domingo, 4 de junio de 2017

El Por Qué las Librerías de Viejo Pueden Dejar de Existir

Hace unos cuantos días lo platicaba con mi jefe: Las Librerías de Viejo a lo largo del país están en crisis: En su mayoría están en números rojos y, sino lo están, cosa extraordinaria, viven al día.

Hace poco cerró una de las más grandes librerías de la calle Donceles en la Ciudad de México: El Mercader. Este hecho tuvo gran impacto sobre todos los libreros de la zona. Es cuando esos miedos sobre la posible situación de cierre total de las Librerías de Viejo, se hizo tan real y tácito.
Hablo sobre la experiencia que tuve en Librerías de Viejo. He visitado las librerías de la Calle Donceles (CDMX) y las librerías de la Calle Matamoros (Aguascalientes) y hay una diferencia abismal entre ambas calles y las librerías que las rodean.
Las librerías en Donceles se muestran altivas y la mayoría de sus libreros no tienen las ganas de querer atender a un cliente como se lo merece. Se puede entender que los Libreros principales estén cansados, pero eso no justifica el hecho de que sus trabajadores sean déspotas ante el hecho de sentirse superiores a un lector o un mero cliente que está en búsqueda de un libro que simplemente no ha encontrado en las librerías convencionales.
Uno de los principales trabajos de un librero, y también uno de sus principales objetivos, es hacer que el lector evolucione con las palabras. Que vaya adquiriendo mayor cultura. Que dejen de avanzar en línea recta y comiencen a serpentear en medio del camino; pero es irónico el hecho de querer hacer evolucionar al individuo o a la población entera, cuando el mismo librero se queda estancado en los libreros llenos de polvo y en el romanticismo que exhala lo antiguo.
Retomando el punto del ser déspota, en estas eras, el privilegio de llamarse “Librero De Viejo” tal parece que se remite al hecho de sentirse superior a los demás. Se ha ido perdiendo contacto con el cliente. El atender de manera correcta y se va en búsqueda del villano perfecto para justificar las bajas ventas: El internet; pero nos remitimos a lo mismo: Se culpa al internet tanto, pero los mismo libreros actuales se han inmiscuido tanto en el internet para el uso personal, que el cliente ha pasado a segundo plano.
Otro de los puntos es el precio: El libro es de segunda mano. Ya ha pasado por manos y por lectores antes y no se puede ofertar a un precio de nuevo. Se supone que debemos de traspasar la cultura, pero al elevar los precios y al ofrecerlos como productos nuevos, censuramos la cultura y empujamos al cliente y al lector en potencia a que busque en librerías convencionales o de tiendas departamentales. Es importante: No por ser viejo tiene que ser caro.
Una de las cosas más importantes que he ido recogiendo a lo largo de estos casi dos años trabajando en Bibliofilia y de las palabras de mi jefe, son las peleas que los libreros siguen acarreando entre ellos desde su fundación hasta la fecha. ¿Cómo se espera que Centros de Cultura (Como lo son las librerías) permanezcan vigentes si no hay unión. El Librero y la Librería son un individuo y, cómo se plantea en la Teoría Sintética de la Evolución, los individuos no son los que evolucionan, sino las poblaciones. Los individuos mueren, mientras las poblaciones prevalecen. Es el claro ejemplo de esta situación: La librería morirá al ser un simple individuo y sino se adapta, tal y como Darwin propuso, la misma naturaleza, en este caso los clientes, la desechará.
Los Libreros de viejo no pueden esperar que un cliente se adapte a ellos. Es todo lo contrario: Los libreros deben de adaptarse y unirse.
Podemos culpar a los insuficientes programas de cultura y fomento a la lectura por parte del gobierno, pero si se siente la fuerza para quejarse, se tiene la fuerza para hacer algo, retomar el curso de acción y evolucionar.
Así que, aunque culpes a todo tipo de situaciones, la culpa mayor recae en ti, Librero de Viejo, que no se despega del polvo y se monta sobre ediciones de tapa dura para ver de forma altiva a los clientes.

Así que es momento de bajarse de esas enciclopedias Salvat y dejar de lado al Gustavo Adolfo Bécquer romanticista y centrarse en difundir la cultura y sobrevivir económicamente.