domingo, 1 de marzo de 2020

DE GODÍN A LIBRERO. MI HISTORIA EN LA INCURSIÓN DEL LIBRO USADO


DE GODÍN A LIBRERO. MI HISTORIA EN LA INCURSIÓN DEL LIBRO USADO

Dedico esta columna a las personas que han fungido como inspiración y apoyo para el amor a los libros. Sin orden de importancia; comenzando por mi familia;  alguien lo tenía que escribir: Víctor Manuel Hernández Bedolla, (mi padre), Celia Bedolla Monzón (mi abuela), Eduardo Hernández Bedolla (mi tío), Rosa María Luévano Adame (mi tía), Silvia Luévano Adame (mi madre), Guadalupe de los Ángeles Hernández Bedolla (mi tía), Manuel Bautista López y Fernando Urbiola Ledesma (Mis Padrinos). Mis profesores de diversas etapas académicas: Paty Dorantes, Pilar Hernández, Mtra Eva (Una profunda disculpa, no recuerdo su apellido, pero de las mayores influencias), Irma Vásquez Camarena, Alejandra Avedillo, María del Socorro Candelas Méndez, Asunción Arias, Aránzazu (nuevamente una disculpa por la omisión de los apellidos), Enrique Ojeda Martínez, José Adán Trejo Reyes, Cecilia Velázquez Ponce, Gustavo Santos Quesada, Carlos Martín Bolio, Edson López Martínez, Pedro Ariel Vásquez Bórquez, Araceli Bravo Orduña, Miguel Ángel Hidalgo Vázquez, José Moreno León, Juan Ignacio Romero Rubio, Jesús Pretelín Ricárdez, Beatriz Concepción Aguilar De La Rosa, Teresa Margarita Nieto (QEPD), Salvador Santiago Pedro, Yonatán Pérez García, Armando García Goytia, Julián Valeriano Reyes López, Liliana Vázquez Roa, Bertha Estela Díaz Hernández, María Cristina Ortega Martínez. Mención aparte para amigos, colegas, compañeros, y hasta amores, con los cuales he compartido el gusto por el libro: Antonio Domínguez Zamorano, Luis Pablo Martínez Alcántara, Daniel Alberto Pérez Paniagua, Edilsar Medina Soto, Ricardo Sánchez Martínez, Víctor Moyers Borunda, José Antonio Fabián Fuller, Samantha Celestino Guillén, Karina Miranda Ramírez, Arianna Olvera Martínez, Jesús Emmanuel Contreras Quintero, Carlos René Rubio Sánchez, Rubén Méndez Cruz, Daniel Leví Fernández Oropeza, Yared Gudiño, Rodrigo Sinta Cedillo, José Luis Aguilar Parra, Salvador Trujillo Arredondo, Jaime Hernández Pozas, Leonardo Contreras Rodríguez, José Arcos García, Alejandra Pozas Luna, Uriel Gómez Nava, Mara Rosas Sánchez, Cristina Rojas, Carmen Gómez, María Esther Vázquez y sin lugar a dudas no pueden faltar: Andrea De La Cruz Cruz, Nairari Paloma Martínez Pérez y Ana Edith García Félix.

También es de reconocer el valor que transmite el trabajo de diversos escritores, periodistas, políticos (para bien y para mal), caricaturistas y personajes que desde diferentes trincheras, gustos, ideales, aportaron esa inspiración para el valor de los libros: Gabriel Vargas Bernal, Eduardo Del Río García (el buen “RIUS”, ¡Ah, como lloré cuando te moriste condenado, contigo se iba una parte fundamental de mi ser libreril!), Edgardo Moreno Pérez, Cristina Ruys, Rafael Barajas Durán (El Fisgón), Ramiro Luévano López (Yo si leía su opinión editorial en el “legítimo” semanario Tribuna Libre), Carlos Castaneda, Mario Mendoza, John Krakauer, Silvia Bernard Calva, Sigmund Freud, Viktor Frankl, Henry Lay Clindgren, Erich Fromm, Pablo Fernández Christieb, Gerardo Fernández Noroña, Enrique Peña Nieto, Andrés Manuel López Obrador, Fidel Castro, Agustín Escobar Ledesma, Eduardo Galeano, Hugo Chávez, Carlos Fuentes, Enrique Serna, Oscar Lewis, Cristina Pacheco, Paco Ignacio Taibo II, Armando Bartra Valentín Frías, Baltazar Gómez Pérez, Octavio Paz y Juan Miguel Zunzunegui. Sin el apoyo de César Salvador Gómez Diz, Yeshica Chávez Murillo, Adalberto Cortés y Francisco De Asis, este sueño no sería posible.

Hace unos días, me percaté, que al vuelo del tiempo, se acercaba el primer aniversario de vida de mi querida hija. (El primero había nacido un año antes, y fue un varoncito), ahora a casi un año del nacimiento de mi niño, siendo muy afortunado me llegaba mi segunda hija, a la cual nombre “El Jonuco de los Libros”. Sí, ahora procreaba una hermosa niña. Tener dos hijos representa una importante responsabilidad, y como tal, hay que alimentarlos, educarlos, pero lo fundamental es expresarles amor para que crezcan, se desarrollen y trasciendan. Con el nacimiento de mi hijo, el cual es un sencillo, pero emotivo libro basado en el relato oral inspirado en la vida de mis abuelos maternos, los cuales a través de sus historias, anécdotas y experiencias; germinaron la sensación de dejarlo plasmado en 100 páginas. Mi hijo, aunque de origen hidrocálido-zacatecano, vio la luz el 04 de abril de 2018, en la calle Pipila casi esquina Luis Moya en la colonia Lindavista, del tradicional e histórico Barrio del Tepetate, por supuesto en la Patrimonial y Cultural ciudad de Santiago de Querétaro, por tanto, mi hijo es orgullosamente queretano y Aries, como su papá, curiosamente, nació el mismo día del cumpleaños de su mamá, Ana Edith García Félix. ¿Su nombre? “Luis Moya Zacatecas. Una Historia que Contar”. Este hijo me inspiró a continuar el sueño de hacer una familia grande de libros, pero la vida me llevó más lejos, y fue así como el 01 de marzo de 2019, alrededor de las 19:00 HRS, nacería mi preciosa hija (todos los padres vemos hermosos a nuestros hijos, y aunque dicen que los hijos no se desean, cuando sabemos que vienen en camino, no hacemos otra cosa que esperar ansiosos su llegada). No sabría precisar el tiempo de su gestación, no fueron exactamente 9 meses, quizá fueron años enteros, y quizá mucho antes de que yo apareciera en este plano. Mi hija “Jonuco” y yo tenemos muchas coincidencias, nació en un año con un calendario idéntico al de su padre, él en 1991 y ella en 2019; ambos son hidrocálidos, aquicalenses, hidrotermapolitanos o aguascalentenses (como nos gusten llamar, todos nos llenan de orgullo). Otra coincidencia que tenemos, es que prácticamente nacimos en el mismo lugar, ella en la Clínica 01 del IMSS ubicada en el Blvd. José María Chávez esquina Av. De la Convención de 1914 Sur; y su papá en Luis Adolfo y Jardín del Estudiante, exactamente a espaldas de la Clínica 01, pero ambos somos del Fracc. Bulevar. Ese día nació, porque los proyectos nacen, no cuando están consolidados, son similares a los campamentos. Un campamento no nace cuando la tienda de acampar está terminada en el corazón de un bosque una montaña, una selva o una playa, este nace a partir del momento en que alguien dice “¿por qué no hacer un campamento?”. 

Las librerías nacen igual, porque fue hace un año cuando al recoger una caja de libros que se encontraba a resguardo de una familiar (Luz María Díaz de León Gutiérrez, a quien también le agradezco su apoyo incondicional), al trasladarme de su domicilio a la zona centro de esta ciudad de Aguascalientes en un taxi, reflexionaba “¿y por qué dejar pasar más tiempo?”, así que de golpe y porrazo me decidí a la convocatoria del material para etiquetarlo y ponerlo a la venta. El nombre fue algo azaroso y que me parece que ha causado curiosidad a los que observan y le escuchan raro, o simplemente desconocido. Un “jonuco”, en estricto sentido se le denomina al espacio que está debajo de unas escaleras y el cual se utiliza para guardar objetos, incluidos libros, y que muchas veces se vuelve una especie de bodega. Crecí con un espacio pequeño y reducido al cual le denominaban “jonuco”, el cual tenía una pequeña puerta, era oscuro y repleto de trastes, cajas, sin luz y con un eterno olor a “guardado”, ya que nunca se ventilaba. Dicho nombre siempre me pareció curioso. Creo que formó parte de mi impronta por lo desconocido, lo curioso, y es que la curiosidad es la mejor herramienta que nos acercan a los libros. También supuse que ya conocía librerías que eran bautizadas por una palabra que hacía referencia a los espacios donde comúnmente se guardan libros. Así tenemos: “Ático”, “Diván”, “Sótano”, “Bodega”, “Laberinto”; y pensé “Bueno, ya tenemos todos ellos, creo que solamente nos falta un “Jonuco de los Libros”, y así surgió su nombre.

¿Pero cómo surgió la idea de establecer una librería? A lo largo de este año, esa ha sido la pregunta más común,  a la cual me he enfrentado, por parte de amigos, familiares, compañeros, y  hasta de clientes. Nunca me imaginé que construir, establecer y proyectar una librería de usado, causara tanta controversia, polémica y división de opiniones. Por un momento tomé la idea de comparar la situación si en su lugar hubiera aperturado una tienda de autoservicio, una cervecería donde todo se venda a 19 pesos (claro con alitas incluidas) o hasta un súper negocio de malteadas mágicas con sus tradicionales cortinas verde y blanco; pero cuando anuncié la idea de unirme a las librerías ya establecidas en esta ciudad; me topé, principalmente con descalificaciones, escepticismo y muchos bríos…. ¡Para cerrar el changarro! (¡Porque mejor no te vas de cajero!), (¡Mira nada más, ahora pareces un vil cargador!), (¡Bueno!, ¿y vender libros sí te da para comer?), estas y más muestras de lástima, fueron alimentando mi deseo de continuar firme en esta resistencia cultural, inclusive cuando recibí una “bromita” de ese tipo de personas que no tienen mejores cosas que hacer que incomodar al prójimo. ¡Caramba!, la cultura causa escozor, pero como bien postulé en mi formación como profesional de la psicología, “estamos hechos para confrontar y provocar escozor”.

Respondiendo a la pregunta anterior, para ser completamente franco,  yo no escogí ser librero, ni establecer una librería más en esta céntrica ciudad, más bien me sucedió lo que dicta aquella legendaria canción de Willy Colón, cuando dice “Si del cielo te caen limones….aprende a hacer limonadas”. El contacto con los libros, con las hojas para ser más específico, me es tan añejo, como mi propia existencia. Mis primeros acercamientos con las letras fueron con los libros de la SEP que mi hermana iba dejando en su avance escolar; de igual manera sucedió con su “Enciclopedia Temática de Disney), y aunque no sabía leer aún, disfrutaba enormemente ver y hojear esos libros. Aunque me dé un poquito de vergüenza, este tecladista reconoce públicamente que no siempre les di un buen trato, entre rayones y recortes, destrocé algunos libros, pero creo que esos errores de la infancia y el contacto con las hojas, van permitiendo el respeto por el material conforme vamos creciendo. Otra impronta importante, fue la presente imagen de ver a mi padre siempre leyendo el periódico sentando en la sala, disfrutaba enormemente de esa contemplación que después se convirtió en una compañía agradable, porque los fines de semana, aparecía un suplemente en el “Sol del Centro” de OEM; de la célebre caricatura “Beto el Recluta”, y que además surgió allí mi gusto por los cómics, que años después se vería reflejada en mi pasión por “La Familia Burrón”.

Ya en la primaria, disfrutaba enormemente los momentos en que teníamos que surtir las listas escolares, y mi momento predilecto fue cuando acompañaba a mi madre a las librerías donde se obtendrían los libros con los cuales batallaría mi trayectoria escolar por todo un ciclo escolar y forrarlos era de lo mejor. Cuando llegaban los libros de la SEP, me sentía pleno, tenían algo en especial, pues los disfrutaba más que los propios libros de editoriales, con ellos tomé gusto por la lectura y la investigación.  Durante toda mi formación académica, tuve profesores que me inspiraron en la lectura, tanto por su enseñanza, su recomendación y hasta la manera en como lograron utilizarlo como objeto pedagógico, tal como ocurrió en cuarto año de primaria, cuando la Mtra Eva, nos premiaba nuestro buen comportamiento y rendimiento, leyéndonos algunas de las historias contenidas en el libro “Permiso para Volver” de la escritora y cuenta cuentos, Cristina Ruys, libro editado en el año 2000. Una combinación entre la buena escritura de la Mtra. Espinosa (verdadero apellido de Cristina Ruys) y la buena narración de mi maestra, observadora de nuestro particular gusto por la temática paranormal, logró cautivar a un grupo de alrededor de 40 estudiantes, a permanecer atentos y lo mejor, a querer obtener el libro por cuenta propia, el cual varios compañeros se hicieron de él en la Librería Cultural, en Querétaro ciudad. Fue hasta 2013 cuando pude hacerme de él, recordando aquella buena época.

Otros momentos claves en mi gusto libreril, fue cuando por el deseo de hacerme de mayores ingresos personales, tomé algunos libros de mi infancia y recorrí algunas librerías de usado del centro de la ciudad de Querétaro, y me quedé cautivado de la gran cantidad de libros que tenían y soñaba con tener un librero así de repleto. El segundo momento clave fue mi gusto por los libros del Mtro. RIUS, quien logró transformar mis ideas religiosas y políticas; pero lo más importante, consolidar mi pensamiento crítico y escéptico de una manera sencilla, práctica y novedosa. El deseo de hacerme de más libros de RIUS me fue llevando a recorrer las librerías de usado de Querétaro (donde crecí y residí por dos décadas) y fue tanto mi gusto y filia por las librerías, particularmente las de usado, que cuando tuve la oportunidad, cada que llegaba a una ciudad preguntaba a los habitantes sobre la ubicación de librerías de usado, tianguis, puestos o lo que fuera. Así conocí 51 librerías distribuidas en lugares como Querétaro, CDMX, Celaya, Aguascalientes, Tlaxcala, San Luis Potosí, Zacatecas, Guadalajara, Acapulco y Morelia. 

Mi formación profesional, me demostró que los libros eran la palanca básica para el desarrollo académico y personal. En mi vida laboral, el destino me llevó a incursionar en el sector académico, desde la docencia y tener la responsabilidad de la construcción de un equipo de trabajo para el desarrollo académico de jóvenes en formación, a través de una Coordinación Académica. Esta etapa siempre me interesó acompañarla de ferias de libros, promoción de lectura y pensamiento crítico a través de periódico y talleres literarios, siempre con el respaldo de la plantilla docente.

Sin lugar a dudas, la vida académica, me brindó grandes satisfacciones pues la responsabilidad de la formación de seres humanos que tendrán que aportar a un mundo ávido de conocimiento, era un gran reto, pero yo tenía hambre de ir más allá de la comodidad de un puesto donde una nómina “segura” me mantenía firme, pero estático. Entre diversas circunstancias, dejé Querétaro, dejé la vida académica, dejé la vida con seguro social, prestaciones, horarios, esquemas obsoletos, nómina, aguinaldo y aposté por mi tierra natal, y con el apoyo y la directriz de mi amigo y ahora maestro, el Sr. César Salvador Gómez Diz y familia, pude cristalizar un proyecto que me fue acompañando desde mis orígenes. A un año de distancia, me siento satisfecho, consciente que los sueños se logran y se reinventan todos los días, sobre todo en momentos de vicisitudes, pero de eso se trata la vida. Creo que decidí dejar de ser un “pasajero” de la vida, para convertirme en un “conductor” de un destino que ya estaba ahí quizá mucho antes de existir.

¡Y la historia aún no ha comenzado!..........Aunque si nos quieren visitar, estamos ubicados en Mariano Matamoros # 118 Sur. Zona Centro de Aguascalientes, Ags, México. Contamos con una variedad de temas, desde Psicología, Sociología, Filosofía, Teatro, Religión, Ingeniería, Matemáticas, Literatura, Idiomas y mucho más. 

PD: Este relato lo quiero dedicar de manera especial a mi abuelo Vicente Hernández Medina, al cual no tuve la oportunidad de conocer, se fue antes de que yo llegara, pero su historia de vida está más que presente, y sé que el gusto que tenía por los libros, lo he llevado como a él le hubiese gustado. Al escribir esto, me hice consciente que las personas de apellido “Vázquez” habían influido mucho en mi Bibliofilia, en verdad no lo había visto así, y al indagar más entre tanta coincidencia, recordé que mi bisabuela, es decir, la madre de mi abuelo Vicente, se llamaba precisamente Albina Medina Vázquez; así que en mi raíz aparece el Vázquez. Curiosamente ella no aprendió a leer y escribir, por circunstancias ajenas a su deseo y que fue víctima de ese destino, pero ahora quiero también reinvindicarla como lo merece, con una Librería con “bienmuchos” libros.

1 comentario:

Licenciaturas dijo...

Muy buna historia la verdad me impresiono mucho.