Por UMBERTO ECO Desde hace varios meses he estado siguiendo la lucha entre Hachette, un coloso de la publicación tradicional, y Amazon, un coloso (de hecho, el coloso) de la venta de libros on line. Como ya han informado muchos medios noticiosos, parece que después de un conflicto inicial por los libros electrónicos, Amazon está entorpeciendo la venta de libros de Hachette, reduciendo o eliminando descuentos en esos títulos y entregándolos con considerables demoras. Muchos escritores estadounidenses famosos han tomado partido por Hachette, como Stephen King y John Grisham, quienes en agosto firmaron una carta abierta junto con cientos de escritores más para “exhortar a Amazon, en los términos más severos posibles, a que deje de dañar el medio de vida de los autores en los que ha construido su negocio”. En el curso de este conflicto se ha escrito mucho sobre sus implicaciones para las casas editoriales y su futuro. Pero no se ha hablado lo suficiente sobre las librerías tradicionales. Yo estoy interesado en los libreros independientes no solo porque es a ellos a quienes debo mi éxito como escritor (y creo que muchos otros escritores estarían de acuerdo conmigo), sino también porque hay una gran diferencia entre la experiencia de pedir un libro en el sitio Web de Amazon y la de pasar tiempo hojeando libros en una librería, descubriendo títulos de los que nunca había oído, solicitando los consejos del librero y así sucesivamente. Y cada libro comprado en Amazon parece una puñalada en la espalda de los libreros. EN EL CAMPO No obstante, aunque a usted le guste comprar libros a la vieja usanza, podría encontrarse, como me encuentro yo en estos momentos, en la necesidad de un libro mientras pasa algún tiempo en el campo, lejos de cualquier ciudad con el tamaño necesario para albergar una librería. Si lo pido en Amazon, lo recibo a la puerta de mi casa en dos días. O bien, puedo recorrer 60 kilómetros en auto para llegar a una ciudad con librería, donde existe una buena posibilidad de que no encuentre el título que quiero, quizá por estar agotado desde hace mucho tiempo. ¿Qué hacer? No veo una solución sencilla a este problema que, me permito agregar, es una situación temporal para alguien que, como yo, reside en el campo por un corto tiempo. ¿Qué hay de quienes viven todo el año en las montañas, junto al mar o en algún pequeño pueblo muy lejos de cualquier librería bien surtida? Por supuesto, incluso quienes viven en las grandes ciudades pueden encontrarse en semejante problema. Y es ahí donde yo pienso que los libreros independientes podrían convertir un problema en una oportunidad. Imagine a una persona que está haciendo una investigación sobre cierto tema y muchas de sus fuentes mencionan un libro en particular que no ha leído. El investigador siente que definitivamente debe conseguirlo. Pero digamos que el libro en cuestión se publicó hace diez, veinte o incluso cuarenta años y que él no lo encuentra en su librería acostumbrada. Así que decide buscarlo en Amazon y ahí lo encuentra finalmente. Ordena un ejemplar y lo recibe en cuestión de días. Al actuar así, él no ha dañado a su librero de cabecera; después de todo, la librería no tenía ese título para empezar. Pero ahora imaginemos que el librero reacciona de otra manera a la solicitud del cliente. En lugar de decir simplemente que no tiene el libro, el librero le dice al cliente que lo tendrá en dos o tres días. En ese tiempo, el librero visita Amazon o un sitio similar, encuentra el libro y lo ordena para poder vendérselo al cliente. Ya será cosa del librero si aumenta el precio para sacarle una ganancia o si se lo vende al costo con el afán de asegurarse la lealtad del cliente. (Ciertamente, un servicio tan bueno haría maravillas para retener al cliente para siempre.) En el futuro, la gente quizá visite sistemáticamente las librerías para comprar productos de impresión por pedido Esta situación no daña ni al librero ni al editor, que incluso podría tener al libro fuera de catálogo. Aun más, establece un círculo virtuoso entre la librería de ladrillo y cemento y el comercio electrónico. Aunque la tecnología siga transformando la forma y el lugar en que compramos libros, siempre podrá haber un lugar para las librerías. En el futuro, la gente quizá visite sistemáticamente las librerías para comprar productos de impresión por pedido: libros que quizá sólo existan impresos en una remota tienda, pero que una máquina puede imprimirnos al momento; quizá con una letra de tamaño adecuado para nuestra vista. La tecnología de impresión por pedido sigue siendo más bien voluminosa y, por tanto, generalmente está fuera del alcance de las librerías pequeñas, pero ya es posible encontrar en línea facsímiles de libros que han estado agotados desde hace mucho tiempo. Por supuesto, algunos lectores expertos en la Web ya buscan esos volúmenes por sí mismos, pero quizá los libreros independientes deberían de considerar la posibilidad de encargarse de tales búsquedas para sus clientes. Sería una forma más de zanjar la brecha entre las tiendas de ladrillo y concreto y el comercio electrónico. Y lograr eso, en particular en los países que todavía no están totalmente conectados, podría ser la clave para que las librerías tradicionales reclamaran el lugar que les corresponde con todo derecho.
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