martes, 26 de septiembre de 2017

El día en el que los mexicanos hicieron cola para rescatar sus libros

El día en el que los mexicanos hicieron cola para rescatar sus libros

Carlos Torres
Cuando Nicolás Casillas empezó a vender libros en el mercado de La Lagunilla no tenía ni idea de que fundaría una de las sagas de libreros más longevas del DF. Él sólo era un gran lector que quería rescatar sus novelas del fuego al que los había condenado su madre después de un juicio doméstico. De aquella condena y sus viajes posteriores al mercadillo para salvar su colección de literatura surgió una librería en la que entró a trabajar su cuñado, Ubaldo López Barrientos. Selva Hérnandez, la nieta de Ubaldo, es una de las dueñas de ‘A través del espejo, la librería de Álvaro Obregón que el martes 19 a las 13:14 de la tarde sufrió los estragos del sismo. En sólo un minuto, el rigor del terremoto echó por tierra el trabajo de dos años. La sección más afectada de la librería fue la de autores hispanoamericanos, tan lejos de los anglosajones y tan cerca del suelo. Desde esa hora, Selva no se ha quitado el delantal de faena y trabaja para poder devolverle la normalidad a su local: ‘Tenemos más de 120.000 ejemplares aquí, los estantes se cayeron unos encima de otros y muchos se destruyeron’, dice mientras advierte a los clientes que, si alguna pila de libros se tambalea, lo más importante es que pongan a salvo sus vidas.
Por suerte, los catorce trabajadores de la red de librerías la de la familia no sufrieron ningún daño durante el terremoto y trabajan a destajo desde el martes para que todo vuelva a su sitio. Muchos de ellos ordenan libros por el día y se marchan como brigadistas durante la noche. Esta semana no han sobrado manos en la Ciudad de México  y, aún así, la librería ha recibido muchos voluntarios para prestar su servicio. ‘Recibimos una ayuda muy bonita de una legión de adolescentes que vinieron a traernos tortas y café y a ayudarnos con los libros´, cuenta Selva desde la puerta de la librería. Los adolescentes eran los amigos de su hija Greta, la bisnieta de Uberto y cuarta generación de una familia que ha crecido entre el olor de páginas amarillas y mercadillos de viejo.  Greta se mueve con energía entre las estanterías, atiende a los clientes, canta los precios y busca los juguetes que ha recogido para donar a los albergues de niños. No es la primera vez que ve a su madre preocuparse por el género derrumbado porque, en abril, un fallo en la planificación de la carpintería causó un efecto dominó en las estanterías de ´La increíble´, su local de la calle Jalapa, y ya pasaron por esto.
‘Estoy harta de que se me caigan las librerías’, dice Selva Hernández, la patrona de la jungla de letras que hoy está tirada en el suelo. Por eso se le ocurrió hacer un llamamiento a través de las redes sociales para que los habitantes del DF le ayudaran a rescatar los libros damnificados por el temblor. Los ejemplares que se cayeron y están en el piso valen 10 pesos, apenas 50 céntimos de euro. “Estamos vendiendo libros baratos para poder recomponernos antes. Es mejor venderlos que tener que tirarlos”, dice Jaime Hernández, el padre de Selva que regenta Ático, una librería situada justo en el local de al lado y al que la sección de narrativa le provocó una avalancha que derrumbó varios estantes.
Los mexicanos han respondido a la llamada y hoy la cola de clientes dispuestos a ayudarles a salir del embrollo daba la vuelta a la esquina de la siguiente cuadra. ‘Estamos desbordados con la respuesta’, asegura Selva mientras su hija Greta hace pasar a la gente en turnos y les explica que tienen veinte minutos para llevarse un cupo máximo de quince libros. Apenas a quinientos metros de aquí, los rescatistas siguen su pelea contra el tiempo para encontrar alguien con vida. En Álvaro Obregón 286 una pancarta recuerda que “En el 85 hubo sobrevivientes hasta quince días después. La prisa la tiene el gobierno no el pueblo”. Un pueblo que al séptimo día del temblor no se permite ningún descanso y sale a la calle para ordenar el tráfico, cocinar tamales para los voluntarios, desescombrar edificios, detener la maquinaria pesada que amenaza con irrumpir en los derrumbes, adoptar a mascotas que se han quedado sin dueños, asistir a las familias que aguardan en la orilla de la calle a que la marea de rumores le traiga por fin buenas noticias y rescatar libros para apuntalar un México que a pesar de todo no sabe rendirse. “Nuestra librería siempre ha sido un oasis en mitad del caos del tráfico del DF y queremos que en momentos así lo siga siendo. Comprar libros puede ser una terapia”, dice Selva. Una terapia que parece que funciona porque en la cola de su puerta florecen por fin algunas sonrisas. Dentro, Jaime se afana en recolocar género mientras Greta vuelve a hacer pasar a otro turno de clientes porque qué otra cosa puede hacer estos días un miembro de una familia que se ha dedicado generación tras generación a la tarea de salvar libros.
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 Tomado de https://liquidoweb.wordpress.com/2017/09/25/el-dia-en-el-que-los-mexicanos-hicieron-cola-para-rescatar-sus-libros/amp/

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