viernes, 11 de noviembre de 2011

Segunda Feria del Libro Usado Guadalajara


Estarán disponibles más de 30 mil ejemplares, además de un vasto programa de presentaciones y charlas

Las lenguas indígenas, protagonistas de la II Feria del libro usado y antiguo

CECILIA DURÁN

La cita libresca tendrá como sede los Portales de la Presidencia de Guadalajara
Lupa
La cita libresca tendrá como sede los Portales de la Presidencia de Guadalajara Foto: FOTO ARTURO CAMPOS CEDILLO

Las lenguas indígenas serán protagonistas en la segunda Feria del libro usado y antiguo en donde se presentarán escritores, académicos y gestores culturales. Más de 30 mil ejemplares estarán disponibles al público y como reliquia se exhibirá un álbum conmemorativo del Centenario de la Independencia, así como también volúmenes del siglo XVII, pergaminos y libros encuadernados en piel.

La feria, a realizarse del 4 al 13 de noviembre en los portales del Palacio Municipal de Guadalajara, tendrá un vasto programa de actividades, que van de presentaciones de libros, conferencias, talleres. Entre los escritores indígenas figuran Gabriel Pacheco Salvador y Juan Hernández Ramírez, los dos Premio Nezahualcóyotl de Literatura. Además estarán Martín Solares, Silvia Eugenia Castillero, Martha Cerda, Gerardo Cham y Cecilia Eudave.

“Nosotros somos una asociación civil que agrupa a 18 libreros. Este año decidimos trabajar el tema de lenguas indígenas para rescatar nuestras raíces y rescatar el término de diversidad cultural, que queremos que se aprecie en los tapatíos porque vivimos en un medio de globalización. La enmarcamos en el Día Nacional del Libro, el 12 de noviembre y tenemos una programación amplia de eventos. Contamos con algunos talleres de lenguas indígenas, presentación de editores independientes, una mesa redonda sobre el libro, otra charla sobre novela fantástica, y charla con Martín Solares. Haremos un homenaje al librero Silvestre Macías”, dijo Antonio Mendoza, presidente de la Asociación de Libreros de Guadalajara.

Macario Zamora Pascual, también representante de la asociación, apuntó que “tenemos en México alrededor de 450 ferias del libro, pero feria del libro usado existen 20, por eso la importancia que le damos a esta feria. Nuestra asociación se dedica a promover el reciclaje del libro, hemos contactado con otros siete estados para que el día 12 de noviembre le sigamos dando la importancia por ser el Día Nacional del Libro”.

En esta ocasión “quisimos tratar las lenguas indígenas porque el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI) registró 11 familias lingüísticas, 68 agrupaciones lingüísticas y 364 variantes de lenguas. Se pierden más del 30 por ciento de las lenguas indígenas. Todos las vemos como piezas de museo, cuando no es así, están vivas, y por eso la importancia de rescatarlas y trabajar por ellas”, agregó Zamora Pascual.

EL viernes 4 de noviembre a las 18 horas se presentará el libro Gramática didáctica del huichol, a cargo de José Luis Iturrioz Leza; el sábado 5 de noviembre se realizarán los talleres de lengua indígena mixteca, chol y huichola; y la mesa redonda Las lenguas de México en la actualidad; el domingo 6 de noviembre será la charla Freaks tapatíos. Los personajes típicos de Guadalajara.

El programa completo se puede consultar en www.asociaciondelibrerosdeguadalajaraac.com.


http://www.lajornadajalisco.com.mx/2011/11/02/index.php?section=cultura&article=012n1cul

Segunda Feria del Libro Usado Guadalajara


La 2a Feria del Libro Usado y Antiguo


La iniciativa que nace de la Asociación de Libreros de Viejo de Guadalajara ha sido bien vista por el lector de Tapatio, una fiesta del 4 al 14 de Noviembre 2012, donde se reúnen materiales usados, antiguos y modernos con la única condicion de ser libros garantizados, esto quiere decir que sean usados; Este año las lenguas indígenas han sido motivo de reunión cultural de interesados en nuestras raíces.
Los traductores de lenguas indígenas muestran su material, especialistas conferencian sobre los tópicos de los pueblos marginados por una cultura informática que ha relegado el conocimiento al hombre blanco, pero siempre un evento de libros unifica criterios para la gestación de nuevos proyectos de los hombres preocupados por la cultura e identidad del país.
Libreros de color roble oscuro concatenaron a mas de 30 libreros de viejo y tres gremios: La Coalición de Libreros de México y La Asociación de Libreros de Aguascalientes, para garantizar una imagen homogénea el gremio de mercaderes de viejo pueden llegar acuerdos en los cuales proponen rescatar la lectura, el libro y la cultura son una alternativa para los violentos cambios del país.
Mayores informes

miércoles, 12 de octubre de 2011

Historia universal de la destrucción de los libros

Historia universal de la destrucción de los libros


Historia universal
de la destrucción de los libros
Fernando Báez

Los libros en llamas, reseña por Rafael Toriz

Los hombres que queman libros saben lo que hacen.
George Steiner

De entre todas las posibles metáforas que se abaten sobre la vida es el amor —ese dulcísimo cáncer— la más dura y descarnada realidad de realidades. Todo acto amoroso, si lo es de veras, testimonia ineluctable una fractura. Escribir un libro, abjurarlo y en última instancia destruirlo, no son sino las distintas fases de un acto entrañable. Escribir es quemar el mundo: sólo se destruye hasta la raíz lo que se ama con ceguera.

Esta destrucción ha acompañado a la escritura desde sus inicios: el hombre que crea es el mismo que destruye, la bibliofagia nace en el momento mismo de la inscripción. De esta situación da cuenta el excelente libro del venezolano Fernando Báez, crónica de viaje a través de la destrucción de libros escrita en fornida prosa. Historia universal de la destrucción de los libros relata la inefable masacre cometida con las bibliotecas desde sus comienzos en la región mesopotámica de Súmer (hace 5.300 años aproximadamente), pasando por el emperador chino Qin Shih Huang Ti (213 a.C.), la quema de manuscritos en Constantinopla, la de la España medieval, la destrucción de códices prehispánicos, los expurgos inquisitoriales, la hoguera del oprobio hecha por los nazis (1933), hasta los memoricidios efectuados por los serbios (1993) y, aun ahora, el bibliocausto en Irak. Su trabajo no puede sino mover a la indignación, puesto que demuestra, en sus palabras, que “el instinto destructor es cultivado socialmente, desarrollado en la madurez individual, y su grado de daño responde a las expectativas sociales de quien lo ejerce. Ningún individuo o sociedad destruye o mata sino aquello con lo que no quiere dialogar. Es el monólogo más radical de la acción vital. Destruir un libro es negarse al diálogo que supone la razón plural de éste”.

¿Por qué el hombre destruye libros, por qué abate la memoria? Mucho se ha dicho pero las certezas son discretas. Se sabe que dicha actividad recibe el apelativo griego biblioclastia (o biblioclasmo) y se define, según el Piccolo Dizionario di Bibliofilia como un “odio, feroce avversione verso i libri, accompagnata da volontà distruttiva. Simile alla Bibliofobia”. Por su parte Umberto Eco, en su textoDesear, poseer y enloquecer distingue tres tipos de biblioclastia:

Existen tres formas de “biblioclastia”, es decir, de destrucción de los libros: la biblioclastia fundamentalista, la biblioclastia por incuria, y aquella por interés. El biblioclasta fundamentalista no odia los libros como objeto, teme por su contenido y no quiere que otros los lean. Además de un criminal, es un loco, por el fanatismo que lo anima. La historia registra pocos casos excepcionales de biblioclastia, como el incendio de la biblioteca de Alejandría o las hogueras nazis. La biblioclastia por incuria es la de tantas bibliotecas italianas, tan pobres y tan poco cuidadas, que a menudo se transforman en espacios de destrucción del libro, porque una manera de destruir los libros consiste en dejarlos morir y hacerlos desaparecer en lugares recónditos e inaccesibles. El biblioclasta por interés destruye los libros para venderlos por partes, pues así obtiene mayor provecho.

El mismo Fernando Báez trae a cuento el libro del psicoanalista Gérard Haddad, Los biblioclastas, (Ariel) en donde su autor fija una determinada tipología psicoanalítica de los destructores de libros. Aduce Haddad:

Si se come un libro, es para recibir la aptitud que éste contiene como elemento de generación, para poder engendrar. Si se quema, por el contrario, es para negar su paternidad, rechazar la función de ser padre: El auto de fe actúa en forma velada y extrema el odio y el rechazo al Padre. El odio al libro, señala Haddad con enorme inteligencia, desemboca, no pocas veces, en el racismo, pues el racismo más que el color de la piel, niega el libro de otra cultura, entendida como acto de generación de otro pueblo.

Vemos entonces que la destrucción de libros es, en este sentido, una profunda negación, lo que recuerda desde luego a Borges en su ensayo sobre Nathaniel Hawthorne (Otras inquisiciones), en donde menciona una obra del estadounidense, Earth’s Holocaust, en la queconfabulados todos los hombres deciden exterminar el pasado en una hoguera a la que inflaman, entre otras cosas, con todos los libros. Esta destrucción obliga a pensar en obras similares como la noveleta ilustrada de Cortázar Fantomas contra los vampiros multinacionales, narración que principia con extraños robos en las principales bibliotecas del mundo. En este caso se pretende abolir la insurrección poniendo la inteligencia en llamas. Esta destrucción es una metáfora de la ideología voraz de la economía y la política contemporánea.

Otro libro parecido, aunque con un sostén más bien filosófico, es el de Ray Bradbury, que tiene uno de los epígrafes más contundentes y seductores de la literatura: Fahrenheit 451: la temperatura a la que el papel de los libros inflama y arde.

La utopía negativa de Bradbury es un territorio en el que no cabe la tristeza ni la diversidad; las personas son unidimensionales, se ha abolido la contingencia y la humana capacidad de hacerse daño: la lectura no tiene lugar. Montag, bombero encargado de exterminar los libros puesto que propulsan la reflexión y roban la tranquilidad, es el ejemplo de una destrucción que no crea, su fuego es definitivo. Los habitantes de su novela viven alienados, son fantasías huecas y monocordes. Sin embargo su narración no niega la memoria, los marginales de su comarca son prueba del recuerdo, evocan las palabras porque conocen de memoria los libros.

El proverbial libro de Báez, un verdadero hito literario, conmueve tanto por su temática como por su vigor intelectual, por su función política sustentada en un discurso autónomo, crítico y responsable. El autor, ex asesor de la Unesco sobre daños al patrimonio cultural iraquí, da cuenta de la extinción de obras irrecuperables (manuscritos de las primeras traducciones al árabe de Aristóteles y tratados de Omar Khayyam, entre otras tantas maravillas).

Afortunadamente Báez y su obra no son una rara avis. El profesor estadounidense Nicholas A. Basbanes, autor de la trilogía A Gentle Madness, Patience and Fortitude y A splendor of Letter lo corroboran. Basbanes es un defensor de la palabra escrita, del libro como objeto. Sus tres textos dan cuenta de las grandes bibliotecas, inmensas guaridas que han tenido los libros en el decurso de la historia. Relatan también anécdotas de ínclitos libro habientes. Sus libros, su interés de conservación —de conversación—, son meta-libros: actos, como la destrucción misma, profundamente humanos.

El libro de Báez, a esta alturas una referencia obligada en la literatura latinoamericana e incluso en otros puertos, es un testimonio amoroso de un mundo en ruinas, de un fuego eterno. Su historia es conmovedora por irreversible, por esplendente y fulminante: destruimos libros, colijo entonces, por la imperiosa necesidad de devorar al otro en nosotros mismos.

http://rincondelbibliotecario.blogspot.com/2008/06/historia-universal-de-la-destruccin-de.html

Arranca Felius 2011 con más de 15 toneladas de libros usados

Arranca Felius 2011 con más de 15 toneladas de libros usados

La cuarta edición de la Feria del Libro Usado arrancó con más de 15 toneladas de libros, los cuales durante 10 días estarán al alcance de todos los estudiantes y comunidad en general, destacó René Castillo, director general de Felius.

Explicó que esta feria, tiene como principal objetivo, acercar a la comunidad en general más de mil títulos distintos, los cuales por su antigüedad, poco tiraje o que simplemente son difíciles de encontrar, estarán al alcance, sobre todo a precios muy accesibles.

En esta edición, se cuenta con la participación de Ramón Nava, quien es Decano de los libreros de Viejo en México y quien por más de 60 años se ha dedicado a vender y a resaltar la importancia de los libros antiguos.

“El mexicano lee en 10 años 5 libros, el danés 100 libros, compare eso, somos un pueblo inculto y borracho además, los libros antiguos son la base de la historia de un país, los libros no son caros, son costosos, caro es el alcohol y cómo toma alcohol el mexicano”, dijo Nava.

Algunos estudiantes destacaron que la Felius, ofrece la oportunidad de encontrar títulos únicos, los cuales sería difícil, casi imposible encontrar en una librería actual.

“Además de fomentar la lectura, podemos encontrar títulos a muy buenos precios, aunque estén usados, por ejemplo, yo me encontré un diccionario de español alemán, de 1910 a 40 pesos”, comentó un estudiante.

Mientras que otro mencionó: “Nos da la oportunidad de encontrar libros que ya no se editan, que no podríamos encontrar en la ciudad y que sobre todo, nos abren una beta para conocer nuevos autores”

La Feria del Libro Usado, estará en las instalaciones del Centro Comunitario de la Universidad Autónoma de Baja California, Campus Tijuana, del 10 al 22 de octubre, la entrada es totalmente gratuita, por lo que los organizadores invitaron a todos los tijuanenses a visitar la Felius.

http://uniradioinforma.com/noticias/articulo77578.html

martes, 20 de septiembre de 2011

Venden piratería con permiso de las autoridades municipales


La jornada Aguascalientes 24 de Julio 2011

■ De nuestro muro en Facebook...

En el muro en Facebook de La Jornada Aguascalientes, Cesar Salvador Gómez Diz, presidente de la Asociación de Libreros de Aguascalientes A.C. pregunta: ¿Usted apoya la venta de libros piratas y los libros de la SEP del Rincón en la calle del Codo, en el centro de Aguascalientes?
Cuestionamiento que surge ante el permiso que otorgó el gobierno municipal de Aguascalientes para que se instalara un puesto ambulante a un costado de la Casa de la Cultura en el que se ofrecen libros. De acuerdo a información publicada en esta red social, “En dicho lugar se venden libros, de los cuales un alto porcentaje es material pirata, que no paga impuestos y ninguna ganancia para escritores o editoriales.

“El lunes pasado se presento una queja ante la Presidencia Municipal, y el día miércoles nos atendió el Sr. Secretario Particular de la Alcaldesa a quién se le mostró claramente dos ejemplos del material ilegal que se vende en dicha exposición, el Sr. Secretario dijo que en 30 minutos ya iba a haber respuesta a nuestras peticiones. Hoy han pasado casi 48 hrs. y sigue la venta de material ilícito. Es por eso que exigimos se retire el material ilegal, y se castigue a los culpables de tener este material a la venta, ya sean vendedores, distribuidores, o servidores públicos”
En otro comentario, Gómez Diz, indica que desde el lunes 18 se informó de la venta de libros piratas, “llevamos ejemplares de libros pirata los cuales recibió el su secretario particular, nos preguntamos por qué siguen la venta” y solicitan audiencia a la alcaldesa Lorena Martínez.
Al cierre de esta edición, el puesto ambulante que ofertaba material pirata, libros sustraídos de bibliotecas públicas y ejemplares que originalmente estaban destinados a bibliotecas escolares, sigue instalado en la calle, con la venia de las autoridades.

http://www.lja.mx/noticias/sociedad-y-justicia/4960--venden-pirateria-con-permiso-de-autoridades-municipales

Libros pirata en Guadalajara

martes 20 de septiembre de 2011
Piratería en libros Guadalajara

Piratería | Libros

En Guadalajara, la venta de libros apócrifos no es un práctica regular. S. NÚÑEZ
México encabeza en América Latina la venta de obras apócrifas
La industria editorial tiene pérdidas por más de mil 250 millones de pesos

GUADALAJARA,JALISCO.- De acuerdo con datos de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem), al menos dos de cada 10 libros que se ofrecen en el mercado mexicano son apócrifos, por lo que el daño económico ocasionado a los impresores legales es de mil 250 millones de pesos, es decir, 10% del valor de la producción anual del ramo.

Además, una investigación del Grupo Interamericano de Editores (GIE) revela que México encabeza la lista entre los países de América Latina, con la más alta circulación de publicaciones piratas. El grupo estima que la venta anual de libros apócrifos en el territorio nacional llega a los 10 millones de ejemplares, por los que los autores dejan de ganar 110 millones de pesos (MDP) cada año.

Un libro pirata es una reproducción no autorizada de una obra protegida por la Ley de Derechos de Autor. Producir, reproducir o distribuir estos productos es un delito castigado con cárcel y con una multa que puede ir desde los 100 mil pesos hasta un millón.

Según algunos puntos sobre la piratería editorial en México, de José Ángel Quintanilla, ex presidente de la Caniem, hace algunos años el tema de la piratería editorial en nuestro país, y en general en América Latina, era más un efecto de la falta de distribución de algunos libros, que de la reproducción casi ilimitada que la tecnología ha puesto al alcance de todos: “Se encontraban, aquí y allá, reproducciones no autorizadas que se producían para ‘no dejar a los alumnos sin los libros, que son imposibles de conseguir’, según la disculpa que se esgrimía, cuando el editor reclamaba sus derechos”.

“Normalmente, se conseguía una compensación económica sin mayores problemas, y el asunto quedaba resuelto. La calidad de la reproducción era baja, y la diferencia con el original era notable, lo que limitaba también su difusión y facilitaba su identificación”.

Con el paso de los años, explica, gracias a los adelantos tecnológicos, así como a la pérdida de empleos en la economía según algunos investigadores, el acceso a máquinas más simples en su operación, pero mucho más capaces en su desempeño, han hecho que la reproducción sea ahora casi “un juego de niños”.

“El problema no sería tan grave si quedara ahí, pero se complica cuando se reconoce que aquellos que reproducen de manera no autorizada los libros, e inclusive revistas de manualidades y otros temas que no son de rápida desactualización, intervienen también en la reproducción de otros productos protegidos por la Ley Federal del Derecho de Autor, como música o películas, y también en aquellos protegidos por la legislación relacionada con marcas y derechos, conformando carteles o mafias difíciles de combatir y que incrementan la inseguridad pública”, aúna José Ángel Quintanilla.

De acuerdo con la Caniem, los libros más reproducidos en forma ilegal son ¿Quién se llevó mi queso?, de Spencer Johnson; Crónicas malditas, de la periodista Olga Wornat; Dios mío, hazme viuda por favor, de la diputada federal Josefina Vázquez Mota; los ocho títulos de la serie Caballo de Troya, del investigador español Juan José Benítez; El caballero de la armadura oxidada, de Robert Fisher; así como los libros de autores como Paulo Coelho, Carlos Cuauhtémoc Sánchez, Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez.

Otros libros que son muy demandados en el mercado ilegal son Ángeles y Demonios y El Código Da Vinci, de Dan Brown; Juan Salvador Gaviota, de Richard Bach; El Principito, del escritor y aviador francés Antoine de Saint-Exupéry; El Diario de Ana Frank, de la autora del mismo nombre; y El llano en llamas, del literato jalisciense Juan Rulfo.

Por otra parte, los libros apócrifos que son más comunes de encontrar durante los decomisos realizados por la Procuraduría General de la República (PGR) son Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus, de John Gray; Harry Potter, de J.K. Rowling; Las crónicas de Narnia, de C.S. Lewis; Dios mío, hazme viuda por favor, de Josefina Vázquez Mota; Quiúbole, de Gaby Vargas y Yordi Rosado; La reina del sur, de Arturo Pérez Reverte; Delirio, de Laura Restrepo; Un grito desesperado, Juventud en éxtasis, Fortaleza digital y Sangre de campeón, de Carlos Cuauhtémoc Sánchez; Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez; Aura, de Carlos Fuentes; Toda Mafalda, de Quino; Las enseñanzas de Don Juan, de Carlos Castaneda; así como El señor de los anillos, de J.R.R. Tolkien.

Descargas ilícitas en Internet

Según el Centro Mexicano de Protección y Fomento de los derechos de Autor (Cempro), la piratería en internet se lleva a cabo de diversas maneras. En una de éstas se utiliza la red como una tienda virtual. El comprador paga en el banco para posteriormente recibir un ejemplar físico que fue reproducido ilegalmente.

Otra forma es a través de un pago de transferencia bancaria, donde el comprador recibe por correo ordinario o paquetería, algún dispositivo (disco compacto, DVD) que contiene la obra almacenada de manera ilegal, o se le hace llegar una clave de acceso que permite entrar a un archivo que contiene el libro digitalizado.

De acuerdo con el Cempro, en México la piratería de libros por internet ha registrado un crecimiento del 20%; de cada 10 libros que se venden en la red, dos son piratas, igual que en la venta regular.


Pocos casos de publicaciones ilegales en Guadalajara

Según Macario, comerciante dedicado a la compra-venta de libros desde hace más de 30 años en Guadalajara, la venta de libros apócrifos no es una práctica regular en nuestra ciudad, además, debido a la similitud entre libros legales y piratas, ésta práctica es difícil de detectar: “Yo creo que sí debe haber (venta de libros apócrifos), pero si para alguien que tiene tiempo vendiendo a veces es difícil detectarlos, para el común de la gente pues no, no se dan cuenta”.

“Todavía en los discos es más fácil detectarlo porque hasta el color del disco varía o cambia del original, pero papel pirata no existe, entonces el papel es original, lo que pudiera ser pirata en todo caso es que no pagan derechos o impuestos, no sé, eso podría ser la piratería pero todo lo demás, los implementos son originales, tintas, papeles”.

Para Sayri Karp Mitastein, directora de la editorial universitaria de la Universidad de Guadalajara (UdeG), otra forma de piratería de libros es la que sucede alrededor de algunas escuelas preparatorias, donde prolifera la venta de guías de estudio, que son fotocopias de las guías originales: “y eso también es una manera de piratería, porque están haciendo un uso lucrativo con esas fotocopias”.

“Otra manera en la que nosotros hemos visto la piratería es que de repente han surgido pequeñas editoriales que copian parte o casi todo el contenido de ciertas guías o la manera en que éstas están hechas, las ponen en otra presentación y también las venden”, abunda la directora.

Durante un recorrido por algunos lugares donde es conocida la venta de libros apócrifos, se pudo constatar que el precio de algunos títulos que según la Caniem son objeto frecuente de piratería, es de casi 50% por debajo del precio encontrado en algunas librerías establecidas.

En algunos puestos del Tianguis Cultural que se pone los sábados frente al Parque Agua Azul, la novela Cien años de soledad, del Premio Nobel de literatura Gabriel García Márquez, tiene un costo promedio de 120 pesos, mientras que esa misma edición tiene un precio promedio de 250 pesos en las librerías establecidas.

El cartel de los sapos, de Andrés López López, tiene un costo promedio de 230 pesos, mientras que en dicho tianguis, es de 150. En ese lugar la novela Azteca, de Gary Jennings, tiene un costo promedio de 150 pesos, mientras que en una librería su valor es de 240. Crepúsculo, escrita por Stephenie Meyer, tiene un costo promedio de 120 pesos en el Tianguis Cultural, mientras que en las librerías establecidas su cuantía es de 230 pesos.

En ese lugar, los libros de la saga de Harry Potter, de J.K. Rowling, presentan el mismo costo promedio que en las librerías.

En el tianguis conocido como “El Baratillo”, que se pone los domingos a lo largo de las calles 36 y 38 así como a sus alrededores, la lista de precios parece no variar respecto al Tianguis Cultural. Recorriendo su amplia extensión, esta casa editorial pudo constatar que la venta de libros no es precisamente la actividad comercial más popular de ese lugar y menos tratándose de ejemplares nuevos.

Sin embargo, un comerciante de libros ubicado sobre la calle Chimborazo esquina con la calle 40, asegura poder conseguir los tomos 1 y 2 de Harry Potter en 50 pesos, es decir, alrededor de una tercera parte de su costo promedio en librerías. No obstante, aclara, ese precio está condicionado a la compra más de 100 ejemplares: “200 ó 300, los que me pidas”.

Al ser interrogado sobre la razón del bajo costo de sus libros en relación con su precio en los negocios establecidos, dijo existir un acuerdo entre las casas editoriales con los distribuidores de su tipo, “para llevar la cultura a toda la población” ofreciendo su producto a un menor costo. Señaló también que los libros que oferta no tienen ningún defecto de fabricación, y ser idénticos a cualquier otro ejemplar.

En esa misma calle, otro comerciante de libros usados y nuevos quedó sorprendido del costo de los libros de Harry Potter que ofrecía la competencia puestos atrás: “50 pesos, a eso no los conseguimos ni nosotros. De seguro son piratas, hace como dos meses parece que había muchos por aquí”.

“Si están más baratos quién sabe de dónde los saque, pero luego, luego uno se da cuenta de que son piratas. También luego uno se quema con los clientes si vende eso porque algunos salen con hojas sin imprimir o todos chuecos”, agrega el librero.

Cabe destacar que durante dicho recorrido no fue posible distinguir alguna diferencia palpable o visible entre los libros consultados dentro del Tianguis Cultural y “El Baratillo”, y los libros que fueron consultados en las librerías establecidas.


Libros más pirateados, según la Caniem

· ¿Quién se llevó mi queso?, de Spencer Johnson
· Crónicas malditas, de Olga Wornat
· Dios mío, hazme viuda por favor, de Josefina Vázquez Mota.
· Caballo de Troya, de Juan José Benítez
· El caballero de la armadura oxidada, de Robert Fisher
· Libros de Paulo Coelho, Carlos Cuauhtémoc Sánchez, Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez


La pena

El Código Penal Federal establece de tres a 10 años de prisión y una multa que va de los 100 mil hasta el millón de pesos por producir, reproducir o distribuir obra protegida por los derechos de autor.

http://www.informador.com.mx/cultura/2010/173129/6/libros-piratas-dos-de-cada-10.htm

martes, 29 de marzo de 2011

Carta a un librero mexicano


Renovarse o, definitivamente, morir

Por Heriberto Yépez

Estimado César, agradezco tu carta, sobre todo porque nos da un pre-texto para dialogar acerca del futuro del libro que, como apuntas, es un tema que he venido discutiendo en mi columna en el suplemento Laberinto del diario Milenio durante este 2010. Te agradezco tu carta y tu franqueza. Corresponderé en el mismo tono amistoso y directo de tu misiva electrónica.
Dices que sugiero “la extinción de las librerías tradicionales en México”. Así es. También sugiero la extinción de la literatura mexicana tradicional, las editoriales tradicionales y los programastradicionales de Conaculta y la Secretaría de Educación Pública. Nada tradicional funciona. Las tradiciones mantienen fijo lo que debe renovarse cada generación.
Hablas de que poseo una “fascinación … por la tecnología”. Sólo te recuerdo que el libro también es una tecnología. El libro también sale de máquinas. No me interesan las nuevas tecnologías sino las nuevas sociedades que las tecnologías pueden ayudar a construir.
Defender el libro como hoy lo conocemos es creer que un producto moderno es una Idea Platónica. No hay que permitir que el libro se vuelva un ídolo.
Concuerdo con el librero mexicano es “romántico, incluso los virtuales”, y que en México “los libreros no hemos cumplido con un servicio eficiente, de calidad”.
Los libreros mexicanos no tienen interés en hacer negocios.
Decenas de ocasiones he solicitado libros a libreros mexicanos, ya sea por e-mail, teléfono o en persona. No responden. Ni siquiera para decir que no se pudo. Su servicio es pésimo.
Los libreros de usado, por ejemplo, han sido incapaces de autorganizarse.
Como el gobierno no los ha organizado —el gobierno no tiene ningún interés en el libro usado—, no han formado redes para apoyarse mutuamente.
Te daré un ejemplo. Cada librería de viejo podría tener en su caja un folleto (de costo bajísimo, tres o cuatro hojas dobladas y engrapadas) con el que los clientes puedan conocer qué otras librerías de viejo existen en esa ciudad, sus domicilios (mapa incluido), teléfono, e-mail, horario y breve descripción del tipo de libro que venden.
No conozco una sola ciudad mexicana donde los libreros se hayan coordinado para facilitarle al lector local o turista un directorio de librerías. Si hoy viajo a Guadalajara tengo que averiguar con cuatro o cinco amigos dónde están las librerías de viejo. No hay sitio de Internet que me lo diga. Ni en ninguna librería de viejo hay información de las otras librerías de la ciudad. La propia gente en Guadalajara no sabe dónde están sus librerías. Eso es responsabilidad de los propios libreros.
Los libreros desconocen cómo funcionan los lectores. Si yo te compro un libro a ti y me gusta, voy a comprar pronto otro libro a otro librero, y los clientes de ese librero, en poco tiempo, te comprarán un libro a ti. Cuando las librerías independientes se unen, se fortalecen. Aseguran que un lector se mantenga comprando libros.
En México el principal motivo del fracaso de las librerías es que no les interesa hacer negocios. Prefieren ser románticos. Sentir que son víctimas de la maldita sociedad, en lugar de asumir su parte de la responsabilidad y, sobre todo, actualizarse.
Un médico, un profesor o un ingeniero que no se actualizan prácticamente cometen un delito o, al menos, son una vergüenza, pero ¿por qué los escritores y los libreros se creen con el privilegio de poder seguir haciendo las cosas como las han hecho “siempre”?
Daré otro ejemplo. Los empleados de las librerías mexicanas son ignorantes, comenzando por los de Gandhi. En general, no saben atender al cliente; hacerle sugerencias o darle espacio para que conozca los libros. Los empleados de las librerías casi nunca saben de libros, ¡es como si en un restaurante los empleados nada supieran de comida!
Además, por otra parte, entrar a una librería mexicana es como entrar a un museo. Y no necesariamente por las obras anticuadas que ahí se encuentran sino porque vagar ahí es, sobre todo, ser vigilado. Si piensan que algunos de sus clientes van a robarles libros, ¡inviertan en un sistema de seguridad a la entrada!
Suban sus títulos a Internet. Ya estamos en el siglo XXI.
Suban sus títulos, pongan un e-mail y revísenlo diario, denles varios métodos de pago (depósito bancario, Paypal, tarjeta de crédito con seguridad blindada, etc.) y hagan los envíos a tiempo y con métodos confiables.
No hay librerías mexicanas virtuales visibles ni una red entre ellas.
Si alguien quiere comprar un libro mexicano por Internet —y son muchísimas personas las que viven en ciudades sin librerías— tiene que, una de dos, o quedarse con las ganas, indagar si Gandhi de casualidad los posee (y el catálogo electrónico de Gandhi es pésimo) o, si tienen los medios, comprárselo a libreros estadounidenses que se han tomado el tiempo de subir personalmente el título, descripción del estado de conservación y precio de todos sus libros, y cada vez que venden lo sacan de Internet y actualizan las novedades. A sabiendas de que estamos en tiempos difíciles para el libro, esos libreros dan un servicio buenísimo, confiable, amable y de precio, generalmente, razonable, competitivo. Para mí es más fácil comprar libros nacionales en otro país que aquí mismo. Eso es responsabilidad de los libreros. Ni el gobierno ni los lectores son responsables de esta falta de visión y acción real de los libreros mexicanos.
No jodan, ¡hagan una página de Internet en donde si yo pongo un título o autor me dice en que librería de viejo en México me pueden vender este título! ¿De verdad necesitan cinco siglos más para poder levantarse de sus sillas y hacer bien su trabajo?
¿Por qué no pueden los libreros mexicanos vender libros por Internet? Porque les da flojera. No quieren buscar técnicos que les hagan páginas, aprender a manejar ese sistema, no quieren tener que ir a una paquetería a enviar los libros ni revisar si ya se hicieron depósitos. Todo eso les parece engorroso. Prefieren esperar que los clientes entren, por sí mismos, a su librería.
Libreros mexicanos, siento decirles que cada vez menos personas van a entrar a sus locales.
Las nuevas generaciones están leyendo menos en papel.
Pero observa la visión que tienes de tus clientes: “los lectores que señalas, ese que ya está listo, que ya están hechos, como si fueran réplicas del Hombre Bicentenario, ¿son los mismos que someten y propalan su ego en las redes sociales, permanecen en el chacoteo sin fruto, malabaristas de la imagen y el texto, y que no hacen sino tasajear y pegar cuanta ‘información’ se les cruza?”
Hermano, sí son los mismos. ¡Son tus clientes! Estoy de acuerdo en que la humanidad está compuesta, mayoritariamente, de pendejos. Pero precisamente el trabajo de los libreros es ayudar a que la estupidez disminuya y, al mismo tiempo, hacer buenos negocios. Si un librero mexicano vende libros por Internet y otorga un servicio de primera calidad, haría dinero, lo cual aseguraría que tuviera cada vez mejores títulos en venta, tuviera clientes que constantemente le encargaríamos libros, se corriera la voz de su servicio rápido, eficiente y a buen precio.
Hoy somos clientes de Gandhi o Sanborns porque no nos queda otra. Pero los lectores estamos descontentos con su variedad de títulos.
Estoy de acuerdo con el precio único pero lo que necesito es variedad de títulos.
¡Manden boletines electrónicos de sus mejores libros o novedades en venta! ¿De verdad esperan que tenga que viajar a su ciudad o cruzar, al menos, varios kilómetros de la mía, para ir, una por una, averiguando si algo nuevo les ha llegado?
Alegas que “la insuficiencia de toda librería, grande o pequeña, obedece a que los lectores está siendo encantados por otras realidades. Los lectores tradicionales son los que van muriendo, y no creo que una buena parte de ellos hayan emigrado a internet”.
Disculpa, César, pero una buena parte de los lectores tradicionales han emigrado a Internet.
Y los nuevos lectores, los que nacieron con Internet, menos aún están interesados en las magras librerías mexicanas. Si quieres darles lección de moral y recriminarles su estupidez, está bien, pero si quieren que sean tus clientes, adáptate a ellos. Y tu negocio prosperará. Los libreros son comerciantes, ¿no? ¿O no sólo no quieren aceptar que viven en el siglo XXI sino que tampoco quieren aceptar que son comerciantes?
¿O será que son herederos, sin saberlo, de funciones bíblicas, en donde el libro es concebido como un objeto raro, inmutable, de difícil acceso y que debe “cuidarse” y hace “diferente” (superior…) a quien lo posee y guarda?
Dices que “urgen verdaderos programas de gobierno, municipal o federal, que rescaten a todo lector potencial, que no lo dejen morir atrapado en las redes de aztecos o televisos”.
¡Pero la solución no está en el gobierno! Está en los ciudadanos. Por ejemplo, en libreros. Cuando en un país inclusive los escritores y libreros creemos que la solución únicamente puede venir del gobierno, entonces, ese país…
En esto último, te doy toda la razón: “El país no requiere libreros momificados que se sienten a deshojar la margarita (congresos con bostezos incluidos), somos también actores sociales, y por nuestras manos pasa algo más que papel impreso: pasa el conocimiento, somos responsables del desarrollo de una comunidad. Algunos libreros apenas empiezan a deletrear y entender el significado de la palabra tecnología. Otros ni siquiera lo han advertido. Urge que los libreros, no nada más los editores, se reinventen,que busquen la solución para potenciar y rescatar librerías”.
La solución ya la conocemos todos: diversidad de títulos —desde best-sellers hasta libros especializados—; entren al mercado de Internet, den un estupendo servicio, traten bien a sus clientes, organización gremial-ciudadana, actualización y diversificación de servicios.
Haz un club de lectura, aunque haya semanas en que no vaya nadie, ten paciencia, irá creciendo, habla con los estudiantes, no los mires como pendejos eternos, edúcalos amablemente, si tú eres un librero es que eres un maestro potencial de las generaciones actuales y venideras, asume tu responsabilidad, relaciónate con los escritores locales, aunque no te guste su obra, invítalos a hablar de sus libros, aunque sea pequeña —una librería tiene éxito si se vuelve espacio cultural y de convivencia social—, no todos los lectores tiene que leer filosofía compleja, hay lectores para quienes una librería es una oportunidad de conocer a otra persona, socializar, salir de su monotonía o soledad, también ellos son importantes, no hay que despreciar a ningún tipo de lector, y que una librería esté abierta al mundo, a su calle, colonia, delegación, ciudad, país y planeta, aunque afuera se escuchen las patrullas y la miseria ronde todas nuestras calles, hay que abandonar las ideas viejas y reinventar, como bien dices, la forma en que tratamos al libro.
Los libros, en cierta medida, nacieron para ayudar a esclavizar a hombres y mujeres a ideas fijas y establecer diferencias entre los individuos, clases y culturas. Hay que terminar de sacudirle ese pasado al libro.
Los libros quieren volar. Pero su antiguo papel les está pesando. Hay que inventar un libro libre. ¿Libre de qué? De nosotros, porque un libro no es está hecho de páginas sino, primordialmente, de todas las relaciones sociales que ese objeto pre-texta. ®
Esta es la carta del librero:
Estimado Heriberto:
Desde hace un par de semanas, de acuerdo al tono apocalíptico de tus textos, parece que lo que tu sugieres es la extinción de las librerías tradicionales en México. Reconozco tu fascinación que tienes por la tecnología, pero la era digital será una realidad, en este país, en la medida que salga de su bache económico. Esto, lo sabemos, va a durar decenas de años.
Es cierto, los libreros somos, por antonomasia, románticos, incluso los virtuales. No se diga capitalistas. Pero entiende que nuestro modus vivendi es hacer que estas maquinas de pensar encuentren a su lector feliz, ya lo dijo Zaid. Bien o mal, hacemos lo posible por posibilitar este encuentro.
Agradecemos tu advertencia, como quien advierte a los pobladores de una playa, del tsunami que se acerca.
Tus comentarios son una reacción, o tal vez un reproche, porque seguro que los libreros no hemos cumplido con un servicio eficiente, de calidad. Muy cierto, pero el blindaje de los pequeños libreros es muy limitado, aspiramos a brindar un mejor servicio, pero a diferencia de las cadenas de librerías (en este país toda cadena librera es sinónimo de supervivencia), nuestros recursos económicos son limitados. Nos acompaña, eso sí, más la pasión por los libros que la solvencia económica.
Toda empresa librera es un barco ebrio en este mar de lectura llamado México. Aún más: el mar se está secando. Los lectores se agotan, cada vez más se reducen. Los pocos lectores típicos que permanecen no son legión, y por estos pocos lectores es que nos esforzamos, y estamos dispuestos a dar la batalla.
Asumo que los libreros, los reales y leales, los comprometidos y no los empresarios que sólo ven números, son los que también se están acabando. La escuela de libreros que prometieron hace dos años, es más que necesaria. De hecho, pienso que ahora tendrían que pensarle más sus promotores para crear generaciones de libreros digitales.
Más que un divorcio, entre lo impreso y lo digital, los futuros libreros debemos prepararnos en la medida que las bibliotecas, públicas y privadas, lo vienen haciendo desde hace años, en donde ya conviven los formatos electrónicos con los impresos.
He pensado e imaginado por mucho tiempo cómo serán los libreros en el futuro, y he imaginado no pocas veces esa utopía privada que describes. Quizás los libreros del futuro tengan un papel en la sociedad similar al de los bibliotecarios de hoy en día. Su labor tal vez sea almacenar, administrar, discriminar y hacer circular  textos electrónicos.
Pero ahora lo veo más claro. La utopía que planteas, y que más bien me parece un extracto de alguna novela futurista, no tiene lugar, de acuerdo a su etimología. Advierto que si llega ese momento, si se cumple ese sueño, entonces sí, ni tendría sentido que existieran más los libreros. Pues desde la comodidad de su hogar acaso no nada más sea el lector el editor de su propio libro. Aún más: será el propio impresor y librero.
Pero  será todo eso, y nos olvidamos de lo más esencial, su función primordial, el primer motor aristotélico: el sujeto lector. Quiero decir, ¿Cómo anhelar este salto cuántico, si los lectores que señalas, ese que ya está listo, que ya están hechos, como si fueran réplicas del Hombre Bicentenario, son los mismos que someten y propalan su ego en las redes sociales, permanecen en el chatcoteo sin fruto,  malabaristas de la imagen y el texto, y que no hacen sino tasajear y pegar cuanta “información” se les cruza?
No es excusa, pero la insuficiencia de toda librería, grande o pequeña, obedece a que los lectores está siendo encantados por otras realidades. Los lectores tradicionales son los que van muriendo, y no creo que una buena parte de ellos hayan emigrado a internet.
Urgen verdaderos programas de gobierno, municipal o federal, que rescaten a todo lector potencial, que no lo dejen morir atrapado en las redes de aztecos o televisos.
Urgen que los libreros discutan sobre su propio futuro, que no nada más presuman de ser hábiles negociadores y arrojen de vez en cuando alguna puntada, como aquel librero ya fenecido, que mucho mal le hizo al medio librero, al someter a todas la editoriales a su capricho comercial, y hacer que un sinnúmero de pequeñas librerías desaparecieran. Que por cierto, hoy en día los editores tratan de paliar su tremendo error con la imposición del dudoso precio fijo.
El país no requiere libreros momificados que se sienten a deshojar la margarita (congresos con bostezos incluidos), somos también actores sociales, y por nuestras manos pasa algo más que papel impreso: pasa el conocimiento, somos responsables del desarrollo de una comunidad. Algunos libreros apenas empiezan a deletrear y entender el significado de la palabra tecnología. Otros ni siquiera lo han advertido.
Urgen que los libreros, no nada más los editores, se reinventen, que busquen  la solución  para potenciar y rescatar librerías. Muchas veces he imaginado espacios como las tiendas comerciales que abundan en casi toda esquina, pero  que en vez de tanta bagatela fueran los libros los que se ofrecieran. Entonces sí, cómo la droga que refresca (Rius dixit), habremos encontrado la tan anhelada fórmula mágica.
—César Vargas, Librería Ítaca, Guadalajara.