El oficio de librero hoy
Hace cerca de nueve años, el 26 de noviembre de 1995, el librero alemán, radicado en Colombia, Hans Ungar, escribió el siguiente discurso con ocasión de recibir un homenaje. Sus palabras sobre la importancia del librero en el ámbito de circulación del libro siguen absolutamente vigentes. El texto fue publicado en Lecturas Dominicales de El Tiempo, que autorizó su reproducción.
Unas pocas palabras al verdadero protagonista de esta ceremonia. No se asusten, que no voy a hablar de mí. Voy a hablar del libro. Últimamente, con mucha frecuencia he oído decir a los entusiastas de la ciencia informática que la era de los libros está llegando a su final y que estos serán reemplazados por los fríos computadores. Afirman, asimismo, que estos no solamente constituyen un instrumento de trabajo muy útil, sino que cumplen un fin muy importante, al facilitar la lectura de libros. Yo no creo que esto sea así, y mucho menos aún deseo que ocurra. Hasta ahora no he encontrado a la primera persona que por medio del computador haya leído la Iliada, la Odisea, El Quijote, Guerra y paz, La montaña mágica, Cien años de soledad o cualquier otra obra maestra de la literatura universal. Sin querer o pretender entrar a calificar o a juzgar a las personas que defienden la informática como un fin o a aquellos que aman los libros, lo que sí es absolutamente cierto es que cada uno representa dos mentalidades diferentes e incluso incompatibles.
Definitivamente, no creo que la era de los libros haya tocado a su fin y estoy seguro de que habrá buenos libros y buenos lectores por muchos más siglos y milenios. Recorrer las páginas de un libro significa no solamente pasar ratos de ocio y divertimento, sino disfrutar de los placeres que proporciona y de los beneficios espirituales que prodiga el libro al ser humano. Haber logrado escribir libros que atraen por su contenido, distantes de los peligros de producir deformaciones en las mentes de los jóvenes, es satisfactorio. Porque si de gentes maduras y cultas se trata, éstas saben que el conocimiento y el enriquecimiento intelectual nacen de un discreto y agudo proceso investigativo, y que en esto, precisamente, radica el éxito de la personalidad. La cultura literaria, el análisis profundo del ensayista, la inspiración poética y artística, llevan a pensar que un hombre es culto puesto que reconoce y domina el hábito de la lectura en sus diferentes manifestaciones y matices.
El libro despierta variadas sensaciones, atrae y subyuga la inteligencia, refuerza la formación universitaria o académica de un profesional y lo sostiene en el ámbito de la preeminencia y la superación, porque le permite estar al tanto de los acontecimientos que aparecen cotidianamente en el ámbito cultural. El libro ha sido siempre el instrumento más eficaz para entender y analizar los fenómenos conceptuales de la vida. No se concibe que los hombres se sustraigan de la imperiosa virtud del estudio, discreto y severo, en grandes vigilias, y esta es la tarea fundamental que desempeña el libro como elemento esencial de la civilización y de la cultura.
En mi actividad de librero he podido apreciar la nobleza de sentimientos que inculca la lectura de un buen libro. He llegado a la conclusión de que el espíritu humano es el resultado de lo que expresa el libro, porque extirpa aquello que pudiera considerarse como reprobable en la conducta humana. La belleza, e incluso la música con todo y ser una de las más hermosas manifestaciones del espíritu, llegan a través del libro si existe la propensión temperamental del sujeto.
Y así sucede con la pintura y la escultura, expresiones de la capacidad artística, donde, sumados a la indispensable disposición metal y psicológica, se requieren unos conocimientos previos que se adquieren a través de los libros. Y valga la oportunidad para decir ahora que al hablar del libro estoy hablando de mi condición de librero, en la que es necesario tener conciencia histórica del universo y conocer a los hombres en las diversas etapas de la vida como personajes predestinados por su propia formación cultural.
Referencia: http://www.cerlalc.org/nuevo_boletin/08/RedLibreros4/Punto2.htm
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