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domingo, 14 de junio de 2020

El padrino

Del Blog de Librería de Viejo

El padrino

Abr 23, 2020
Mi amigo y yo iniciamos la aventura de formar una empresa de libros usados en noviembre del 2011, nuestra primera compra ya asociados fue de cuatrocientos pesos, pagamos mitad y mitad, eran libros técnicos y ese mismo día vendimos todo el lote a un librero del corredor cultural Balderas, así seguimos durante unas semanas, adquiriendo pequeñas bibliotecas, pagando cincuenta por ciento cada quien y ahorrando por si algún día, en un futuro nos caía una biblioteca grande de un coleccionista famoso, esos sueños que uno tiene al iniciar un negocio. Al comenzar diciembre sucedió, muy rápido en nuestro joven proyecto, nos llamaron para ver una biblioteca en Tepepan, justo detrás del reclusorio femenil, barrio lleno de callejones estrechos.
El día de la cita pasamos a una privada de diez casas bien resguardadas, todas de tres niveles color naranja con amplio jardín y estacionamiento. El dueño de la biblioteca recientemente había fallecido, nos recibió un señor de unos cincuenta años, que había sido su asistente personal durante los últimos años de su vida. Mi socio y yo teníamos mucho entusiasmo, nuestra primera compra grande, pero al pasar a la biblioteca nuestros sentimientos eran contradictorios, pues el tamaño de la colección hacía imposible que tuvieramos la capacidad económica para adquirirla.
La biblioteca consistía en unos ocho mil títulos repartidos en los tres niveles de la casa, estaban ubicados en libreros de madera y organizados de forma cronológica; todos, absolutamente todos los libros eran de Historia de México, desde la época prehispánica hasta la actualidad, muchos ejemplares del siglo XIX, pero también títulos de coyuntura política.
El recientemente fallecido dueño de la biblioteca, que de ahora en adelante me referiré a él como “el padrino” fue una persona culta dedicada a la política, fue diputado en tres ocasiones, senador, líder de su partido, conferencista y escritor de muchos libros de temas históricos del país. Inició en el Partido Popular Socialista y luego pasó al partido oficial, en el cual fue participante activo por décadas, tuvo estrecha amistad con Luis Echeverría, a quien le escribía varios de sus discursos.
Mi colega y yo revisamos la biblioteca durante dos horas, impresionante colección, ni la biblioteca central de la UNAM o la de la ENAH tienen ese acervo tan específico y bien curado como el de este personaje, para los bibliófilos de Historia de México les presumo que se hallaban las primeras ediciones de Zamacois, Bulnes, Icazbalceta, Clavijero, etc. también códices y compilaciones hemerográficas del siglo XIX, algo impresionante. Muchos libros contemporáneos también, pero todo de la misma temática.
Al finalizar la inspección meditamos sobre la propuesta que haríamos, la cantidad, las parcialidades, etc. La verdad sólo nos dijimos ¡ya valió madres! ¡no tenemos para pagar esto! Valoré la biblioteca en un cuarto de millón de pesos, cantidad absurdamente alta para nuestros ahorros. Tristes nos ibamos a retirar, pero antes debíamos platicarlo por teléfono con la heredera, una de las hijas, mi avezado socio se rifó la llamada, para mi sorpresa, mientras estaba en comunicación, la interrumpió para preguntarme ¿cuánto tienes? Mi amigo soltó la risible propuesta de diecisiete mil pesos … ¡aceptaron!
De forma sumamente prudente y con la vehemencia que me caracteriza le dije ¡no mames!
Como lo sabe todo librero de viejo, una biblioteca no es de uno hasta tenerla en casa, le dimos prisa, fuimos al banco, pagamos, mi socio fue a rentar un camión para cargar todo el mismo día, yo me quedé a desmontar los libros, en mi vida recuerdo tres días de verdadera chinga física, ese fue uno de ellos. Mi colega regresó casi al anochecer, no cupo todo, debíamos volver otro día por el resto.
A la mañana siguiente, cuando regresamos por el faltante nos recibió la hija de “el padrino”, quisimos entablar una plática con ella sobre su padre, la primera pregunta fue: ¿cómo era su papá?, ella de forma inmediata y con furia en la mirada respondió: era un hijo de puta, nunca nos quiso y jamás estuvo al pendiente de nosotros, su familia, hasta el final de sus días fue un cabrón, lo odié y si no tiré los libros a la basura fue solo porque debo restaurar y pintar esta pinche casa que solo malos recuerdos me trae y venderla.
Obviamente la plática terminó muy rápido, fue así que comprendimos que aceptaran nuestra oferta. Aprovechamos el camión rentado que con la gasolina nos saldría en dos mil quinientos pesos, para ir por otra compra grande en el centro de Tlalpan, libros de arte y literatura muy buenos en una de las casas más lujosas que he visitado.
Por la noche, cansados de tanta chamba (y en mi caso calculando que no tenía ni para un boleto del metro), pero contentos con nuestras adquisiciones, revisábamos el material en la bodega cuando mi amigo grita: ¡no mames, no mames, no mames¡ Cierra la única ventana, se acerca a mí con La Relación de Michoacán, en una hermosa edición en caja, la abre y me muestra un fajo de billetes, los contamos y sumaba la mágica cantidad de veintinueve mil quinientos pesos, exactamente lo que habíamos invertido en dos bibliotecas y la renta del camión.
Padrino, invertiste en una empresa de libros usados que aún se mantiene en pie, dando trabajo a más de veinte trabajadores, tal vez no fue en vida, pero desde el infierno, donde debes estar según tu hija. Te agradecemos por el apoyo desde acá arriba, en este pedazo de tierra contaminada llamada Ciudad de México.

La extraña relación entre los libros viejos y las calabazas


Del Blog de Librerías de Viejo



Nos llega el Anecdotario 

La extraña relación entre los libros viejos y las calabazas

Jun 13, 2020
Son suficientes años en el gremio, así qué me siento merecedora de tener tantas anécdotas como estrellas en el cielo.
En el momento en qué un letrero de llamativo color ofrecía un empleo como ayudante, acepto que me escandalice un poco, esas librerías de la calle Donceles son algo lúgubres y para ser sincera no era de los clientes que se maravillan tanto del lugar que mejor se buscan empleo ahí.
Yo solo buscaba trabajo, era una joven madre, idealista y en lo que creí un matrimonio moderno; los dos salen a conseguir el sustento porque así funciona la equidad.
Pregunté en que consistía y me dijeron -si te interesa puedes hacer un examen ahora mismo y mejor porque hago cierre de todas las solicitudes de esa semana- …
Recuerdo bien que me mandaron a buscar “los de abajo”,” el príncipe ” de Maquiavelo y un Baldor.
También había que alfabetizar una pequeña área.
Aunque creo que el peso mayor lo tenía la entrevista. Hablé sinceramente; no he trabajado en muchos lugares, en una librería quiero trabajar porque es una forma de tener un empleo pero seguir aprendiendo ¿ cargar cajas? Sí, si las aguanto no tengo problema, ¿Los clientes? ….
En este punto haré un alto; justo en ese momento mi aplicadora se fue a atender -ese libro no lo tengo, no conseguimos libros, es una librería de ocasión nos atenemos al material que llega al día- A veces suelo notar que sobretodo los compañeros que tienen un trato más directo y prolongado con las personas, van adquiriendo actitudes, gestos y voltear los ojos es el gesto más repetido para los consultantes. Quizá fue uno de los momentos decisivos para mí estilo de atención,  en ese momento pensé que a nadie le gusta que le volteen los ojos. Yo no me siento a gusto cuando recibo ese trato – un día me “espine” con unas calabazas y exclamè como lo hubiera hecho cualquier mortal que recibe un pinchazo en el dedo, aunque sea por una calabaza. Busqué sororidad porque era una vendedora y lo que recibí fue que me volteara los ojos
 Y es muy frustrante irte de un lugar con un dedo pinchado, una mala actitud y además haber tenido que pagar por ello.
No he dicho que obtuve el trabajo.
 Me mandaron a la hermosa librería ” La torre de viejo” , no la conocía y como me ocurre en esos lugares entrañables en dónde he trabajado (desde entonces solo acostumbro trabajar en librerías) la envolví en la primer mirada de reconocimiento y me prendí para siempre de su obscuro pero bello aspecto al admirar los pequeños libros que se acomodaban en la parte frontal de la librería. ¿ Saben? Contar esos ejemplares era protocolario casi como santiguarse en la iglesia, lo hicimos por largos años. ¡Esa en realidad fue mi primer tarea llegando a la Torre!
Además tengo qué agregar que estuve conviviendo al rededor de siete años con compañeros gentiles y profesionales que entre miles de libros, con una organización, memoria y respeto me ayudaron a aprender a ser guardiana de libros, clasificar, camuflar en pilas pero sobre todo a convencer por qué sabes que el libro no está, usando educación, diplomacia y sugiriendo alternativas.
Sinceramente voltear los ojos nunca fue alternativa para esa generación.
Tina libro viejo