martes, 19 de mayo de 2009

Ernesto de la Torre Villar

Hombre libro

Hace un mes y un día abandonó su sitio en el anaquel de los vivos don Ernesto de la Torre Villar. Presente ahora en nuestra memoria, en una especie de fondo reservado en el que figuran quienes más han hecho por salvaguardar la cultura del libro, un modo de honrarlo es apropiarnos de su pasión por los seres de papel que fueron uno de los ejes esenciales de su existencia. Sería difícil hallar, entre los adjetivos que arrancan con el prefijo de raíz griega que remite al libro, uno que no pueda aplicársele, pues fue bibliotecario —estuvo al frente de la Nacional entre 1965 y 1978—, bibliógrafo y bibliólogo —así lo manifiestan su compendio de Las fuentes europeas para la histo-ria de México, así como su interés por los Ex libris y marcas de fuego—, bibliófilo y aun bibliómano —la fil de Guadalajara lo homenajeó en 2007 por su erudición y su apetito de coleccionista—, y no sería raro enterarnos de que fue bibliomante, o sea un adivinador que recurre a los pasajes de un volumen cualquiera para dar cuenta del mundo, pues para él el libro era “ánfora que encierra el pensamiento, instrumento que promueve el progreso y la libertad, que aclara los caminos, el objeto y sujeto de todo adelanto”.

La estrecha relación de De la Torre Villar con la universidad en la que se formó y de la que fue maestro y productivo funcionario hizo que la colección Biblioteca del Editor contara con cuatro obras de su autoría, como Breve historia del libro en México, que no es tal cosa sino un variopinto conjunto de artículos —el propio De la Torre los calificó de “apuntamientos”—, unos sí sobre el arribo y la evolución de las obras impresas entre nosotros, pero otros sobre los “enemigos del libro” o las biblio-tecas; su Elogio y defensa del libro es una hagiografía laica de diversos campeones en la lucha por preservar la cultura libresca. En marzo de 1998, nuestras páginas tuvieron la dicha de albergar una sucinta sinopsis del quehacer editorial de la unam a lo largo de los siglos, preparada por De la Torre, en la que describía a la universidad como “una institución comprometida con el pueblo mexicano, al que alimenta espiritual e institucionalmente a través de sus libros, en los que se encuentra el saber que sus estudiosos, maestros e investigadores poseen gracias al apoyo que ese mismo pueblo les otorga”.

De la Torre se contó entre los fundadores del Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, cuya dirección ocupó entre 1981 y 1984. Su opinión respecto del libe-ral decimonónico podría aplicarse a él mismo, pues como éste “creía con firmeza en el poder de la educación como fuerza de transformación social”. No en balde el más literario de sus sucesores en el Instituto de Investigaciones Bibliográficas, Vicente Quirarte, dijo de don Ernesto: “Su vida y su obra son las de un hombre feliz porque se ha dedicado a fomentar el conocimiento en los otros.”

El Instituto Mora tuvo el tino de dar a su biblioteca el nombre de De la Torre Villar. Al hacerlo acaso ponía en práctica una rápida reflexión del historiador poblano, que al abordar la costumbre de marcar con algún distintivo aquello que es de uno, afirmó que “Siempre el hombre, desde tiempo inmemorial, ha tendido a significar su nombre en los objetos que son de su propiedad, a señalar con su signo que estima como representativo, todas aquellas cosas que siente le pertenecen.” En este caso, persona y reservo-rio se pertenecieron mutuamente.


75 años de agudeza

Nadie espera que El secreto de la fama, de Gabriel Zaid, sea el instructivo que su título insinúa. Los dos sustantivos son contrarios a la cosmovisión del poeta y en-sayista que en enero cumplió 75 años. Los textos de este volumen ya habían sido publicados en Letras Libres y, antes que en español, aparecieron en Paul Dry Books, la casa estadounidense que dio a conocer Los demasiados libros en lengua inglesa. La anchura de los horizontes zaidianos se percibe ya en su tesis de ingenie-ro industrial, Organización de la manufactura en talleres de impresión para la industria del libro en México (1955), y aún poco conocida. Ahí señala que “el libro es uno de los servicios necesarios a la sociedad que no puede ser costeado directamente por el consumidor que recibe el beneficio inmediato” y como posibles acciones del esta-do sugiere “el apoyo crediticio, los subsidios, los premios, el apoyo a las escuelas y uniones tipográficas, las fuertes compras gubernamentales”.


Despedida

Aunque tuvo su epicentro en el orbe financiero, el temblor que sacude al mundo entero reverbera incluso entre los libros. Ante los duros tiempos que se avecinan, The Washington Post anunció que a mediados de febrero dejará de existir Book World, su suplemento dominical de libros. También en estos días bajará la cortina la revista estadounidense Críticas, que en inglés ofrecía, sobre todo a libreros y bibliotecarios, información acerca de las novedades bibliográficas en español. Lamenta-mos compartir con nuestros lectores la noticia de que éste es el último número de Hoja por Hoja que aparece dentro de Reforma. La inesperada devaluación de nuestra moneda junto con un pico en el precio internacional del papel vuelven inviable para el periódico una relación que fue fructífera durante casi 12 años. Quienes damos forma a este suplemento confiamos en construir pronto un nuevo canal para llevar hasta nuestros lectores el júbilo de la lectura y la crítica. Hasta entonces.

Fuente: http://www.hojaporhoja.com.mx/articulo.php?identificador=7036&capitel=1&numero=141

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