domingo, 19 de abril de 2015

El oficio del librero: entre comerciante y gestor cultural

  • Un verdadero librero tiene la responsabilidad de no solo vender, sino de realizar actividades de fomento a la lectura
  • La paciencia, vocación, voluntad y apertura temática son las bases para sobrevivir como librero
En todo el mundo existe uno de los oficios que intercambia lo mercantil con lo cultural pero que ha sido poco reconocido, hablamos del librero, aquella persona que dedica su vida a los libros, al fomento a la lectura y por qué no, a la gestión cultural. Mientras unos opinan que esta actividad está en peligro de extinción por las nuevas tecnologías, en Aguascalientes opinan distinto.
Para Luis Gerardo Hernández Ortiz, creador de la Librería de los Escritores (Casa Terán) un librero debe de estar atento a los avances que hay en el sector, por ejemplo el libro electrónico (que por cierto enfatizó la diferencia con los archivos en PDF que encuentras gratis y violatorios de Derechos de Autor en la red).
“Nosotros no contamos aún con la tecnología para comercializar libro electrónico pero estamos viendo la posibilidad de tener dispositivos lectores como el Kindle para poder acercarnos a esa oferta”, como libreros deben de buscar el camino a la par de los avances en el tema de los libros, la lectura la comercialización y la tecnología, ya que estadísticas demuestran que por cada libro electrónico que se recomienda, se venden tres o cuatro más en papel. Al final quien hace la función de recomendación y trabajo directo con el cliente es el librero.
El trabajo de un librero va más allá de la venta de libros, su labor es muy amplia y no se trata sólo de estar detrás del mostrador, tiene que salir a buscar ventas, organizar presentaciones editoriales, círculos de lectura, gestionar la visita de autores para talleres y conferencias, en fin, es un oficio que lo convierte en gestor cultural pues adquiere una responsabilidad social que la propia librería se lo demanda.
Jonathan Frías, de Bibliofilia (primera librería de libro usado en el Centro Histórico), destaca la importancia del trabajo de un librero como el primer vínculo del nuevo lector con el libro, “hay muchos chavitos de doce o 14 años que llegan y te dicen que nunca han leído nada y te piden una recomendación, luego esos mismos regresan y te piden más y así hasta que se convierten en lectores habituales”, además de la satisfacción personal que eso conlleva reconoció no poder dejar de lado la parte económica, pues de algún modo este es un negocio.
La sobrevivencia, él la llamó esfuerzo y ganas, valerse de muchos recursos nuevos como lo son ahora las redes sociales, esta herramienta digital se ha convertido en un medio directo para tratar con el lector común y con el ocasional; Bibliofilia ha observado que la gran mayoría de sus ventas al sector juvenil han sido vía Facebook gracias a que mantienen informados a sus seguidores del material recién llegado, lo apartan y sólo pasan por él en lugar de tardarse en buscarlo, “ya hay una dinámica muy directa”.
¿Qué se requiere para tener una librería?
Luis Gerardo Hernández Ortiz
“Principalmente, paciencia, no estarse quejando pues un librero tiene que cumplir con ciertas características que el usuario demanda, aunque en México no esté consolidado como una profesión, como en Alemania, por ejemplo, aquí se hace por medio de seminarios, talleres (…) es más un oficio del cual vas a prendiendo con el tiempo.
“Necesitas no quejarte tanto, mejor ponerte a pensar de que si tu negocio va mal qué hay que hacer, qué otras opciones tienen en cuanto al mercado para poder seguir, no nos podemos cerrar o culpar a alguien más”.
Jonathan Frías:
“Tener mucha paciencia porque es un negocio noble que te dará dinero todos los días pero poco, hay que tener paciencia para que el negocio se vaya aclimatando, los primeros meses son los fundamentales, salir y hacerte de clientes porque ellos son lo primero.
“Por eso debes despojarte de sus prejuicios como lector, porque estamos tan habituados a generar prejuicios hacia ciertas lecturas que hay muchas librerías que se cierran y sólo venden novelas por ejemplo, aquellos best seller que tanto venden por momentos, pero eso es algo meramente comercial, y en ese sentido estricto no es un librero, sino un mero comerciante. Para ser librero hay que aprender y vender de todo, no sólo los libros que nos gustan.”
Algunos egresados recientes de carreras como Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Aguascalientes han trabajado desde hace algunos años en establecerse como libreros ambulantes, bajo el lema de “todo librero comparte y vende almas”, aunque reconocen estar en conflictos económicos, saben que los primeros dos años tendrán únicamente recursos suficientes para seguir comprando libros, aunque en este caso ellos sólo eligieron para iniciar la literatura clásica y literatura juvenil.
Recordaron que historiador alemán Félix Dahn siempre afirmó que una de las tareas más arduas que puede emprender un humano es la de vender un libro, es por ello que a pesar de los obstáculos económicos, los libreros de Aguascalientes (sino todos, la mayoría) se mantienen firmes en la superveniencia.
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La tristeza del librero


libreria viejo

Ayer volví a retomar mi vieja costumbre de seguir a usuarios de mi taxi después de bajarse del taxi. En este caso era un tipo de mediana edad y aspecto anodino, pero su falta de prisa al pagarme la carrera y apearse me llevó a querer saber más de él. Así que aparqué mi taxi y le seguí caminando hasta una librería cercana. El hombre acabó comprando un libro (“Yonki”, de William Burroughs). Acto seguido yo compré otro igual.
El librero se quedó extrañado y no pudo evitar preguntarme por qué había comprado el mismo libro que su anterior cliente.
-Hoy necesito vivir la vida de otro para descansar de mí -le dije.
Aquello le sorprendió gratamente, así que le propuse hacer lo mismo. El librero aceptó sin dudarlo: le di las llaves de mi taxi y él me dio las llaves de su librería.
El librero se marchó con mi taxi. Minutos después de quedarme completamente solo, sonó el teléfono de la librería. Era la mujer del librero: que no aguantaba más, que estaba haciendo las maletas y que se iría a un hotel hasta encontrar otra cosa. Colgó sin darme tiempo a decir que yo no era él. Aunque después lloré por él, lo reconozco.

POR DANIEL DÍAZ (SIMPULSO) 
http://blogs.20minutos.es/nilibreniocupado/2013/07/08/la-tristeza-del-librero/