domingo, 14 de junio de 2020

Blog librería de Viejo , ¿Cuánto?

Blog librería de Viejo

¿Cuánto?

May 3, 2020

Si bien cotidianamente son antagonistas por naturaleza propia, existen ocasiones, escasas como la historia de un deicidio, en que estos dos participantes de la vida del libro involuntariamente colaboran  para dar resultados inesperados. Me refiero por un lado al librero: adalid de las letras y de la tinta seca que resguarda el conocimiento y la vida de los autores con el celoso y prolijo ejercicio de su oficio, y por otro lado, el biblioclasta: aquel porfiado que no conforme con ser indiferente a los libros, se empeña en mantenerlos apartados de su vida y de quienes le rodean rindiendo pleitesía al pensamiento medieval que se creía derrocado gracias a la imprenta.
Era mi primer año en la bella ciudad de Guadalajara. Recién prófugo de la CDMX y llevando a cuestas nada más que  la experiencia adquirida durante dos años en una de las bastas proveedurías  de libros usados de la calle Donceles y un cambio de ropa.  Después de una azarosa búsqueda y de perder un empleo recién adquirido por llegar con  retraso y aliento alcohólico, la librería de “El Viejo” me abrió la puerta sin más trámite que una sencilla prueba para determinar mis habilidades como comprador de libros, como coyote. Resulta curioso porque en los años con L.C. en Donceles nunca tuve oportunidad de participar en la negociación de compra de los pequeños puñados de libros que regularmente llegaban al mostrador y cuya resolución se encontraba siempre en manos del empleado de más experiencia cuando el dueño estaba ausente.
En una de las semanas en que aún me adaptaba al modelo de trabajo de mi nuevo patrón mientras trataba de implementar los conocimientos de orden práctico adquiridos en CDMX la librería recibió la llamada de una persona que deseaba, casi ansiaba, disponer de la biblioteca de su difunto esposo. La señora nos urgió a acudir de inmediato para atender su imperiosa necesidad y cuando nos indicó la colonia en que se encontraba el domicilio  no bien dejamos las cucharas sobre los platos a medio comer y nos dirigimos raudos a su encuentro. En Guadalajara pocas veces las bibliotecas de colonias de alto nivel socio-económico se ponen a disposición de los modestos libreros de viejo.
Desde que llegamos a la residencia en la colonia Providencia El Viejo intuyó que algo muy bueno se presentaba frente a nosotros, una oportunidad singular e imperdible. Pero, como buen coyote, su primera recomendación al mozalbete que llevaba por acompañante fue la mesura. Así fue como me lo dijo: “acuérdate que venimos a comprar libros viejos”. Esta última palabra subrayada con el tono de mezquindad y desdén con el que se categoriza lo inservible.
El afán de la viuda biblioclasta por dar celeridad a la operación fue la presentación con que nos recibió justo después de invitarnos a pasar a la inmensa biblioteca depositada y conservada con un evidente celo y detalle por, al menos, dos generaciones. Nuestros ojos no alcanzaban a dar cuenta de todas las maravillas que ahí se resguardaban. Bastaba otear cualquiera de los hermosos libreros de finas maderas para descubrir alguna serendipia: ejemplares impecables de códices, enciclopedias rarísimas, bellísimas encuadernaciones en piel hechas ex profeso, colecciones majestuosas de las celebradas ediciones españolas de Aguilar, literatura contemporánea de exquisitos autores nacionales y extranjeros, libros de arte cuya portada y hechura bastaban para sentir nostalgia por los tiempos en que los libros se hacían con el mismo cuidado y dedicación que una fina escultura.  No cabía duda: habíamos encontrado la ciudad de El Dorado o, mejor dicho, nos llamaron de ahí para hacerles una visita.
Aún no salíamos de nuestro asombro cuando un furtivo intercambio de miradas y muecas entre El Viejo y yo nos nubló la sonrisa para reinstalarnos en nuestra realidad: esa biblioteca podría valer lo mismo que la modesta pick up en la que viajamos y, por supuesto, mucho más de lo que llevaba el patrón encima. Sin embargo, fieles al principio general de desinterés que el librero y cualquier mercader debe guardar ante semejantes ocasiones, nos dirigimos con parsimonia a inspeccionar los excelsos muebles donde se albergaban esas joyas por las que ya nos relamíamos los bigotes. No pasó mucho tiempo de nuestro cauto proceder cuando la viuda biblioclasta se dirigió al Viejo con exacerbada impaciencia “¿Los va a revisar todos, señor?”. El momento temido había llegado y en nuestras mentes no había cabida aún para fijar una cantidad y comenzar a negociar.
-Mire, señor, tengo algo de prisa, ¿no me puede decir así rápido cuánto?-No lo sé, señora, usted dígame ¿cuánto?-Mire, le voy a dar mil pesos para la gasolina pero ya llévenselos todos.

Al día siguiente, aun recuperándonos de la extenuante labor de bajar libros y colocarlos sin mucho orden en la caja de la camioneta durante más o menos una hora y media nos alistábamos para regresar a la residencia en Providencia y recoger el resto de los desechos de una viuda biblioclasta que con su desprecio por los libros nos aseguró al Viejo, a la librería y a mi una boyante temporada en el mundo de la compra-venta de tinta seca y nos concedió una irrepetible experiencia en el fascinante oficio de librero.
Por supuesto, en apego a las reglas no escritas del librero, y emulando los rituales paganos de nuestros predecesores, esa noche rendimos una ofrenda extraordinaria al dios Baco agradeciendo la bonanza y deseando recibir los mismos favores para la próxima cosecha.

José Barba.
Guadalajara, Jalisco.
FB: Librero José Barba
IG: José_Barba_Librero

“La oprimida” y la primera biblioteca que compré.

Blog Librería de viejo

https://libreriasdeviejo.com/la-oprimida-y-la-primera-biblioteca-que-compre/

“La oprimida” y la primera biblioteca que compré.

Abr 4, 2020
Fue algo traumático, nada fácil para mí. A unas cuadras de la librería de viejo donde laboraba, hace unos quince años más o menos, me indicaron que todos los valuadores que acudían a domicilio estaban ocupados y que debía ir a ver esa biblioteca, mi primer compra, estaba emocionado y nervioso por la responsabilidad, ya había visto como adquirían las colecciones en la librería, pero mi experiencia en domicilio era nula, sólo veía como llegaban con las camionetas cargadas de libros y con anécdotas de la transacción, lo pesado que estuvo y en ocasiones la explicación de como las realizaban.Acepte acudir al domicilio, en realidad no tenía de otra, caminé unos trescientos metros, toqué el timbre, pasé y me recibieron dos ancianas, eran hermanas, la dueña de la biblioteca, claramente buena persona, dulce, lectora, pero frágil en varios sentidos, desde ahora la llamaré simplemente la oprimida, a su lado la vieja opresora, dominante y de carácter fuerte, me invitaron a ver la biblioteca, sólo pasé con la oprimida.En cada biblioteca que uno visita puede percibir como es la persona, si sólo es coleccionista o lector, qué temas domina, a qué se dedica, cuándo adquirió los libros, en pocas palabras, uno entiende la vida de la persona en su colección de libros, cualquier detalle es importante, el acomodo, el polvo y los adornos son esenciales para ello.Observé un librero de dos metros de alto por un metro cincuenta de ancho, de madera y de color blanco, lleno completamente de novelas, no había más, tal vez un diccionario por ahí perdido, los ejemplares estaban en muy buenas condiciones; los clásicos rusos, literatura del boom latinoamericano, novela rosa y policiaca, premios Nobel y varias obras completas. Calculé el número de libros, eran quinientos aproximadamente, valoré la posibilidad de venta y sobretodo que no me fueran a regañar o despedir por pagar demasiado por el conjunto, estaban acostumbrados a ofrecer bastante poco por las bibliotecas, algo en lo que no estaba de acuerdo, pero así era la chamba. Pensé ofrecer poco para no arriesgarme, si aceptaban lo verían bien mis jefes, de no hacerlo, simplemente se perdería una compra más.Al terminar mi revisión nos reunimos con la hermana dominante, frente a ambas hice la oferta, al escucharla la oprimida soltó el llanto – ¿cómo podía ofrecerle tan poco por la biblioteca de su vida?Me sentí realmente mal, pero era mi trabajo y quería conservarlo, después de unos eternos segundos incómodos y la dueña sufriendo, la dominante determinó que aceptaba, le indicó a su hermana que se callara, que por la basura que tenía estaba bien, además debían mudarse y no iban a cargar con cosas inservibles. Impactado por la escena salí por ayuda y por el pago, en blanco tengo el cómo llegué a la librería por el dinero, cajas y un diablito, nadie me ayudó.Al regresar a la casa, la hermana dominante ya había encerrado a la oprimida en una de las habitaciones, sólo escuchaba sus sollozos mientras recogía los libros, al hacerlo me dí cuenta que en realidad era mayor la cantidad, pues eran dos filas, lo que no había notado, mostrándome cobarde no lo mencioné, regresé por otro viaje y me despedí de ambas señoras, lo peor de todo es que la oprimida me dio las gracias.Conservé el empleo, aunque no recibí las gracias, mucho menos un reconocimiento. Es una de tantas ocasiones en que me he sentido miserable. Cualquier ofensa, en los comentarios por favor.

El padrino

Del Blog de Librería de Viejo

El padrino

Abr 23, 2020
Mi amigo y yo iniciamos la aventura de formar una empresa de libros usados en noviembre del 2011, nuestra primera compra ya asociados fue de cuatrocientos pesos, pagamos mitad y mitad, eran libros técnicos y ese mismo día vendimos todo el lote a un librero del corredor cultural Balderas, así seguimos durante unas semanas, adquiriendo pequeñas bibliotecas, pagando cincuenta por ciento cada quien y ahorrando por si algún día, en un futuro nos caía una biblioteca grande de un coleccionista famoso, esos sueños que uno tiene al iniciar un negocio. Al comenzar diciembre sucedió, muy rápido en nuestro joven proyecto, nos llamaron para ver una biblioteca en Tepepan, justo detrás del reclusorio femenil, barrio lleno de callejones estrechos.
El día de la cita pasamos a una privada de diez casas bien resguardadas, todas de tres niveles color naranja con amplio jardín y estacionamiento. El dueño de la biblioteca recientemente había fallecido, nos recibió un señor de unos cincuenta años, que había sido su asistente personal durante los últimos años de su vida. Mi socio y yo teníamos mucho entusiasmo, nuestra primera compra grande, pero al pasar a la biblioteca nuestros sentimientos eran contradictorios, pues el tamaño de la colección hacía imposible que tuvieramos la capacidad económica para adquirirla.
La biblioteca consistía en unos ocho mil títulos repartidos en los tres niveles de la casa, estaban ubicados en libreros de madera y organizados de forma cronológica; todos, absolutamente todos los libros eran de Historia de México, desde la época prehispánica hasta la actualidad, muchos ejemplares del siglo XIX, pero también títulos de coyuntura política.
El recientemente fallecido dueño de la biblioteca, que de ahora en adelante me referiré a él como “el padrino” fue una persona culta dedicada a la política, fue diputado en tres ocasiones, senador, líder de su partido, conferencista y escritor de muchos libros de temas históricos del país. Inició en el Partido Popular Socialista y luego pasó al partido oficial, en el cual fue participante activo por décadas, tuvo estrecha amistad con Luis Echeverría, a quien le escribía varios de sus discursos.
Mi colega y yo revisamos la biblioteca durante dos horas, impresionante colección, ni la biblioteca central de la UNAM o la de la ENAH tienen ese acervo tan específico y bien curado como el de este personaje, para los bibliófilos de Historia de México les presumo que se hallaban las primeras ediciones de Zamacois, Bulnes, Icazbalceta, Clavijero, etc. también códices y compilaciones hemerográficas del siglo XIX, algo impresionante. Muchos libros contemporáneos también, pero todo de la misma temática.
Al finalizar la inspección meditamos sobre la propuesta que haríamos, la cantidad, las parcialidades, etc. La verdad sólo nos dijimos ¡ya valió madres! ¡no tenemos para pagar esto! Valoré la biblioteca en un cuarto de millón de pesos, cantidad absurdamente alta para nuestros ahorros. Tristes nos ibamos a retirar, pero antes debíamos platicarlo por teléfono con la heredera, una de las hijas, mi avezado socio se rifó la llamada, para mi sorpresa, mientras estaba en comunicación, la interrumpió para preguntarme ¿cuánto tienes? Mi amigo soltó la risible propuesta de diecisiete mil pesos … ¡aceptaron!
De forma sumamente prudente y con la vehemencia que me caracteriza le dije ¡no mames!
Como lo sabe todo librero de viejo, una biblioteca no es de uno hasta tenerla en casa, le dimos prisa, fuimos al banco, pagamos, mi socio fue a rentar un camión para cargar todo el mismo día, yo me quedé a desmontar los libros, en mi vida recuerdo tres días de verdadera chinga física, ese fue uno de ellos. Mi colega regresó casi al anochecer, no cupo todo, debíamos volver otro día por el resto.
A la mañana siguiente, cuando regresamos por el faltante nos recibió la hija de “el padrino”, quisimos entablar una plática con ella sobre su padre, la primera pregunta fue: ¿cómo era su papá?, ella de forma inmediata y con furia en la mirada respondió: era un hijo de puta, nunca nos quiso y jamás estuvo al pendiente de nosotros, su familia, hasta el final de sus días fue un cabrón, lo odié y si no tiré los libros a la basura fue solo porque debo restaurar y pintar esta pinche casa que solo malos recuerdos me trae y venderla.
Obviamente la plática terminó muy rápido, fue así que comprendimos que aceptaran nuestra oferta. Aprovechamos el camión rentado que con la gasolina nos saldría en dos mil quinientos pesos, para ir por otra compra grande en el centro de Tlalpan, libros de arte y literatura muy buenos en una de las casas más lujosas que he visitado.
Por la noche, cansados de tanta chamba (y en mi caso calculando que no tenía ni para un boleto del metro), pero contentos con nuestras adquisiciones, revisábamos el material en la bodega cuando mi amigo grita: ¡no mames, no mames, no mames¡ Cierra la única ventana, se acerca a mí con La Relación de Michoacán, en una hermosa edición en caja, la abre y me muestra un fajo de billetes, los contamos y sumaba la mágica cantidad de veintinueve mil quinientos pesos, exactamente lo que habíamos invertido en dos bibliotecas y la renta del camión.
Padrino, invertiste en una empresa de libros usados que aún se mantiene en pie, dando trabajo a más de veinte trabajadores, tal vez no fue en vida, pero desde el infierno, donde debes estar según tu hija. Te agradecemos por el apoyo desde acá arriba, en este pedazo de tierra contaminada llamada Ciudad de México.

La extraña relación entre los libros viejos y las calabazas


Del Blog de Librerías de Viejo



Nos llega el Anecdotario 

La extraña relación entre los libros viejos y las calabazas

Jun 13, 2020
Son suficientes años en el gremio, así qué me siento merecedora de tener tantas anécdotas como estrellas en el cielo.
En el momento en qué un letrero de llamativo color ofrecía un empleo como ayudante, acepto que me escandalice un poco, esas librerías de la calle Donceles son algo lúgubres y para ser sincera no era de los clientes que se maravillan tanto del lugar que mejor se buscan empleo ahí.
Yo solo buscaba trabajo, era una joven madre, idealista y en lo que creí un matrimonio moderno; los dos salen a conseguir el sustento porque así funciona la equidad.
Pregunté en que consistía y me dijeron -si te interesa puedes hacer un examen ahora mismo y mejor porque hago cierre de todas las solicitudes de esa semana- …
Recuerdo bien que me mandaron a buscar “los de abajo”,” el príncipe ” de Maquiavelo y un Baldor.
También había que alfabetizar una pequeña área.
Aunque creo que el peso mayor lo tenía la entrevista. Hablé sinceramente; no he trabajado en muchos lugares, en una librería quiero trabajar porque es una forma de tener un empleo pero seguir aprendiendo ¿ cargar cajas? Sí, si las aguanto no tengo problema, ¿Los clientes? ….
En este punto haré un alto; justo en ese momento mi aplicadora se fue a atender -ese libro no lo tengo, no conseguimos libros, es una librería de ocasión nos atenemos al material que llega al día- A veces suelo notar que sobretodo los compañeros que tienen un trato más directo y prolongado con las personas, van adquiriendo actitudes, gestos y voltear los ojos es el gesto más repetido para los consultantes. Quizá fue uno de los momentos decisivos para mí estilo de atención,  en ese momento pensé que a nadie le gusta que le volteen los ojos. Yo no me siento a gusto cuando recibo ese trato – un día me “espine” con unas calabazas y exclamè como lo hubiera hecho cualquier mortal que recibe un pinchazo en el dedo, aunque sea por una calabaza. Busqué sororidad porque era una vendedora y lo que recibí fue que me volteara los ojos
 Y es muy frustrante irte de un lugar con un dedo pinchado, una mala actitud y además haber tenido que pagar por ello.
No he dicho que obtuve el trabajo.
 Me mandaron a la hermosa librería ” La torre de viejo” , no la conocía y como me ocurre en esos lugares entrañables en dónde he trabajado (desde entonces solo acostumbro trabajar en librerías) la envolví en la primer mirada de reconocimiento y me prendí para siempre de su obscuro pero bello aspecto al admirar los pequeños libros que se acomodaban en la parte frontal de la librería. ¿ Saben? Contar esos ejemplares era protocolario casi como santiguarse en la iglesia, lo hicimos por largos años. ¡Esa en realidad fue mi primer tarea llegando a la Torre!
Además tengo qué agregar que estuve conviviendo al rededor de siete años con compañeros gentiles y profesionales que entre miles de libros, con una organización, memoria y respeto me ayudaron a aprender a ser guardiana de libros, clasificar, camuflar en pilas pero sobre todo a convencer por qué sabes que el libro no está, usando educación, diplomacia y sugiriendo alternativas.
Sinceramente voltear los ojos nunca fue alternativa para esa generación.
Tina libro viejo

domingo, 1 de marzo de 2020

DE GODÍN A LIBRERO. MI HISTORIA EN LA INCURSIÓN DEL LIBRO USADO


DE GODÍN A LIBRERO. MI HISTORIA EN LA INCURSIÓN DEL LIBRO USADO

Dedico esta columna a las personas que han fungido como inspiración y apoyo para el amor a los libros. Sin orden de importancia; comenzando por mi familia;  alguien lo tenía que escribir: Víctor Manuel Hernández Bedolla, (mi padre), Celia Bedolla Monzón (mi abuela), Eduardo Hernández Bedolla (mi tío), Rosa María Luévano Adame (mi tía), Silvia Luévano Adame (mi madre), Guadalupe de los Ángeles Hernández Bedolla (mi tía), Manuel Bautista López y Fernando Urbiola Ledesma (Mis Padrinos). Mis profesores de diversas etapas académicas: Paty Dorantes, Pilar Hernández, Mtra Eva (Una profunda disculpa, no recuerdo su apellido, pero de las mayores influencias), Irma Vásquez Camarena, Alejandra Avedillo, María del Socorro Candelas Méndez, Asunción Arias, Aránzazu (nuevamente una disculpa por la omisión de los apellidos), Enrique Ojeda Martínez, José Adán Trejo Reyes, Cecilia Velázquez Ponce, Gustavo Santos Quesada, Carlos Martín Bolio, Edson López Martínez, Pedro Ariel Vásquez Bórquez, Araceli Bravo Orduña, Miguel Ángel Hidalgo Vázquez, José Moreno León, Juan Ignacio Romero Rubio, Jesús Pretelín Ricárdez, Beatriz Concepción Aguilar De La Rosa, Teresa Margarita Nieto (QEPD), Salvador Santiago Pedro, Yonatán Pérez García, Armando García Goytia, Julián Valeriano Reyes López, Liliana Vázquez Roa, Bertha Estela Díaz Hernández, María Cristina Ortega Martínez. Mención aparte para amigos, colegas, compañeros, y hasta amores, con los cuales he compartido el gusto por el libro: Antonio Domínguez Zamorano, Luis Pablo Martínez Alcántara, Daniel Alberto Pérez Paniagua, Edilsar Medina Soto, Ricardo Sánchez Martínez, Víctor Moyers Borunda, José Antonio Fabián Fuller, Samantha Celestino Guillén, Karina Miranda Ramírez, Arianna Olvera Martínez, Jesús Emmanuel Contreras Quintero, Carlos René Rubio Sánchez, Rubén Méndez Cruz, Daniel Leví Fernández Oropeza, Yared Gudiño, Rodrigo Sinta Cedillo, José Luis Aguilar Parra, Salvador Trujillo Arredondo, Jaime Hernández Pozas, Leonardo Contreras Rodríguez, José Arcos García, Alejandra Pozas Luna, Uriel Gómez Nava, Mara Rosas Sánchez, Cristina Rojas, Carmen Gómez, María Esther Vázquez y sin lugar a dudas no pueden faltar: Andrea De La Cruz Cruz, Nairari Paloma Martínez Pérez y Ana Edith García Félix.

También es de reconocer el valor que transmite el trabajo de diversos escritores, periodistas, políticos (para bien y para mal), caricaturistas y personajes que desde diferentes trincheras, gustos, ideales, aportaron esa inspiración para el valor de los libros: Gabriel Vargas Bernal, Eduardo Del Río García (el buen “RIUS”, ¡Ah, como lloré cuando te moriste condenado, contigo se iba una parte fundamental de mi ser libreril!), Edgardo Moreno Pérez, Cristina Ruys, Rafael Barajas Durán (El Fisgón), Ramiro Luévano López (Yo si leía su opinión editorial en el “legítimo” semanario Tribuna Libre), Carlos Castaneda, Mario Mendoza, John Krakauer, Silvia Bernard Calva, Sigmund Freud, Viktor Frankl, Henry Lay Clindgren, Erich Fromm, Pablo Fernández Christieb, Gerardo Fernández Noroña, Enrique Peña Nieto, Andrés Manuel López Obrador, Fidel Castro, Agustín Escobar Ledesma, Eduardo Galeano, Hugo Chávez, Carlos Fuentes, Enrique Serna, Oscar Lewis, Cristina Pacheco, Paco Ignacio Taibo II, Armando Bartra Valentín Frías, Baltazar Gómez Pérez, Octavio Paz y Juan Miguel Zunzunegui. Sin el apoyo de César Salvador Gómez Diz, Yeshica Chávez Murillo, Adalberto Cortés y Francisco De Asis, este sueño no sería posible.

Hace unos días, me percaté, que al vuelo del tiempo, se acercaba el primer aniversario de vida de mi querida hija. (El primero había nacido un año antes, y fue un varoncito), ahora a casi un año del nacimiento de mi niño, siendo muy afortunado me llegaba mi segunda hija, a la cual nombre “El Jonuco de los Libros”. Sí, ahora procreaba una hermosa niña. Tener dos hijos representa una importante responsabilidad, y como tal, hay que alimentarlos, educarlos, pero lo fundamental es expresarles amor para que crezcan, se desarrollen y trasciendan. Con el nacimiento de mi hijo, el cual es un sencillo, pero emotivo libro basado en el relato oral inspirado en la vida de mis abuelos maternos, los cuales a través de sus historias, anécdotas y experiencias; germinaron la sensación de dejarlo plasmado en 100 páginas. Mi hijo, aunque de origen hidrocálido-zacatecano, vio la luz el 04 de abril de 2018, en la calle Pipila casi esquina Luis Moya en la colonia Lindavista, del tradicional e histórico Barrio del Tepetate, por supuesto en la Patrimonial y Cultural ciudad de Santiago de Querétaro, por tanto, mi hijo es orgullosamente queretano y Aries, como su papá, curiosamente, nació el mismo día del cumpleaños de su mamá, Ana Edith García Félix. ¿Su nombre? “Luis Moya Zacatecas. Una Historia que Contar”. Este hijo me inspiró a continuar el sueño de hacer una familia grande de libros, pero la vida me llevó más lejos, y fue así como el 01 de marzo de 2019, alrededor de las 19:00 HRS, nacería mi preciosa hija (todos los padres vemos hermosos a nuestros hijos, y aunque dicen que los hijos no se desean, cuando sabemos que vienen en camino, no hacemos otra cosa que esperar ansiosos su llegada). No sabría precisar el tiempo de su gestación, no fueron exactamente 9 meses, quizá fueron años enteros, y quizá mucho antes de que yo apareciera en este plano. Mi hija “Jonuco” y yo tenemos muchas coincidencias, nació en un año con un calendario idéntico al de su padre, él en 1991 y ella en 2019; ambos son hidrocálidos, aquicalenses, hidrotermapolitanos o aguascalentenses (como nos gusten llamar, todos nos llenan de orgullo). Otra coincidencia que tenemos, es que prácticamente nacimos en el mismo lugar, ella en la Clínica 01 del IMSS ubicada en el Blvd. José María Chávez esquina Av. De la Convención de 1914 Sur; y su papá en Luis Adolfo y Jardín del Estudiante, exactamente a espaldas de la Clínica 01, pero ambos somos del Fracc. Bulevar. Ese día nació, porque los proyectos nacen, no cuando están consolidados, son similares a los campamentos. Un campamento no nace cuando la tienda de acampar está terminada en el corazón de un bosque una montaña, una selva o una playa, este nace a partir del momento en que alguien dice “¿por qué no hacer un campamento?”. 

Las librerías nacen igual, porque fue hace un año cuando al recoger una caja de libros que se encontraba a resguardo de una familiar (Luz María Díaz de León Gutiérrez, a quien también le agradezco su apoyo incondicional), al trasladarme de su domicilio a la zona centro de esta ciudad de Aguascalientes en un taxi, reflexionaba “¿y por qué dejar pasar más tiempo?”, así que de golpe y porrazo me decidí a la convocatoria del material para etiquetarlo y ponerlo a la venta. El nombre fue algo azaroso y que me parece que ha causado curiosidad a los que observan y le escuchan raro, o simplemente desconocido. Un “jonuco”, en estricto sentido se le denomina al espacio que está debajo de unas escaleras y el cual se utiliza para guardar objetos, incluidos libros, y que muchas veces se vuelve una especie de bodega. Crecí con un espacio pequeño y reducido al cual le denominaban “jonuco”, el cual tenía una pequeña puerta, era oscuro y repleto de trastes, cajas, sin luz y con un eterno olor a “guardado”, ya que nunca se ventilaba. Dicho nombre siempre me pareció curioso. Creo que formó parte de mi impronta por lo desconocido, lo curioso, y es que la curiosidad es la mejor herramienta que nos acercan a los libros. También supuse que ya conocía librerías que eran bautizadas por una palabra que hacía referencia a los espacios donde comúnmente se guardan libros. Así tenemos: “Ático”, “Diván”, “Sótano”, “Bodega”, “Laberinto”; y pensé “Bueno, ya tenemos todos ellos, creo que solamente nos falta un “Jonuco de los Libros”, y así surgió su nombre.

¿Pero cómo surgió la idea de establecer una librería? A lo largo de este año, esa ha sido la pregunta más común,  a la cual me he enfrentado, por parte de amigos, familiares, compañeros, y  hasta de clientes. Nunca me imaginé que construir, establecer y proyectar una librería de usado, causara tanta controversia, polémica y división de opiniones. Por un momento tomé la idea de comparar la situación si en su lugar hubiera aperturado una tienda de autoservicio, una cervecería donde todo se venda a 19 pesos (claro con alitas incluidas) o hasta un súper negocio de malteadas mágicas con sus tradicionales cortinas verde y blanco; pero cuando anuncié la idea de unirme a las librerías ya establecidas en esta ciudad; me topé, principalmente con descalificaciones, escepticismo y muchos bríos…. ¡Para cerrar el changarro! (¡Porque mejor no te vas de cajero!), (¡Mira nada más, ahora pareces un vil cargador!), (¡Bueno!, ¿y vender libros sí te da para comer?), estas y más muestras de lástima, fueron alimentando mi deseo de continuar firme en esta resistencia cultural, inclusive cuando recibí una “bromita” de ese tipo de personas que no tienen mejores cosas que hacer que incomodar al prójimo. ¡Caramba!, la cultura causa escozor, pero como bien postulé en mi formación como profesional de la psicología, “estamos hechos para confrontar y provocar escozor”.

Respondiendo a la pregunta anterior, para ser completamente franco,  yo no escogí ser librero, ni establecer una librería más en esta céntrica ciudad, más bien me sucedió lo que dicta aquella legendaria canción de Willy Colón, cuando dice “Si del cielo te caen limones….aprende a hacer limonadas”. El contacto con los libros, con las hojas para ser más específico, me es tan añejo, como mi propia existencia. Mis primeros acercamientos con las letras fueron con los libros de la SEP que mi hermana iba dejando en su avance escolar; de igual manera sucedió con su “Enciclopedia Temática de Disney), y aunque no sabía leer aún, disfrutaba enormemente ver y hojear esos libros. Aunque me dé un poquito de vergüenza, este tecladista reconoce públicamente que no siempre les di un buen trato, entre rayones y recortes, destrocé algunos libros, pero creo que esos errores de la infancia y el contacto con las hojas, van permitiendo el respeto por el material conforme vamos creciendo. Otra impronta importante, fue la presente imagen de ver a mi padre siempre leyendo el periódico sentando en la sala, disfrutaba enormemente de esa contemplación que después se convirtió en una compañía agradable, porque los fines de semana, aparecía un suplemente en el “Sol del Centro” de OEM; de la célebre caricatura “Beto el Recluta”, y que además surgió allí mi gusto por los cómics, que años después se vería reflejada en mi pasión por “La Familia Burrón”.

Ya en la primaria, disfrutaba enormemente los momentos en que teníamos que surtir las listas escolares, y mi momento predilecto fue cuando acompañaba a mi madre a las librerías donde se obtendrían los libros con los cuales batallaría mi trayectoria escolar por todo un ciclo escolar y forrarlos era de lo mejor. Cuando llegaban los libros de la SEP, me sentía pleno, tenían algo en especial, pues los disfrutaba más que los propios libros de editoriales, con ellos tomé gusto por la lectura y la investigación.  Durante toda mi formación académica, tuve profesores que me inspiraron en la lectura, tanto por su enseñanza, su recomendación y hasta la manera en como lograron utilizarlo como objeto pedagógico, tal como ocurrió en cuarto año de primaria, cuando la Mtra Eva, nos premiaba nuestro buen comportamiento y rendimiento, leyéndonos algunas de las historias contenidas en el libro “Permiso para Volver” de la escritora y cuenta cuentos, Cristina Ruys, libro editado en el año 2000. Una combinación entre la buena escritura de la Mtra. Espinosa (verdadero apellido de Cristina Ruys) y la buena narración de mi maestra, observadora de nuestro particular gusto por la temática paranormal, logró cautivar a un grupo de alrededor de 40 estudiantes, a permanecer atentos y lo mejor, a querer obtener el libro por cuenta propia, el cual varios compañeros se hicieron de él en la Librería Cultural, en Querétaro ciudad. Fue hasta 2013 cuando pude hacerme de él, recordando aquella buena época.

Otros momentos claves en mi gusto libreril, fue cuando por el deseo de hacerme de mayores ingresos personales, tomé algunos libros de mi infancia y recorrí algunas librerías de usado del centro de la ciudad de Querétaro, y me quedé cautivado de la gran cantidad de libros que tenían y soñaba con tener un librero así de repleto. El segundo momento clave fue mi gusto por los libros del Mtro. RIUS, quien logró transformar mis ideas religiosas y políticas; pero lo más importante, consolidar mi pensamiento crítico y escéptico de una manera sencilla, práctica y novedosa. El deseo de hacerme de más libros de RIUS me fue llevando a recorrer las librerías de usado de Querétaro (donde crecí y residí por dos décadas) y fue tanto mi gusto y filia por las librerías, particularmente las de usado, que cuando tuve la oportunidad, cada que llegaba a una ciudad preguntaba a los habitantes sobre la ubicación de librerías de usado, tianguis, puestos o lo que fuera. Así conocí 51 librerías distribuidas en lugares como Querétaro, CDMX, Celaya, Aguascalientes, Tlaxcala, San Luis Potosí, Zacatecas, Guadalajara, Acapulco y Morelia. 

Mi formación profesional, me demostró que los libros eran la palanca básica para el desarrollo académico y personal. En mi vida laboral, el destino me llevó a incursionar en el sector académico, desde la docencia y tener la responsabilidad de la construcción de un equipo de trabajo para el desarrollo académico de jóvenes en formación, a través de una Coordinación Académica. Esta etapa siempre me interesó acompañarla de ferias de libros, promoción de lectura y pensamiento crítico a través de periódico y talleres literarios, siempre con el respaldo de la plantilla docente.

Sin lugar a dudas, la vida académica, me brindó grandes satisfacciones pues la responsabilidad de la formación de seres humanos que tendrán que aportar a un mundo ávido de conocimiento, era un gran reto, pero yo tenía hambre de ir más allá de la comodidad de un puesto donde una nómina “segura” me mantenía firme, pero estático. Entre diversas circunstancias, dejé Querétaro, dejé la vida académica, dejé la vida con seguro social, prestaciones, horarios, esquemas obsoletos, nómina, aguinaldo y aposté por mi tierra natal, y con el apoyo y la directriz de mi amigo y ahora maestro, el Sr. César Salvador Gómez Diz y familia, pude cristalizar un proyecto que me fue acompañando desde mis orígenes. A un año de distancia, me siento satisfecho, consciente que los sueños se logran y se reinventan todos los días, sobre todo en momentos de vicisitudes, pero de eso se trata la vida. Creo que decidí dejar de ser un “pasajero” de la vida, para convertirme en un “conductor” de un destino que ya estaba ahí quizá mucho antes de existir.

¡Y la historia aún no ha comenzado!..........Aunque si nos quieren visitar, estamos ubicados en Mariano Matamoros # 118 Sur. Zona Centro de Aguascalientes, Ags, México. Contamos con una variedad de temas, desde Psicología, Sociología, Filosofía, Teatro, Religión, Ingeniería, Matemáticas, Literatura, Idiomas y mucho más. 

PD: Este relato lo quiero dedicar de manera especial a mi abuelo Vicente Hernández Medina, al cual no tuve la oportunidad de conocer, se fue antes de que yo llegara, pero su historia de vida está más que presente, y sé que el gusto que tenía por los libros, lo he llevado como a él le hubiese gustado. Al escribir esto, me hice consciente que las personas de apellido “Vázquez” habían influido mucho en mi Bibliofilia, en verdad no lo había visto así, y al indagar más entre tanta coincidencia, recordé que mi bisabuela, es decir, la madre de mi abuelo Vicente, se llamaba precisamente Albina Medina Vázquez; así que en mi raíz aparece el Vázquez. Curiosamente ella no aprendió a leer y escribir, por circunstancias ajenas a su deseo y que fue víctima de ese destino, pero ahora quiero también reinvindicarla como lo merece, con una Librería con “bienmuchos” libros.

miércoles, 26 de febrero de 2020


¡HABEMUS DIPUTADO LIBRERO!.... FERNÁNDEZ NOROÑA REINVINDICA EL OFICIO MÁS OLVIDADO DE MÉXICO

Por. PSIC. VÍCTOR MANUEL HERNÁNDEZ LUÉVANO
PSICÓLOGO Y LIBRERO DE VIEJO

El fin de semana pasado dio inicio, en la Alameda Central de la Ciudad de México, la edición XXXII de la Feria del Libro Usado y Antiguo, organizada por los libreros de la capital del país, donde acuden compañeros del gremio tanto de dicha entidad, como de otras latitudes tales como Xalapa y Guadalajara, por mencionar algunas. Ayer, martes 25 de febrero de 2020, sufrieron un intento fuerte de embate por parte de las autoridades capitalinas, toda vez que fueron avisados que por medio de la fuerza pública serían retirados del perímetro donde se ubican establecidos y con el cual cuentan permiso para operar hasta el próximo 01 de marzo.

Dicha notificación les fue realizada de “palabra”, a inicios de este pasado martes, por lo que varios compañeros, de los 150 libreros establecidos en este polígono del espacio público tuvieron que empezar a empacar su mercancía en un estado de tensión e impotencia por impedir la continuación de su actividad cultural, más allá del espectro comercial, que con tanto esfuerzo dedican a la difusión de un artículo que muchas ocasiones ya no se encuentra con facilidad en las grandes cadenas de libros nuevos. Los compañeros se vieron obligados a mostrar su legítima inconformidad por este atropello. De inmediatamente  la imagen que mostraba dicha cancelación se viralizó por medio de las “benditas redes sociales”, y diversos colegas no escatimaron en mostrar apoyo en su difusión. 

La Fuerza del Destino
Fue alrededor de las 13:00 Hrs; cuando el diputado federal de la sexagésima cuarta legislatura, Gerardo Fernández Noroña de la fracción parlamentaria del Partido del Trabajo (PT), transitaba por la zona con la intención de acudir a la adquisición de algunos libros, una costumbre muy arraigada en el legislador de extracción izquierdista; grande fue su sorpresa al igual que su desencanto, cuando descubrió que los más de 150 libreros comenzaban en su desmontaje de una feria, que de la mano del Mtro. César Sánchez, ha venido realizando con un ímpetu y esfuerzo, que solo los que estamos de este lado del telón libreril conocemos el sacrificio que nuestra actividad representa.

Al momento que el legislador, representante del cuarto distrito federal que comprende la Alcaldía de Iztapalapa se dio cuenta del atropello al cual eran sometidos, dialogó con varios de ellos, y de inmediato tomó cartas en el asunto, comunicándose directamente con la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum Pardo, quien se mostró sorprendida de semejante atropello, en el cual, algún colaborador de ella, la iba a someter al escarnio público al ultrajar de esta manera al gremio cultural, y que por supuesto, no estaba enterada de esta medida brutal que le podría haber costado la censura mediática en tiempos de la “cuarta transformación”.

El legislador, durante su estancia en las carpas destinadas para la Feria del Libro, dio voz a los libreros, haciendo una transmisión en vivo para la red social de Facebook, donde al ser informados que podrían continuar con toda normalidad hasta el próximo domingo 01 de marzo, agradeciendo el gesto en apoyo de este sector que históricamente ha vivido marginado en cuanto a promoción y difusión de su trabajo se refiere.
Fernández Noroña hizo una enérgica invitación a los libreros a retomar la invitación del presidente: “Las libertades no se suplican, se conquistan, es un gusto que el Gobierno de la Ciudad haya corregido un error que hubiera sido terrible, no lo podría permitir porque yo soy un librero y lector empedernido” Así mismo se expresó en la necesidad de darles mayor apoyo al trabajo que por décadas se han venido realizando con mucho esfuerzo, dedicación, padeciendo muchas dificultades para poner a disposición del público sus libros, exponiéndose a las inclemencias del tiempo, las bajas ventas y el desgaste físico que implica montar carpas, mesas, mantelería, estantería, empacar y cargar cajas de libros.

Noroña Librero
En este contexto, podemos afirmar que Fernández Noroña es el primer representante que se distingue abiertamente por la difusión y resistencia de las ferias de libro. Contrario a los vituperios que desde hace 14 años ha sido expuesto por diversos medios de comunicación, y sus propios compañeros de partido, no es de extrañar el gesto de sensibilidad que el diputado mostró hacia este núcleo cultural. Para los que tenemos el gusto de reconocer su trayectoria política, en su primera participación como legislador federal, este acostumbraba citar referencias bibliográficas para defender sus posicionamientos, siendo un momento crucial cuando entregó al entonces Secretario de Seguridad Pública en la administración de Felipe Calderón Hinojosa, Genaro García Luna, el libro de la reconocida periodista Anabel Hernández, titulado “Los Señores del Narco”, donde Fernández Noroña le hacía constancia de su aparición en ese ejemplar. De igual manera reprodujo dicho obsequio con todos sus compañeros legisladores. Una vez concluido su encargo, y al verse comprometido en sus ingresos, decidió incursionar en este noble oficio, poniendo a venta su amplia gama de libros que venía atesorando por varios años y que en palabras propias del sociólogo de profesión: “no suelo atesorar los libros, una vez leídos prefiero que circulen”. 

En una videocharla realizada a través de su canal oficial “GFNoroña” en You Tube; expresó que su deseo más grande para este país es convertirlo en una nación “lectora empedernida”. En varias ocasiones ha alternado su actividad política con la difusión de ferias de libros, presentaciones literarias, y en 2016 publicó su primer libro titulado “Casa Blanca. Expediente Abierto” en donde daba cuenta del pendiente que había por el escándalo por el entonces presidente Enrique Peña Nieto y una residencia ostentosa que habría adquirido durante su gestión. Recientemente mostró, con la transparencia que lo caracteriza el espacio que ha dedico a su hogar en PRO de los libros, y en cada entrevista que da una puntual intervención, aprovecha para hacer alguna recomendación literaria.
En este contexto podemos resaltar el valor que un representante popular que le ha venido dando a los libros, haciéndoles un reconocimiento por su trascendencia e importancia para alcanzar la tan anhelada transformación del país. Sin exagerar es Noroña nuestro “#DiputadoLibrero”.

Finalmente, agradecer también la buena disposición  a la Jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum Pardo, quien dio instrucciones precisas para corregir lo que hubiera sido un atropello. Aprovecho para invitar a nuestros lectores a la XXXII Feria del Libro Usado en la Alameda Central de la CDMX, donde encontrarán un importante acervo bibliográfico con una infinita variedad de precios, temas, etc.

Es importante, que el gremio librero conquiste, como bien señaló el diputado Noroña, sus libertades y no se han visto como “ambulantes”, sino como promotores culturales en resistencia. Un especial reconocimiento al librero César Sánchez, quien ha tenido una experiencia de 30 años en este sector donde aplicó su aprendizaje como líder sindical.

Feria de Libro de Ocasión XXII, desalojan,rectifican, Fernadez Noroña defiende

Varias notificaciones aparecieron en facebook,
" Desalojo de la Feria del Libro XXII "

La feria del Libro organizada por el colectivo librero dirigido por Cesar Sanchez con sede en la Alameda Central de la Ciudad de México el día 24 de febrero 2020 le tomo por sorpresa amaneció con granaderos custodiando, videos aparecen en facbook de diferentes libreros participantes.

Hasta cuando nuestros funcionarios públicos se darán cuentan que la actividad del Libro Viejo y de Ocasión es una actividad comercial de alcance cultural,las librerías asi como las bibliotecas deben considerarse parte del equipamiento urbano , como parte de espacios lucrativos de impacto social.

Libreros de diferentes ciudades difunden la noticia a través de las redes.

 Diputado Gerardo Ferández Noroña interviene como Lector , insiste en que los libreros se queden haciendo su actividad.