lunes, 20 de abril de 2009

La historia detrás de lo viejo

Por Édgar A. Hernández

  • La familia López Casillas comparte su pasión por los libros dedicándose desde hace 70 años a su compra y venta

Cualquier persona que visite con frecuencia el centro de la Ciudad de México recordará las librerías de viejo que se encuentran en la calle Donceles. En total 15 locales que albergan en conjunto más de un millón de volúmenes, cuya historia se remonta a la década de los 30, cuando Nicolás Casillas cambió el oficio de ayatero, en Tepito, para dedicarse a la venta de libros.

Antes de llegar a Donceles, Casillas abrió tres librerías de viejo en avenida Hidalgo, donde también trabajaba su hermana, quien después compartió el oficio con su esposo Ubaldo López, narra su hijo y también librero, Mercurio López Casillas.

“Mi papá aprendió rápido el negocio y al año de trabajar con mi tío Nicolás se independizó. Él fue de los fundadores del mercado de La Lagunilla, vendía con algunos libreros en la calle Paraguay.

“Desde que tengo memoria todos los domingos teníamos que ir al negocio con mi papá. Primero, medio día, pero a los diez u 11 años estábamos desde las siete de la mañana hasta las cinco de la tarde”, recordó López Casillas.

La mezcla entre disciplina por el negocio y amor a los libros, explicó, es lo que motivó a nueve de los 13 hermanos López Casillas a dedicarse a los libros, ya que actualmente tienen 25 librerías no sólo en Donceles, sino que abrieron locales en Miguel Ángel de Quevedo (junto a Gandhi y el Fondo de Cultura Económica), y en las colonias Roma y Narvarte.

“Mi papá nos enseñó la disciplina y el amor a los libros. Cuando traía un libro importante iba a la casa, nos reunía a todos y nos decía que viéramos el libro porque era muy antiguo o se trataba de una edición especial. Después lo vendía”, recordó.

Para ser librero, señaló López Casillas, se necesita cariño por los libros y audacia para poner precios y para comprar, ya que las librerías de viejo siempre deben estar bien surtidas y adquirir muchos libros.

“¿De dónde nos surtimos? De toda esa gente que ya no quiere sus libros. Si a una persona no le caben en su casa vienen con nosotros o nos llaman por teléfono y nos los venden.

“Las viudas venden mucho los libros de sus esposos que eran bibliófilos o los hijos que igual quieren desocupar algún espacio. Ahora estamos en una época de mucha oferta y poca demanda, la gente piensa que ya no hacen falta los libros y que todo lo pueden resolver con el internet”.

Y si bien los libros antiguos o de ediciones limitadas nunca se dejarán de vender, hay libros que inevitablemente tendrán que terminar en el reciclaje, ya que después de pasar por varios niveles y varios precios (hasta llegar al montón de a diez pesos) no obtienen comprador y se venden como desecho.

Pero dentro del ámbito del mercado, López Casillas no se considera un buen librero, ya que tiene la “mala costumbre” de coleccionar libros, lo cual no hacía su padre ni el resto de sus hermanos.

“Me gusta coleccionar algunos libros, de hecho tengo tres colecciones: Una de caricaturas del siglo XIX a la fecha, otra de libros ilustrados del siglo XX y una más de libros ilustrados de los siglos XVIII y XIX. También tengo una colección importante de caricaturas de José Guadalupe Posada, que creo es lo más valioso de todas mis colecciones”.

La familia López Casillas comparte su pasión por los libros dedicándose desde hace 70 años a su compra y ventaCualquier persona que visite con frecuencia el centro de la Ciudad de México recordará las librerías de viejo que se encuentran en la calle Donceles. En total 15 locales que albergan en conjunto más de un millón de volúmenes, cuya historia se remonta a la década de los 30, cuando Nicolás Casillas cambió el oficio de ayatero, en Tepito, para dedicarse a la venta de libros.

Antes de llegar a Donceles, Casillas abrió tres librerías de viejo en avenida Hidalgo, donde también trabajaba su hermana, quien después compartió el oficio con su esposo Ubaldo López, narra su hijo y también librero, Mercurio López Casillas.

“Mi papá aprendió rápido el negocio y al año de trabajar con mi tío Nicolás se independizó. Él fue de los fundadores del mercado de La Lagunilla, vendía con algunos libreros en la calle Paraguay.

“Desde que tengo memoria todos los domingos teníamos que ir al negocio con mi papá. Primero, medio día, pero a los diez u 11 años estábamos desde las siete de la mañana hasta las cinco de la tarde”, recordó López Casillas.

La mezcla entre disciplina por el negocio y amor a los libros, explicó, es lo que motivó a nueve de los 13 hermanos López Casillas a dedicarse a los libros, ya que actualmente tienen 25 librerías no sólo en Donceles, sino que abrieron locales en Miguel Ángel de Quevedo (junto a Gandhi y el Fondo de Cultura Económica), y en las colonias Roma y Narvarte.

“Mi papá nos enseñó la disciplina y el amor a los libros. Cuando traía un libro importante iba a la casa, nos reunía a todos y nos decía que viéramos el libro porque era muy antiguo o se trataba de una edición especial. Después lo vendía”, recordó.

Para ser librero, señaló López Casillas, se necesita cariño por los libros y audacia para poner precios y para comprar, ya que las librerías de viejo siempre deben estar bien surtidas y adquirir muchos libros.

“¿De dónde nos surtimos? De toda esa gente que ya no quiere sus libros. Si a una persona no le caben en su casa vienen con nosotros o nos llaman por teléfono y nos los venden.

“Las viudas venden mucho los libros de sus esposos que eran bibliófilos o los hijos que igual quieren desocupar algún espacio. Ahora estamos en una época de mucha oferta y poca demanda, la gente piensa que ya no hacen falta los libros y que todo lo pueden resolver con el internet”.

Y si bien los libros antiguos o de ediciones limitadas nunca se dejarán de vender, hay libros que inevitablemente tendrán que terminar en el reciclaje, ya que después de pasar por varios niveles y varios precios (hasta llegar al montón de a diez pesos) no obtienen comprador y se venden como desecho.

Pero dentro del ámbito del mercado, López Casillas no se considera un buen librero, ya que tiene la “mala costumbre” de coleccionar libros, lo cual no hacía su padre ni el resto de sus hermanos.

“Me gusta coleccionar algunos libros, de hecho tengo tres colecciones: Una de caricaturas del siglo XIX a la fecha, otra de libros ilustrados del siglo XX y una más de libros ilustrados de los siglos XVIII y XIX. También tengo una colección importante de caricaturas de José Guadalupe Posada, que creo es lo más valioso de todas mis colecciones”.


Fuente: Excélsior / México
Sábado, 16 de febrero de 2008
Referencia: http://www.fondodeculturaeconomica.com/prensaImprimir.asp?art=13736

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