Guillermo Cordero García
Seguramente habrás oído decir que los mexicanos leemos muy poco. Sin embargo, ¿qué tan cierto es esto?
Si nos enfocamos en el número de libros publicados y vendidos en México, las cifras son muy decepcionantes: según la UNESCO, el índice de lectura en nuestro país es de 1.2 libros por persona al año, cuando el organismo recomienda la lectura de por lo menos cuatro para garantizar cierto desarrollo de la sociedad en la cultura escrita.
Ahora bien: si consideramos los millones de ejemplares que se venden semanalmente en forma de historietas y revistas de chisme o nota roja, el consumo per cápita aumenta considerablemente.
En éste como en muchos casos aplica aquel viejo refrán que dice: “Ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre”.
Si la medida para evaluarnos es qué tantos libros especializados se venden, no nos queda más que deprimirnos pues, lamentablemente, lejos estamos de ser una sociedad que impulse decididamente el desarrollo de la ciencia y las humanidades. No obstante, también hay que cuidarnos de echar las campanas al vuelo por la enorme cantidad de revistas que se consumen: en términos de educación, es más importante el qué que el cuánto. ¿Cómo podemos saber entonces qué tanto leemos los mexicanos y de qué calidad es?
¿El justo medio?
Quizá el error de los investigadores en este tipo de estadísticas radique en confiar demasiado en el dato duro que arroja las ventas editoriales. Para matizar sus datos, tendrían que diseñar instrumentos para medir qué y qué tanto lee la gente… sin comprar.
Pongamos un ejemplo. ¿Alguna vez has leído un libro prestado? Lo más probablemente sea que sí e, incluso, que conozcas la historia de uno que causó furor y terminó desguanzado después de que lo leyó mucha gente. Eso sin contar los servicios que prestan los libros en las bibliotecas públicas a diferentes personas.
Otro ejemplo. Esto que estás haciendo en un sitio de Internet, ¿no tendría que ser considerado para establecer el nivel de lectura en un país? Al fin y al cabo cada vez son más las personas que tienen acceso a este instrumento de comunicación y del cual generan actos de lectura no cuantificable en términos de compra-venta. Ni qué decir de lo que se lee en fotocopias.
Uno más: ¿alguien se ha puesto a pensar en la cantidad de lecturas que vienen y van desde una librería de viejo? ¿Podemos pasar por alto la vitalidad de estos establecimientos? ¿Son meros estanquillos de curiosidades de segunda mano?Los libreros de Mesones
En la calle de Donceles, entre Palma y República de Brasil, en el Centro histórico de la ciudad de México, se concentra y renueva diariamente un enorme acervo bibliográfico no inventariado y difícilmente cuantificable que constituye una fuente de lecturas muy importante para mucha gente.
No es exageración. Basta recorrer las ocho librerías que hay en esta cuadra para darse una idea de la cantidad y variedad de libros puestos a disposición del público a precios económicos. Ahora que si estás dispuesto a caminar un poco, puedes encontrar muchas más en la misma zona, aunque las hay por varios rumbos del país.
Se les conoce como librerías de viejo, o de usado, porque en ellas se recicla continuamente buena parte de lo que se ha editado en español a lo largo de la historia. Son como el inframundo de los libros: lugares donde llegan los ejemplares que ya no le sirven o interesan a sus dueños, pero donde rejuvenecen y vuelven a salir al mundo para ser útiles a alguien más…una y otra vez.
Las hay de varios tipos, pues cada una está marcada por el sello personal de su dueño: su noción particular de qué hace más fácil que la gente se interese por un libro. Aunque en Donceles todas las librerías son universales (como les llaman orgullosamente sus propietarios, pues se puede encontrar al menos un libro de cualquier tema), de un establecimiento a otro cambian el ambiente que se respira y las estrategias que se despliegan para que la gente se sienta invitada y entre a hurgar los libros que quiera.
Unas semejan más una biblioteca con sus ejemplares completamente ordenados en libreros; en otras se camina por los pasillos que dejan enormes montones de libros que se elevan desde el suelo.
Algunas escogen muy selectivamente los títulos que venden y otras prefieren construir pilas temáticas que se ofrecen al mismo precio. Hay las que compran saldos a las editoriales y las que cuidan que no haya muchos libros repetidos.
Están finalmente las que sólo venden libros y las que son auténticas librerías en el sentido actual de la palabra: lugares que disponen de un espacio para que la gente se siente a leer y en donde funcionan talleres literarios, foros de discusión, círculos de lectura y demás actividades que abrigan culturalmente a quien así lo quiera, mediante un pago mínimo por costos de recuperación.
¿Una visita exploratoria?
Te guste o no leer, deambular por estos lugares resulta una experiencia sobrecogedora: ante tanto libro tan distinto, ordenado por una enorme variedad de temas, dispuestos a la mano para poder hojearlos a fin de saber si son lo que buscas, y a precios accesibles, es casi inevitable sentir el deseo de atesorar una lectura.
A veces no es el tema lo que mueve a interesarte por un ejemplar sino la dedicatoria con la cual se regaló; a veces es el leer los subrayados que alguno de sus lectores dejó para recordar lo que él veía interesante en esas líneas de sensibilidad y pensamiento; otras son simplemente las ilustraciones las que te remontan a imaginar otras épocas. No importa qué sea: en medio de tal cantidad de opciones es difícil no encontrar algo atractivo.
Por todas estas razones queremos invitarte a que visites una librería de viejo y busques un libro que despierte tu interés. Si no sabes cómo, te proponemos un reto. Si no sabes en dónde se encuentra una cerca te ofrecemos un directorio. Si ni así encuentras una, busca en la sección amarilla de tu localidad “Librerías” y luego “Compra-Venta de libros usados”. De cualquier manera mantén los ojos abiertos: donde se anuncie “Compro libros”, ahí habrá un librero de viejo.
Referencia:
http://sepiensa.org.mx/contenidos/2006/s_libreriasdeviejo/1indices/p1.html
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