martes, 22 de noviembre de 2016

¡Libros de a peso!


GUADALAJARA, JALISCO (20/NOV/2016).- "¡Libros a peso!”, los enseñó a decir su padre los domingos en La Lagunilla. Con la devaluación, el eslogan luego pasó a “¡Libros a diez pesos!”; pese a los altibajos en la economía nacional, el negocio familiar y la tradición permanecieron. Los hermanos López Casillas se han dedicado a la compra-venta de libros usados y antiguos prácticamente desde la infancia.
La séptima edición de la Feria del Libro Usado y Antiguo de Guadalajara, con sede en los portales del Palacio Municipal y el Andador Pedro Loza, reconoció a la familia López Casillas con su homenaje al librero, por sus cerca de ocho decenios de práctica profesional en el mundo del libro usado y antiguo. A propósito de su visita a Guadalajara, platicamos con Francisco, Fermín, Leonardo, Lucila, Marina y Mercurio, seis de los integrantes de esta familia. Fue en el nuevo Centro Cultural FLUYA (coorganizadores de la mencionada feria del libro), donde los hermanos se remontaron en la memoria hasta los comienzos de esta tradición, su evolución y los diferentes caminos que han tenido cada uno de ellos con sus librerías.
Leonardo apuntó el dato: al haber nacido trece hermanos, en la familia confluyen dos generaciones, con proyectos, caminos y visiones diferentes en la compra-venta de libros usados. Incluso cada uno tiene sus propios recuerdos de cómo comenzaron sus padres, agregó Fermín.
Su padre Ubaldo López, Bertha Casillas (la madre) y su hermano Nicolás arrancaron con el negocio de venta de discos y revistas, alrededor de 1940. Francisco recordó que el origen del negocio fue en plena calle, además de La Lagunilla (donde ya sumaron los libros), para después consolidar su presencia con librerías. La Lagunilla, un lugar de visita obligada para quienes buscaban libros y antigüedades, fue un espacio de formación para los varones de la familia, pues religiosamente domingo a domingo asistían para aprender el oficio.
Más allá de dicho espacio, Leonardo señaló la importancia de montar una librería, pero no como solían (y suelen) ser algunas librerías de usados donde hay que escarbar entre los libros revueltos: su padre era un obsesivo del orden, por ello en sus libreros siempre imperó la organización de los títulos según sus temáticas. Un beneficio de tener todo ordenado, afirmó Fermín, es el servicio al cliente, pues facilita la búsqueda de libros.
La primera librería de esta familia fue Librería Otelo, en la calle Hidalgo de la Ciudad de México. Más tarde encontrarían un espacio icónico en la calle Donceles, en pleno centro de la capital mexicana. Librería Regia, La Última y Nos Vamos, La Casona de Aura, La Torre de Viejo, Librería Ahuizote, El Mercader de Libros son algunas de las librerías que han fundado.
De las temáticas, la preferida de Ubaldo era la historia. Otra novedad que incorporó a su concepto de librería fue el apelativo: “librerías de ocasión”. El término, dice Francisco, tiene una explicación: son libros que muchas sólo en una ocasión lo puedes encontrar.
Pero esa característica de encontrarse con un libro que tal vez nunca más veremos no es exclusiva de los visitantes a las librerías. Los propios libreros sufren ese aciago destino. Por ello, recuerda Leonardo, antes de vender un preciado ejemplar su padre siempre les decía: “Despídanse, porque no lo van a volver a ver. Denle un beso”, y lo hacían. Mercurio añadió que con trece hijos para su padre era un lujo conservar algún ejemplar, incluso cuando eran de sus favoritos de historia. Algunos libros, efectivamente, jamás volvieron. Entre el sinfín de joyas que han vendido, Francisco recuerda que alguna vez vendió un catálogo de Álvarez Bravo, de los años cuarenta: “Lamento el precio en que lo vendí y lamento haberlo vendido”, ese libro jamás ha regresado.
Han sido millones de libros los que han pasado por sus manos. Francisco aclara que obviamente no los han leído todos, pero por lo menos sí han leído todos y cada uno de los títulos y su pie de imprenta, para conocerlos mejor. “Los libros me llaman”, era una frase recurrente del padre, pues tras haber visto una miríada de ejemplares, los hermanos han afinado su vista para detectar los ejemplares que les interesan.
El más joven de los hermanos, Mercurio, se ha especializado en la investigación y valoración de los libros, en parte por sus gustos personales. Con un gusto por la historia del arte y una colección de libros ilustrados del siglo XVIII, XIX y XX, sabe a la perfección que para tasar algún ejemplar es necesario revisar bibliografía, catálogos, comprar cómo se ha vendido un mismo libro en otros sitios, etcétera. Al ponerle precio a un ejemplar, los clientes potenciales pueden sorprenderse por ideas preconcebidas: “La gente piensa que un libro será más valioso por ser viejo y grande, pero no es así”, dijo Mercurio.
Aunque no sólo los libros valiosos “valen”: los hermanos recuerdan a Juan y Ubaldo (hermanos que no estuvieron presentes en la charla) quien los enseñó a aprovechar al máximo todo el libro que les llegara. “Todo el libro vale, incluso la minucia”: la clave está en encontrar el precio justo, y para ello se necesita conocimiento del mercado.
Lucila, de las hermanas mayores, fue contadora de formación, trabajo que ejerció durante 33 años. Su aprendizaje se dio más con sus hermanos, pues el padre de rehusaba a que las mujeres lo acompañaran a laborar. Comenzó su negocio libresco alrededor del año 2000, luego de jubilarse. Por esos años, los hermanos también abrieron librerías al Sur de la Ciudad de México, cerca de Coyoacán.
Una de las hermanas, Marina, valora la educación que les dio el padre, pues ayudó a la formación de cada uno de ellos. Las disciplinas en las que se especializaron son tan distintas como las secciones de una librería: desde la psicología, antropología, docencia, matemáticas y contaduría.
El ambiente familiar, afirmó Lucila, era el de las constantes pilas de libros: con la enseñanza de su padre, todos aprendieron a amar el conocimiento transmitido por los libros. Pero también por su madre, Bertha, a quien califican como una lectora voraz, que devoraba novela tras novela en sus ratos libres.
Otra lección mayor fue el gusto por el aprendizaje, que todos adquirieron hace la diferencia al atender una librería, pues ello implica un mayor saber del negocio. Además de los hermanos, por las librerías de los hermanos López Casillas han trabajado muchísimos empleados en todos estos años, muchos de ellos han emprendido sus propios negocios, como César Vargas (quien en Guadalajara vende libros usados y antiguos en Librería Ítaca, además de impulsar el homenaje a la familia López Casillas. Del reconocimiento, los hermanos concluyeron: “Es doble, al ser entregado por los compañeros libreros”.
EL INFORMADOR / JORGE PÉREZ

http://www.informador.com.mx/suplementos/2016/692893/6/vivir-entre-libros.htm

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