada entre cristales detrás del mostrador para que nadie la toque. Pero a pesar de los problemas que algunas librerías de usados tienen en Guadalajara no todo está perdido. Negocios como la “Librería Romo”, que encontramos también en López Cotilla 667, o la librería “Ítaca”, situada en Marsella a media cuadra de la calle antes mencionada, salvan a las demás de su especie. Sus dueños, verdaderos amantes de los libros, no sólo conocen su negocio a la perfección, sino que aprecian lo que las buenas ediciones de antaño pueden aportar al mundo de los libros. La “Librería Romo”, así como
“Ítaca”, conjugan la venta de libros nuevos con la de usados y ostentan algunas ediciones raras o descontinuadas dignas de adquirirse. Sus dueños, además de cordiales, tienen bien organizados sus libros, acomodados por temáticas y en buen estado, al grado de que al estar entre sus estantes no pudimos evitar adquirir algunos títulos por demás útiles, como una edición en pasta blanda de la novela Mona Lisa acelerada, de William Gibson (hace años descontinuada
en México por Minotauro),cuyo precio en lista triplica lo que pagamos por ella.
feunte: http://www.gaceta.udg.mx/Hemeroteca/paginas/542/G452_O2%206.pdf

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